Los Maldini, la gran familia del fútbol italiano

Fútbol

Los Maldini, la gran familia del fútbol italiano

Javier Asprón

Más de seis décadas separan el debut con el Milán del abuelo Cesare en 1954 con el de su nieto Daniel, hace solo una semana. 66 años de historia, tiempo de sobra para que el fútbol italiano haya aprendido a asociar el apellido Maldini con el significado de la palabra éxito. A los evidentes logros del primero (cuatro Ligas, más de 470 partidos como jugador y entrenador «rossonero» y primer italiano en levantar la Copa de Europa) se unen los del hijo Paolo , capitán eterno del Milán, con más de 900 partidos disputados, siete «scudettos» y 5 Ligas de Campeones, entre otros muchos trofeos. Si uno fue importante, el otro resulta imprescindible para explicar lo que es el Milán. En esas está Daniel, con toda una carrera por delante para demostrar que el peso del apellido no va a ser capaz de abrumarle. De momento, pese a haber jugado solo un minuto con el primer equipo, ya tiene un hito que apuntarse: es el primer jugador nacido en el siglo XXI en vestir la camiseta rojinegra.

El origen de los Maldini no está en Milán, sino en Trieste. Allí, a escasos diez kilómetros de la frontera con Eslovenia, nació y creció Albino, el patriarca del clan, al mismo tiempo que se descomponía el Imperio austrohúngaro. En ese lugar, distrito de Servola, el de los panaderos, se casó con María Vodeb poco antes de echarse al mar para ganarse la vida. Y también allí, en 1932, nació Cesare, el primogénito del matrimonio.

"Il Padrone"

«Cesarone» demuestra muy pronto ser un joven avispado y de fuerte personalidad. Entra en la academia de la Triestina con 13 años y poco después conoce a Nereo Rocco , creador del «catenaccio» y trestino como él. Un hombre rudo y de trato nada amistoso que sin embargo coge cariño al chaval. Rocco encuentra en Maldini un defensa hábil, ambidiestro y con buen trato hacia el balón. Un buen jefe para su característico estilo defensivo («¿Que gane el mejor? Espero que no», es la frase más célebre del tosco entrenador). Con 20 años le hace titular y ensaya con él la posición de libero.

Cesare deja su casa por primera vez con 22 años para fichar por el Milán. Apenas llevaba una temporada en la Serie A. Con el paso de los años su juego va ganando en elegancia. En la década de los cincuenta no había otro zaguero que hiciera algo mínimamente parecido.

La carrera de Cesare avanza y los títulos van llegando, también las convocatorias con la selección nacional, con la que juega 14 partidos. Pero le falta un gran colofón. En 1961 el Milán ficha a Rocco como entrenador y se produce el reencuentro. «Il Padrone» convierte a Maldini en el capitán del equipo y dos años después conquistan juntos la primera Copa de Europa para el Calcio.

Tras su retirada, en 1966, Cesare se convierte en el segundo entrenador de Rocco, al que luego sustituyó entre 1972 y 1974. Al acabar esa temporada deja el club, al que no regresará hasta 1999, aunque para entonces su cuarto hijo, Paolo, está a punto de ingresar en la escuela formativa del club lombardo.

"Il Bello"

Llega la segunda parte de la saga. La más deslumbrante. En 1985, Cesare Maldini era el segundo entrenador de Enzo Bearzot en la Italia campeona del mundo y Paolo un espigado adolescente que había heredado la mirada azul de su padre. El Milán lo entrenaba el sueco Nils Liedholm , antiguo compañero de equipo de «Cesarone». Un buen amigo que, sin embargo, le quiso mantener en secreto que había convocado a su hijo para el partido ante el Udinese. Así, el asistente de la selección italiana se enteró por la radio del debut de Paolo con apenas 16 años. Lo hizo como lateral derecho. Su primer y único partido en esa posición. Aparte del color de los ojos, Paolo también había heredado la destreza con las dos piernas.

Aquel estreno fue el inicio de una de las más bellas historias de amor que se hayan escrito jamás entre un jugador y un club. Maldini hijo jugó 902 partidos con el Milán en 25 años como profesional. Fue parte fundamental en la época dorada de Sacchi, formando parte de una defensa de colección junto a Tassotti, Baresi, Galli y Costacurta. Él era el más joven, pero también el más carismático. Con la misma técnica y salida de balón de su padre. También brilló con Capello y Ancelotti hasta completar un palmarés escandaloso.

Tras su retirada, el Milán apartó el dorsal 3 que lucieron tanto Cesare como Paolo con la promesa de que solo un tercer Maldini podrá portar de nuevo la camiseta con ese número. A Daniel, que debutó en la Serie A con el dorsal 98 fruto de su condición de juvenil, le corresponderá ese honor en el futuro, aunque el 3 no case bien con su condición de delantero. Es el primer Maldini que prefiere marcar goles a evitarlos. Está por ver si es la única diferencia.

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