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El Buen Pastor

El Buen Pastor
Ciclo A. Domingo 4 de Pascua / Jn 10,1-10 - ¿De dónde viene esta simpatía entre el Buen Pastor y nosotros?


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer



Juan 10, 1-10.
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Reflexión
El fundamento de toda religión constituye la imagen, la idea que forma de su propio Dios. Cada hombre tiene en su corazón una idea personal de Dios - sobre todo nosotros, que somos cristianos. Y nuestra vida cristiana, nuestra fe vital y profunda dependen decisivamente de la imagen de Dios que tengamos.
Cada domingo, las lecturas y sobre todo el Evangelio pintan nuevos rasgos de este rostro divino, y así animan y perfeccionan nuestra idea de Dios.

Anhelamos un pastor.
El Evangelio de hoy muestra a Dios como Buen Pastor. Es una imagen de Dios muy conocida y viva desde el cristianismo primitivo. Ya la encontramos frecuentemente en las catacumbas. Pero también hoy en día todos conocemos estas imágenes del Buen Pastor en medio de su rebaño, o con la oveja sobre sus hombros. Parece que a todos los cristianos de todos los tiempos esta persona del Buen Pastor los impresionó hondamente.

¿De dónde viene este anhelo escondido? ¿De dónde viene esta simpatía entre el Buen Pastor y nosotros?
Creo que es porque su rostro nos promete cariño y entrega, protección y seguridad. Porque muchas veces nos sentimos solos, desamparados, solitarios. Porque frecuentemente nos sentimos como ovejas perdidas. El peso de nuestras debilidades, de nuestros sufrimientos, de nuestras limitaciones nos dan pena y nos mortifican.

Queremos estar con Jesús, nuestro Pastor, que nos vigila, nos dirige y nos busca, que conoce a cada uno de nosotros por su nombre, nos llama y, si llega el caso, arriesga su vida por defendernos contra el enemigo.

Pastor: soledad e incomprensión.
Jesús mostró el sumo grado de su amor de pastor sacrificándose por nosotros, tanto en su vida como en su muerte. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Ya su vida fue un gran sacrificio por su misión: un sacrificio de soledad y de incomprensión por los demás. Ni siquiera su Madre lo comprende siempre, si pensamos en el episodio cuando tenía doce años: “¿No sabíais que yo debo ocuparme en los asuntos de mi Padre?” (Lc 2,49). También la conducta de los apóstoles frente a Él, muestra que no tienen comprensión para con su persona ni para con su misión. Así, un día, Jesús les dice a ellos: “Llevo tanto tiempo con vosotros, y no me habéis conocido” (Jn 14,9). Y mucho menos que sus discípulos, lo entiende el pueblo.

De modo que Jesús queda, en el fondo, solo con su misión. Y el colmo de su soledad se realiza en su sacrificio en la cruz. Él es realmente el Buen Pastor “que arriesga su vida por sus ovejas”; que la entrega por amor a los suyos. Sólo el mayor sacrificio le basta para manifestar su amor infinito.

Esta es una de las leyes del Reino de Dios: ¡Si quieres ser amado, ama! Si quieres ser amado por los demás, entonces tienes que mostrarles tu propio amor, sacrificándote por ellos. Y Dios emplea esta ley de un modo singularmente hermoso y profundamente eficaz. Él quiere nuestro amor, y por eso nos ama con un amor palpable, desbordante.

Sentirnos amados… el inicio de la santidad.
Solía decirnos el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt: Todos los santos comenzaron a escalar las cumbres de la santidad, cuando se sintieron objeto del amor eterno e infinito de Dios. Cuando me creo y siento amado per Dios, entonces se despierta en mí la respuesta del amor. Mientras estamos convencidos de que hay alguien que nos ama, nuestro amor está asegurado.
Pase lo que pase, jamás debe abandonamos la profunda convicción: Él me ama.

Y si nos preguntamos, por qué somos tan poco inflamados para Dios y para lo divino, pues ya sabemos la respuesta: no sentimos ni comprendemos ese amor abundante de Dios. Vivimos como si Jesús no hubiera muerto en la cruz por nosotros.

Queridos hermanos, el día de hoy, el domingo del Buen Pastor, tiene todavía otro significado: celebramos como cada año la jornada mundial de oración por las vocaciones. Es nuestra respuesta a la consigna del Señor: “La mies es abundante y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37).

Pero, a la vez, hemos de acompañar en la oración a nuestros sacerdotes, religiosos y religiosas, para que sean verdaderos pastores de las almas, llenos de amor desinteresado, reflejos auténticos de Jesucristo, nuestro Buen y Eterno Pastor.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

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