El municipio de Évreux, capital de Eure, fue una ciudad galorromana y una villa episcopal. Emplazado a orillas del Iton, y dominado por las torres de su catedral gótica y de su campanario del siglo XV, cuenta con un importante patrimonio arquitectónico y artístico.
La imponente y majestuosa catedral de Nuestra Señora es el principal monumento de la ciudad y el mayor santuario del departamento de Eure. De estilo gótico radiante y flamígero, es una joya de la arquitectura religiosa. De ello dan testimonio la torre-linterna de 1465, rematada por una elegante flecha denominada "campanario de plata", y el espléndido portal norte, obra maestra del gótico flamígero realizada en el siglo XVI por Jehan Cossart. En el interior, los amantes del arte sacro pueden ver los magníficos vitrales -¡más de 70 vidrieras!–, que van desde el siglo XIII al siglo XVI, así como las trece capillas radiales, adornadas con espléndidas verjas renacentistas de madera esculpida.
Adosado al claustro gótico, el antiguo obispado de finales del siglo XV alberga en nuestros días el Museo de Évreux, que cuenta con unas extraordinarias colecciones arqueológicas, medievales, renacentistas y modernas. La estatua de bronce de Júpiter Stator (siglo I), los objetos de arte religioso, las tapicerías de Aubusson, las pinturas de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, o los objetos de arte decorativo, son algunos de los atractivos que se pueden contemplar en las diferentes salas del museo.
Otro lugar de interés es la iglesia de San Taurino, vestigio de una abadía benedictina fundada en el siglo X, cuya pieza maestra es el reliquiario de san Taurino (primer obispo de Évreux), en plata dorada adornada con esmaltes (siglo XIII). ¡Un verdadero tesoro de orfebrería!
Por último, reserve un tiempo para deambular por los preciosos paseos del Iton -ideales para gozar de unas bellas vistas de la catedral, del antiguo palacio episcopal y de la torre de la Relojería!-, ir a la plaza del General de Gaulle para contemplar la fachada neoclásica del ayuntamiento y la fuente monumental del artista Émile Décorchemont, o hacer un alto en el agradable parque François Mitterrand, que rodea el antiguo convento de los Capuchinos.