Felis silvestris lybica (África y Asia)

El gato salvaje africano o gato del desierto (Felis silvestris lybica) es una de las seis subespecies de gato montés (F. silvestris). Se cree que podría ser el antepasado del gato doméstico y que fue domesticado por los egipcios o alguna civilización coetánea. La convivencia entre el gato silvestre africano y el hombre comenzó hace 11.500 años en lo que por aquel entonces era el Creciente Fértil. Su acercamiento al hombre se debió a la cantidad de roedores que se veían atraídos por la actividad agrícola creciente en la zona y por el inicio del almacenamiento de grano. Sin embargo, la domesticación no llegó hasta hace 4.000 o 5.000 años en la ciudad de Egipto, periodo en el cual empieza a aparecer en pinturas y esculturas, e incluso llegó a formar parte del panteón de los dioses en forma de la diosa-gata Bastet, diosa de la armonía y la felicidad.

Su pelaje es más corto que el del gato montés europeo y de un color gris anaranjado con anillos negros en las patas y en la cola. Tienen un tamaño parecido al gato común europeo por lo que a veces son difíciles de distinguir. Miden entre 45 y 75 cm de largo sin contar la cola y pesan entre cuatro y cinco kilos. Las hembras son más pequeñas que los machos. Se distribuye por África, la península Arábiga y el golfo Pérsico en un amplio rango de hábitats salvo en las zonas desérticas en las que solo se encuentra en las zonas más montañosas o cerca de cursos de agua. Su dieta se compone de pequeños mamíferos, pájaros y reptiles.

Son animales de hábitos nocturnos y solitarios salvo en la época de cría que tiene lugar en invierno. En primavera, coincidiendo con la estación lluviosa en la que hay más alimento, las hembras dan a luz a una media de 3 o 4 gatitos, aunque se han documentado camadas de 8 gatitos, que permanecerán con la madre seis meses.

Las principales amenazas del gato salvaje africano son el lobo, el zorro y aves rapaces como águilas y búhos.