Edurne Pasaban: «No puedes estar escalando ochomiles y tener una familia» - Desnivel.com
AL PRIMER TOQUE

Edurne Pasaban: «No puedes estar escalando ochomiles y tener una familia»

Fue la primera mujer en coronar las catorce cimas más altas de la Tierra. Renunció a crear una familia, pero ganó que su sobrino ‘la estudie’ en el colegio como personaje célebre. Darío Rodríguez y Héctor Fernández hablan con ella en su programa Al primer toque.

Edurne Pasabán en el Annapurna el 17 de Abril de 2010.  ()
Edurne Pasabán en el Annapurna el 17 de Abril de 2010.
Darío Rodríguez y Héctor Hernández | 17 comentarios |

Edurne Pasaban se convirtió en la primera mujer en ascender todos los ochomiles en el año 2010, tras una carrera de 9 años dedicados completamente al objetivo. Para hacer historia tuvo que manejar la presión por conseguirlo antes que otras, las exigencias de los patrocinadores, su condición de mujer en un mundo de hombres o la carga de hacer renuncias personales.

Darío Rodríguez y Héctor Fernández hablan con ella en el programa Al primer toque de Onda Cero para conocer cómo vivió esa época tan importante de su vida, cómo vive ahora y las consecuencias de haber elegido la vida del alpinista.

Hace ya unos años que acabaste la carrera de los ochomiles, pero gracias a Youtube se pueden revivir tus historias y seguir emocionándose con ellas.
Las tecnologías de hoy en día son una pasada. Hoy justo hablaba de ello en una reunión, sobre cómo podemos coger imágenes de un montón de plataformas que te ponen en un momento que ha sido importante para ti.

«Los catorce ochomiles los hice en nueve años en los que me dediqué al 100%»

Tu carrera en el mundo de la aventura te desgastó mucho. Hace tiempo contaste que terminaste los ochomiles y tuviste la sensación de desinflarte.
Fueron unos años muy intensos, sobre todo los últimos, enfocados en terminar los catorce ochomiles. Los hice en nueve años en los que me dediqué al 100%. Al final hay una sensación de satisfacción, de tranquilidad, de desinfle, de vértigo, de qué voy a hacer ahora que termina una etapa súper importante de mi vida.

¿Pudiste disfrutarlo de verdad con la presión que llevabas?
Sí, ha habido momentos que hemos disfrutado, pero es verdad que la exigencia y la presión eran muy grandes. Había que terminar. Hacer un ochomil y volver sin la cumbre implicaba que tendríamos que volver a ir, aunque quedaban más. Era duro, pero sí disfruté. Recuerdo la primera vez que hice los bidones: sabéis que llevábamos todos los trastos en bidones y no en maletas, y en la primera expedición, en 1998, recuerdo la ilusión con la que metía las cosas. La última expedición la hice con la misma ilusión. Mi madre estuvo en todas las preparaciones ayudándome con la comida y siempre había ilusión. Si no, no tendría sentido.

«Mi mayor fan era mi abuela»

Solo en el campo base ya pasan muchas cosas que generan tensión.
Sí, tan solo con lo que se vive ahí… Las tensiones porque hay que hacer esto, porque hay que hacer lo otro, y todo influye: el medio, el tiempo, la gente, todo.

Mucha gente se imagina al aventurero llegando tranquilamente al campo base, asentándose, mirando el mapa, y tirando para arriba si hace buen tiempo. Ojalá fuera todo tan fácil, ¿no?
Ojalá. Para llegar al campo base ya hay que dar muchos pasos. Elegir a dónde ir, con quién quieres ir, preparar el equipo. Vamos a estar ahí dos meses, no vale querer algo de repente, tienes que ir preparado de casa. La gestión de antes es una pasada y luego, ya en el base, no solo es esperar al buen tiempo. El día a día es duro, estás en un medio que no controlas y puede pasar cualquier cosa. Puedo subir mañana al campo 1, montar tiendas y equipar hasta 6.000 metros y, si hay una semana de mal tiempo, puede que cuando vuelva no esté mi tienda ni mi saco de dormir ni nada. Hay que volver a empezar y lo que tienes que hacer es no rendirte en ese medio tan hostil, pensar en las tiendas que quedan de reserva, volver a subir.

