Un matemático contra Roma

El asedio de Siracusa, Arquímedes contra Marcelo

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Con el nombre de garra de Arquímedes conocieron los romanos la gran grúa diseñada por este matemático griego para hundir las naves que atacaron la ciudad. Grabado del siglo XVIII.

Cordon Press

Aunque Siracusa había sido una fiel aliada de Roma desde que esta pusiera por primera vez los pies en Sicilia durante su primera guerra contra Cartago, la muerte del tirano Hierón II en el 215 a.C. aupó al poder a la facción antirromana de Epícides. 

Este veía en los romanos una amenaza a su independencia debido a su expansionismo desenfrenado, de modo que convenció al nuevo tirano Hierónimo para romper con Roma y alinearse con Cartago, algo que parecía aún más recomendable dada la desastrosa derrota que Haníbal había infligido a las legiones en la batalla de Cannas, librada en agosto del año anterior.

La guerra contra Roma

Sin embargo el senado romano no permitiría que la mayor ciudad de Sicilia les traicionara impunemente, y pese a haber sufrido enormes pérdidas en la guerra lograron reunir a tres legiones y una flota de sesenta quinqueremes, que fueron enviadas a la isla bajo el mando de Apio Claudio y Marco Marcelo. A ellos se les añadían los supervivientes de Cannae, que exiliados de Italia por haberse rendido a Haníbal serían usados como mano de obra en el inminente asedio.

Construida en una península amurallada separada de la costa por una ancha bahía, Siracusa era un objetivo formidable. Además contaba con el genial matemático Arquímedes, quien había fortificado la meseta de las Epípolas en el punto donde la ciudad se unía a tierra, y quien diseñaría también unas fabulosas máquinas de asedio que harían la vida imposible a los romanos.

Archimedes Philosophe Grec  (BM 1879,1213 117) (1) copia

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Arquímedes, grabado de André Thevet, 1584. Según algunos autores tardíos el matemático construyó unos grandes espejos para quemar las naves romanas, algo descartado por los historiadores actuales.

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Enfrentados a una formidable barrera defensiva erizada de catapultas y balistas, las legiones intentaron tomar la plaza atacando a la vez por tierra y mar. Al mando de la flota, Marcelo diseñó sus propios ingenios para tomar los muros, uniendo dos galeras entre sí y montando sobre ellas escaleras cubiertas a través de las que sus hombres podrían llegar a las almenas, y torres de asedio equipadas con artillería.

Un asedio sin cuartel

Con lo que no contaban los generales romano era con los geniales inventos de Arquímedes. Cuando iniciaron el ataque en tierra unas enormes catapultas de tamaño nunca visto les lanzaron enormes rocas que destrozaban las formaciones romanas, mientras que en la bahía las naves romanas eran hundidas por grandes pesos o por unas grúas giratorias que las sacaban del agua y las estrellaban contra las rocas.

Sambuke gelo4

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Una de las escaleras flotantes (sambuca) construidas por Marcelo durante el asedio.

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Las escaleras flotantes tampoco sacaron a los romanos del apuro, pues Arquímedes había dispuesto unas máquinas ocultas que cuando alcanzaban la muralla lanzaban sobre ellas unos grandes pesos de 260 kilos que las destrozaban por completo. Además el astuto matemático había abierto una serie de troneras en las base de la muralla, de manera que todo romano que alcanzaba la orilla era inmediatamente acribillado. 

Tras sufrir indecibles pérdidas los comandantes romanos ordenaron la retirada, y cercaron la inconquistable ciudad, creyendo según cuento Polibio que “dada su numerosa población la mejor manera de reducirla era por hambre”. Dejando a Apio para mantener encerrados a los siracusanos con el grueso del ejército, Marcelo aprovechó el tiempo recorriendo Sicilia con un destacamento, acabando una por una con todas las villas que se habían pasado a Cartago.

El fin de una ciudad estado

Al final Siracusa no caería por hambre ni por fuerza bruta sino gracias a una combinación de traición y descuido. Cuenta Polibio que en el otoño de 212 uno de los defensores desertó, informando a a Marcelo de que los siracusanos llevaban tres días bebiendo vino mientras celebraban un festival en honor a Artemisa

Römische Republik   Münzkabinett, Berlin   5472194

Römische Republik Münzkabinett, Berlin 5472194

Moneda romana de finales dels siglo III a.C. Dios Marte en el anverso y águila romana en el reverso.

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Considerando que los defensores de las Epípolas estarían borrachos, Marcelo seleccionó una de las torres de menor altura y la atacó por la noche con un contingente de mil hombres escogidos. Estos ascendieron el muro con escaleras y una vez arriba “mataron a la mayoría sin ser descubiertos, [...] y abriendo la primera porterna construida en la muralla dejaron entrar al general y al resto del ejército”.

Con el enemigo dentro de las murallas el pánico cundió entre los defensores, alarmados por grupos dispersos de romanos que soplaban sus trompetas a lo largo de las Epípolas, para hacerles creer que atacaban desde todas partes. El ejército siracusano quedó deshecho durante ese combate nocturno, y al despuntar el alba las legiones entraron en la ciudad masacrando a la población en vengaza por el largo asedio.

Death of Archimedes (1815) by Thomas Degeorge

Death of Archimedes (1815) by Thomas Degeorge

Muerte de Arquímedes. Óleo de Thomas Degeorge, 1815, museo de arte Roger-Quilliot, Clermont-Ferrand.

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Arquímedes fue una de las víctimas de este frenesí violento, asesinado pese a las órdenes de Marcelo de capturarlo con vida, cuando, según Plutarco, se negó a rendirse antes de haber solucionado un problema matemático.