El estornino (2021), de Theodore Melfi

El matrimonio Maynard, Lilly y Jack, han preparado con ilusión el nacimiento de su primer hijo, lo que incluye una habitación decorada cariñosamente. Pero su bebé muere prematuramente, y quedan completamente rotos. Especialmente grave es el caso de Jack, que ha intentado quitarse la vida y que es recluido en un psiquiátrico donde con medicación y terapia se procura su recuperación. Lilly, que trabaja en un supermercado, va a ver al esposo todas las semanas en el horario permitido de visitas, e intenta mantener el ánimo, aunque está igualmente triste y como vacía. Una forma de ocupar su tiempo es cuidar una pequeña huerta en el jardín, pero sorprendentemente se verá atacada por un pájaro, un estornino, que ha puesto su nido en las proximidades y que defiende su territorio con todas las armas a su disposición. Para curar las heridas de un ataque, Lilly acude a ver a Larry, un conocido, veterinario, que de modo informal ejerce con ella de terapeuta.

Theodore Melfi sorprendió con su primer largometraje, St. Vincent, donde aborda a su manera nada menos que la santidad, y confirmó su valía con Figuras ocultas, una mirada al papel jugado por mujeres afroamericanas en la carrera espacial estadounidense. Reafirma la agudeza de su mirada al ser humano y sus cuitas con El estornino, una reflexión sobre el modo en que encaramos las desgracias y calamidades. Pero el resultado de su film, cuyo guión no firma –se debe al poco conocido Matt Harris–, es irregular. Esto ocurre sobre todo porque la metáfora del estornino resulta demasiado forzada, y a veces las agresiones del pájaro producen risa involuntaria, casi parecen de "cartoon", algo intensificado por una actriz especializada en comedia como es Melissa McCarthy.

Lo dicho antes no impide que McCarthy y Chris O'Dowd hagan un buen trabajo como cónyuges que comparten su dolor de modos muy diferentes, que les han alejado en un momento en que el amor mutuo sería más necesario que nunca. La trama abunda en detalles cotidianos sobre cómo la situación impide concentrarse en el trabajo –Lilly etiqueta con el precio incorrecto la mercancía del supermercado, por ejemplo–, las posibilidades y límites de la ayuda de los profesionales sanitarios, y la necesidad del apoyo de los seres queridos. La tragedia que atraviesa toda la narración trata de suavizarse con algún punto humorístico, y aquí hay equilibrio, Melfi da con el tono justo. Alegra además ver en la pantalla a Kevin Kline, a quien no se veía en una película desde 2017 en La Bella y la Bestia.