No hay pruebas que demuestren que Míchel acapara superpoderes. Tampoco se le ha visto con una varita ni con un cucharón de palo, preparando pócimas secretas. Lo que está claro es que Míchel ha hecho mejor al Girona y viceversa.
De 48 años y de Vallecas. El técnico madrileño sabe a la perfección lo que es ‘bajar al barro’ y construir equipos desde el trabajo y la humildad. Su paso como director de metodología y director técnico deportivo del Rayo Vallecano le ha permitido trabajar con el aspecto psicológico de los más jóvenes, experimentando así cambios extraordinarios que a día de hoy traslada a los colíderes de LaLiga.
Míchel encajó desde que llegó. Su afán por la adaptación cultural y su aprendizaje con el catalán bastó para meterse a toda la afición en el bolsillo. Ni los malos resultados en su primera temporada disputando la Segunda División –metidos en descenso– fueron motivo de peso para destituir a un entrenador que, al igual que el club, confiaba en los proyectos a largo plazo.
El técnico vallecano se bordó el famoso ‘Orgull Gironí’ en las rodilleras de su pantalón de trabajo y decidió ir acorde del movimiento socio-deportivo que está cambiando la historia del club y de una ciudad entera. ‘Míchel català’ se canta en todos los partidos que luce Montilivi.
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El método y el discurso
Pero con eso no basta. Tanto él como su equipo de trabajo han exprimido al máximo las cualidades de cada jugador. Los analistas, a diario, preguntan a cada jugador cómo ha dormido, cómo se siente, cómo anda de ánimos y tantas otras cosas más para velar por el estado anímico y deportivo de cada uno. “¡Cómo no me van a importar las vidas personales de mis jugadores, si vivimos con ellos!”, apuntó el míster en unas declaraciones.
Y el mejor rendimiento no se consigue sólo con unas buenas tácticas o unos buenos entrenamientos. El plus lo pone el discurso, el tono, el modo. Las charlas de Míchel se traducen en remontadas, en último pase, en la fe del jugador y en sensaciones. Cabe destacar que, en una plantilla donde llegaron descartes de otros equipos, piezas que no rendían fuera y veteranos que estaban ‘para jugar cuatro ratos’, salen al campo mostrando la mejor versiones en la mayoría de los casos.
También se llega lejos con la verdad, primordial en los valores del míster. Las cosas a la cara y transparentes tienen mejores consecuencias que las que se evitan o se ocultan por no dañar al jugador. Lo hizo con Rodrigo Riquelme por su ausencia en algún entrenamiento, con Pablo Torre por la falta de minutos y con Aleix García por sus recientes declaraciones sobre el Barça. Muestra su opinión buscando lo mejor para el jugador según sus vivencias y sus experiencias personales.
Míchel ha calado. Tanto que, cuando no esté, los calendarios ‘blanc-i-vermells’ se contarán como ‘Año primero después de Míchel’ y, así, sucesivamente. La cultura, la ciudad, el club y el momento son idóneos para el proyecto de la entidad ‘gironina’ y Míchel, de todo ello, la piedra angular.