Garabandal, solo Dios lo sabe (2017), de Brian Alexander Jackson

Película sobre las noticias de apariciones de la Virgen en el pueblecito cántabro de Garabandal a principios de la década de los 60 del pasado siglo. Cuatro niñas –Conchita, Jacinta, Mari Loli y Mari Cruz– aseguran primero que se les aparece un ángel, y luego la Virgen María. El párroco local hace unas primeras indagaciones y avisa a la jerarquía, mientras que el brigada de la guardia civil trata de mantener el orden ante el interés suscitado y la afluencia de visitantes.

Respaldada por una productora católica, y acometida con medios escasos y sin actores profesionales por el desconocido cineasta Brian Alexander Jackson, llama la atención el esfuerzo para sacar adelante el proyecto, y la solidez del resultado final, aunque diste de ser perfecto. Falta a la narración un poco de agilidad y gracia, quizá por el empeño en ajustarse a lo que se sabe de lo ocurrido, sin pretender decir más de lo que ha dicho oficialmente la Iglesia sobre el caso.

De modo que básicamente somos testigos de distintos momentos de apariciones y éxtasis, de las reacciones de algunos fieles y de las investigaciones de una comisión diocesana nombrada al efecto para dictaminar qué hay de verdadero, pero cuyos pasos están dictados por un racionalismo e incredulidad que dejan poco margen a la posibilidad de que aquello sea auténtico. En este sentido el esquema que vemos recuerda a otros filmes de apariciones marianas, de la Virgen de Lourdes y de Fátima, y sirve para ilustrar cómo este tipo de casos no son contemplados a la ligera opor las autoridades eclesiásticas, que temen que se quiera embaucar a personas sencillas, curiosas o desinformadas, o que se trate de casos de autosugestión, por lo que investigan con un rigor que a veces tiene efectos colaterales no deseables.

Lo más logrado es el dibujo de dos personajes, el brigada guardia civil que dentro de sus dudas deja espacio al misterio, interpretado por Fernando García Linares, y la vidente principal, Conchita, a la encarna Belén Garde, y que emplea muy bien su sonrisa beatífica, y que sabe dotarla de una encantadora sencillez. Como en otros filmes de estas características, se acude a veces al ralentí y a una música “celestial”, lo que funciona aunque puedan sonar a recursos manidos. Son emotivos algunos momentos que recogen los frutos espirituales entre algunos de los que acuden a Garabandal.