Gabriela Mistral – Biografías cortas

Gabriela Mistral

Gabriela Mistral, poeta chilena cuyo nombre original fue Lucila Godoy Alcayaga, nació en Vicuña, una comuna de Chile, en abril del año 1889. Maestra de profesión y diplomática. En los años 20, llegó a ejercer de cónsul y representación ante organismos internacionales.

A los pocos días de nacida, sus padres se mudaron, vivieron en distintos pueblos, y a los 3 años se establecieron en Montegrande, allí vivió hasta que cumplió los 9 años.

Su padre, Juan Gerónimo Godoy, maestro de escuela y descendiente del grupo indígena llamado diaguita, su madre, Petronila Alcayaga Rojas. En 1904 inicia su vida laboral al servicio del magisterio en la Escuela de Compañía Baja, como profesora ayudante. Ademá,s se tomaba su tiempo, realizando distintas colaboraciones al diario El Coquimbo, tarea que se tasladaría a otros diarios de Vicuña como La Voz poro tiempo después.

Intentó estudiar pedagogía en una escuela para formación de maestros pero fue excluida por prejuicios religiosos, sin embargo ya venía ejerciendo la profesión, lo que le valió en 1910, para convalidar sus conocimientos y obtener el título de Profesora de Estado. Esto trajo ciertos recelos por parte de sus colegas, dado que había conseguido dicho título con su propio conocimiento sin necesidad de asistir a una institución de educación superior.

A los 21 años, comienza a trabajar en el liceo de niñas de Traiguén, ciudad de la provincia de Malleco. Allí fue profesora de labores: higiene, economía doméstica, dibujo y labores. Fue criticada por sus colegas, por no haber recibido educación formal en educación en un instituto pedagógico.

Vida y poesía en Gabriela Mistral

En 1910 se mostró como una fuerte detractora de varias de las decisiones que estaba realizando el gobierno de turno. A menudo habló sobre una educación primaria obligatoria a través de distintos diarios, además de realizar observaciones de cómo se realizaban gastos por el centenario de Chile, mientras que una gran parte del pueblo chileno pasaba por graves problemas económicos.

Empezó a escribir distintas poesias  poco después ese mismo año, siendo la primera «Tristeza», en donde plasma el sentir de su rechazo en su ámbito, además de la tragedia que para ella fue el suicidio de Romelio Ureta tan solo un año antes, con quien tenía una relación complicada y amorosa.

Luego de Tristezas, escribió «Rimas», realzando nuevamente su tristeza.

Salió a la luz en 1914 cuando gana el concurso de literatura en los Juegos Florales de Chile con el poemario: Los sonetos de la muerte.

Esos sonetos fueron incorporados en 1922 en una colección del Instituto Hispánico de Nueva York. Pero ya en 1910, Gabriela se dedicaba a escribir para la prensa artículos sobre políticas públicas para la educación y esporádicamente publicaba en la prensa, poesía.

Fue directora de dos liceos de baja calidad. Luego concursó por oposición para el cargo de directora de uno de los mejores liceos de Santiago: Liceo Nº 6 de Santiago, donde igualmente, fue cuestionada por su falta de preparación sistemática en educación.

Viajó a México en 1922 invitada por José Vasconcelos quien era Ministro de Educación para colaborar en la reforma educativa de ese país. En 1923 publicó su libro: Lectura para mujeres. En 1926 fue secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones.

Premio Nobel

Fue cónsul en 1941 en Brasil y en 1945, cuando ejercía ese cargo, recibió el premio nobel, el cual tuvo la siguiente argumentación: “su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”.

A finales de 1945, se mudó a Los Ángeles, Estados Unidos, como cónsul también y adquirió una casa en Santa Bárbara, donde se instaló. De allí pasa a Nueva York, igualmente en el cargo de cónsul, para estar más cerca de su amiga y albacea Doris Dana.

Falleció en 1957, de cáncer de páncreas en el Hospital de Hempstead en Nueva York, a los 67 años de edad, dejó sentado en su testamento que Doris Dana entregara el dinero ganado con sus libros a los niños pobres de Montegrande.

 

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