Montgisard, cuando el Rey Leproso arrasó el ejército de Saladino
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Montgisard, cuando el Rey Leproso arrasó el ejército de Saladino

La victoria de Balduino IV significó la supervivencia del Reino de Jerusalén hasta su muerte

Tras la toma de Jerusalén en 1099, período enfático de la primera cruzada, los Estados Latinos de Oriente tuvieron que aguantar casi un siglo de ataques de sus vecinos musulmanes.

Baldunino IV, llamado el Rey Leproso, será recordado por esta gesta y por otras similares.

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Toma de Jerusalén por los cruzados (impresión del artista del siglo XIX Emile Signol)

Enemigos y problemas del reino de Jerusalén

El más cercano de los enemigos de los Cruzados era el Egipto ayubí de Saladino, que organizaba al menos un intento de invasión al año e incontables incursiones; empeñados en reducir las posesiones Cruzadas en Tierra Santa. Afortunadamente para los europeos, los ejércitos egipcios consistían, principalmente, en un gran número de arqueros seljúcidas a caballo, pequeños grupos de guerreros a pie y caballería ligera árabe.

Las fuerzas egipcias no contaban por entonces con caballería pesada —al menos en cantidad— que pudiera hacer frente a los caballeros occidentales o a los poderosos “hombres de armas” montados, que eran generalmente la clave de los ejércitos cruzados, llevando a veces la victoria con una sola carga.

El Rey Leproso sin herederos

En 1177, el Reino de Jerusalén hizo frente a dos grandes crisis. Internamente, la cuestión principal era el rey Balduino IV, que, además tener unos 16 años estaba enfermo de lepra, con lo que su vida llegaría pronto a su fin sin dejar un heredero.

El candidato más probable era el hijo de su hermana, Sibila, que acababa de nacer. Pero Sibila había perdido a su marido, Guillermo de Montferrato y los nobles del reino trataron de buscarle un esposo que pudiera hacerse cargo del reino cuando Ballduino IV falleciera.

La llegada de Felipe, conde de Flandes (Felipe de Alsacia) y pariente del rey, trajo la segunda gran crisis; complicó los planes de los nobles ya que Balduino le ofreció la regencia del reino y el mando del ejército franco, que se preparaba para invadir Egipto.

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La famosa representación de Balduino IV en la película “El reino de los cielos”

Felipe exigió varias prerrogativas para acceder al mando del contingente cruzado, entre ellas que Sibila se casase con uno de sus vasallos o cualquiera de las tierras que se conquistasen en la invasión a Egipto. Todas fueron rechazadas por Balduino. Felipe de Flandes decidió entonces irse y apoyar al Principado de Antioquía llevándose consigo varios de los hombres de armas de Jerusalén y a cientos de soldados, dejando a Balduino con menos efectivos.

Mientras todo esto ocurría, el sultán ayubí de Egipto, Saladino, comenzaba los preparativos para atacar Jerusalén. A mediados de noviembre marchó hacia Palestina a la cabeza de un ejército de unos 26,000 hombres (según Guillermo de Tiro).

El ataque de Saladino a Jerusalén

Balduino, enterado de este avance, hizo un llamamiento a todo cristiano de Jerusalén para que cogiese sus armas en defensa del Reino. Como resultado, los efectivos de infantería y turcopolos crecieron considerablemente. Era noviembre de 1177

El plan del Rey Leproso era montar una defensa en la fortaleza de Ascalón, una de las principales ciudades en la ruta comercial entre Egipto, Jerusalén y el Mediterráneo Oriental. Allí reunió a sus caballeros llevándose consigo al obispo de Belén (Aubert) portando su fragmento de la Vera Cruz y, antes de atrincherarse, envió diferentes misivas a las fortalezas cercanas, una de ella a los Caballeros Templarios que defendían Gaza, para que acudieran a su llamada en Ascalón.

Fuerzas en combate, Saladino contra el Rey Leproso

El rey de Jerusalén tenía alrededor de 450 caballeros, de los cuales 80 eran templarios bajo las órdenes del maestre Eudes de Saint Amand. Reinaldo de Châtillon estaba a cargo de la fortaleza y Jocelín III de Courtenay, senescal de Jerusalén —tío del rey— organizaba la infantería voluntaria, de unos 4000 hombres según algunos historiadores, que se había reunido a toda prisa. Turcópolos, ballesteros e infantería de los nobles sumado al resto da una fuerza de —como mucho—unos 6,000 hombres.

