Héroes de la fe: Reforma y Contrarreforma

A principios del siglo XVI estalla en Europa la Reforma que produce un vuelco cultural, político y religioso en naciones del continente.

El 31 de octubre de 1517 el monje católico Martín Lutero clava en la puerta de roble de la catedral de Wittemberg, Alemania, un documento conteniendo 95 tesis en contra de las doctrinas y prácticas del Vaticano.

Con la Reforma de Lutero nace el protestantismo. Léase bien, nace el protestantismo, no el cristianismo, que entonces tenía 16 siglos de existencia.

En un espacio de tiempo relativamente corto, la Reforma se implanta en el norte y centro de Europa: Suiza, Dinamarca, Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica y otras naciones europeas. La Reforma gana adeptos. Inglaterra inicia su reforma particular cuando el rey Enrique VIII decide romper con el Vaticano y funda la Iglesia Anglicana.

La Reforma luterana entra también en España. Según algunos historiadores, el primer español que abrazó la doctrina de la reforma fue Juan de Valdés. El teólogo protestante Claudio Gutiérrez Marín dice que la primera iglesia reformada se abrió en Sevilla. De la capital andaluza la Reforma se extendió por otras ciudades de España, arraigando fuertemente en Valladolid.

La Reforma luterana no prosperó en España como sus líderes querían porque el Vaticano, siempre guardián del catolicismo español, lanzó en el suelo patrio una contrarreforma. Estuvo dirigida por el jesuita Ignacio de Loyola, nacido en Azpeitia en 1491 y desnacido en Roma en 1566. Loyola fundó un ejército de seguidores que amparados en la bandera de Cristo combatió con saña el incipiente protestantismo español.

La contrarreforma ahogó en sangre los brotes de la Reforma en España. Las violentas medidas de represión impidieron entonces el desarrollo del protestantismo en nuestro país.

El abogado y escritor inglés Henry Kamen, en su obra La Inquisición Española, de Editorial Crítica, dice que en el auto de fe celebrado en Valladolid en 1559, catorce de los treinta acusados fueron quemados. Dos semanas antes fueron condenados en Sevilla setenta y seis personas, de las que dieciocho fueron quemadas. Tras los autos de fe de Valladolid y Sevilla Kamen concluye que a partir de “entonces el protestantismo autóctono quedó prácticamente extinguido en España”.

No totalmente; algunos de sus líderes, auténticos héroes de la fe, se debatieron con valor y confianza.