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Balduino al frente de su ejército, por Hal Osaka.

La composición de las líneas de Saladino es algo más complejo. Solamente el cronista Guillermo de Tiro nos da la cifra de 26,000 hombres. Pero no da un desglose de la composición del ejército. Una vez más, nos vemos obligados a especular cogiendo fuentes de investigadores de aquí y de allá. Probablemente 2/3 de su ejército serían caballería —mamelucos—, esclavos entrenados para el combate y arqueros a caballo el resto. La otra tercera parte serían lanceros, infantería y arqueros a pie. Una pequeña parte del ejército, caballería pesada vestida con túnicas amarillas, sería la Guardia personal del sultán, que no pasaba de los 1,000 hombres.

Preludio de la Batalla 

Saladino creyó que el Rey Leproso y sus fuerzas se habían refugiado en Ascalón por miedo, y que el resto de su invasión iba a ser pan comido. Envió un pequeño contingente para bloquear la fortaleza y continuó en su avance hacia Jerusalén. Tras esto, el sultán egipcio cometió un error grave, aflojó la disciplina y permitió a sus regimientos montados asaltar y saquear los poblados de la campiña. Las ciudades de Arsuf, Ramla y Lydda fueron arrasadas, recogiendo alimentos, caballos y ovejas.

Sin embargo, la fuerza cruzada salió de Ascalon, eludiendo la pequeña fuerza de bloqueo y siguió de cerca al contingente ayubí, siguiendo la estela de devastación que dejaban tras ellos. Por último, en las cercanías de la ciudad de Ramala, cerca de la moderna aldea de Tell al-Safi, exploradores cruzados informaron que Saladino había perdido gran parte de sus tropas debido a que muchos regimientos estaban dispersos saqueando los poblados y otros estaban llevándose el botín en caravanas de vuelta a Egipto.

Sorpresivamente Balduino, junto a sus hombres, asomaron con la Vera Cruz al frente por las lomas arenosas a las espaldas de Saladino, pudiendo el ayubí organizarse para la batalla con su guardia mameluca y algún apoyo de infantería que cubrió sus alas derecha e izquierda.

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La Carga de Montgisard, 25 de noviembre

Balduino descendió de su caballo y rezó ante la reliquia, sus nobles y ejército hicieron lo mismo, ante la sorpresa de los musulmanes que trataban de organizar sus líneas apresuradamente.

El Rey Leproso, tras recubrir sus brazos con fuertes vendajes para proteger sus yagas; con su brazo bueno —el izquierdo— desenvainó su espada y, a la cabeza de la caballería inició la carga. El ejemplo del joven rey Balduino armó de valor a sus tropas que cargaron a toda velocidad contra los egipcios.

El impacto de los Caballeros cristianos fue brutal, rompieron a la primera carga la formación ayubí hundiendo su moral. La guardia del sultán era la única que luchaba para defender a su líder, cayendo como moscas. De no ser por ellos, Saladino hubiera resultado muerto o capturado en esta batalla.

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Escena de “El reino de los cielos”

Saladino se retira derrotado

Viendo que la situación se complicaba, Saladino huyó y sus hombres, a excepción de su poderosa guardia mameluca que cubrió su retirada, corrieron en desbandada. Finalmente, tras vencer a todos los capas amarillas, los cruzados comenzaron una persecución para tratar de alcanzar al Sultán que duró hasta el anochecer.

El resto de su ejército, diseminado, sufrió el hostigamiento por todo el territorio cruzado, llegando muy pocos a Egipto, se cuenta que el 10% de todo su ejército. A pesar de la victoria, al menos, un 30% del ejército cruzado murió en esta batalla, obviamente este tipo de victorias pírricas —ya que fueron demasiadas bajas para el ejército que tenía Jerusalén, siendo al final una batalla poco favorable—  no podían mantener la cohesión de un reino que necesitaba un flujo constante de militares europeos. La victoria de Balduino fue absoluta.

Y así nació la leyenda del Rey Leproso, los cronistas lo contaron así:

El joven rey, atacado por la lepra, superó todos los obstáculos y luchó con gran valor, lo que dio también valor a sus hombres.

Miguel Ángel Ferreiro

Militar de carrera, autor de "La Segunda Columna" (Ed.Edaf), director de este proyecto e Historiador del Arte (UNED). Entre África y Europa, como el Mediterráneo.

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