«Soy un poco supersticiosa, y todas las cimas de mi vida las he hecho con la misma camiseta»

Ya ha pasado un tiempo desde que terminaste, ¿eres consciente de lo que significas para la historia del alpinismo?
Bueno, sí, eres la primera mujer, eres un referente y esas cosas, pero realmente me doy cuenta, por ejemplo, con mi sobrino. Tiene ocho años y empieza a hacer trabajos en el colegio. El otro día les pusieron a los personajes conocidos de Tolosa [donde vive] y salían Xavi Alonso, Ainhoa Arteta y Edurne Pasabán. El pobre niño supo que era su tía y fue a preguntarle a su abuela si soy famosa. Claro, mi madre no sabía qué contestarle. Es gracioso porque sales en los libros de los chavales y te paran y te dicen que han hecho un trabajo sobre ti y así te vas dando cuenta de que lo que has hecho pasa a los libros y a la historia.

El alpinismo tiene una parte humana importante. Cuéntanos el ritual que repitió tu abuela en tus expediciones.
Cuando iba a las expediciones, mi mayor fan era mi abuela, y siempre que me marchaba hacía un ritual: me dejaba un sobre encima del mueble de la televisión de casa de mis padres con una postal de una virgen o un santo y 50 euros. No me lo daba, lo dejaba. El dinero era “para pipas para el avión”, porque la mujer se dio cuenta de que no llegaba para mucho. Tengo una postal de una virgen o santo diferente por cada expedición, y he hecho más de 20. Cuando llegaba a la cumbre las llevaba en una bolsa zip-loc de los congelados dentro del buzo. Han ido a las cimas de todos los ochomiles.

Para el día de la cima también tenías otro ritual…
Soy un poco supersticiosa, y todas las cimas de mi vida las he hecho con la misma camiseta, siempre limpia. Es una camiseta blanca de algodón. Salgo del último campamento con ella. Si no está, mal fario. Hay veces que te llegas a comer la cabeza.

» [La muerte] es un tema tabú, pero sabemos que si pasa seremos capaces de enfrentarlo»

En los nueve años de carrera sumando ochomiles, ¿cuándo empezaste a ser consciente de que te estabas jugando la vida?
Al principio no eres consciente. Cuando fui al primer ochomil en 1998 éramos unos pardillos. Yo no sabía ni cómo era un ochomil, aunque había hecho alpinismo: había ido a los Alpes, a los Andes y a montañas de más de 6.000 metros. Cuando te imaginas un ochomil lo haces como cuando vas en avión y pone que estás a ocho mil metros de altura. Empecé a tomar conciencia cuando empezaron a pasar cosas a mi alrededor: cuando fallece un compañero o desaparece.

¿Alguna situación te ha costado más superarla?
Sobre todo la pérdida de miembros del grupo. En 2001 sólo había hecho el Everest, no había hecho muchas expediciones, y vi la muerte muy cerca junto con Carlos Soria, dos italianos y Pepe Garcés. Esa vez fue la primera que falleció alguien de mi equipo, siempre parece que no te va a tocar a ti, hasta entonces solo oía que pasaban cosas.

La tragedia más potente la vives en Pirineos…
Sí, en una clásica como es la norte del Tallón, en 2007. Nos fuimos cinco amigos a hacerla con unas condiciones buenísimas. Una tontería de resbalón de uno de ellos se llevó a tres de los cinco que íbamos. Yo estaba hablando con uno, la cuerda le tiró y desapareció.

«La muerte siempre está presente»

Queremos ser justamente cuidadosos con estos asuntos para no ser amarillistas, pero, en ocasiones, los que os dedicáis al alpinismo naturalizáis la muerte. Entráis en un escenario en el que es tan normal que pase que, imagino, te conviertes en una persona muy fría.
Nos volvemos fríos y pragmáticos. La muerte está presente. Imaginaros solos en una tienda donde hay seis tíos esperando a que haga buen tiempo para subir. Cada uno en su interior es consciente de que alguno de los que está ahí puede fallecer en esa subida, pero nadie lo plasma encima de la mesa. Es un tema tabú, pero sabemos que si pasa seremos capaces de enfrentarlo.

¿Crees que el alpinismo moderno, con tanta presión de patrocinios, obliga a que los alpinistas asuman más riesgos?
Quiero pensar que no somos tan locos para pensar en esto, a mí por lo menos no me ha influenciado. Yo he tomado las decisión de darme la vuelta porque sino, probablemente, no estaría aquí. Creo que los alpinistas tenemos la capacidad de ordenar la cabeza suficientemente bien para tomar este tipo de decisiones. Yo no he sentido esto y creo que en nuestro entorno, aquí en España, nadie se la juega más por tener un patrocinador. A mí un nunca me han dado más dinero por hacer cima, no tenemos plus por objetivos y eso es bueno, es honesto por su parte.

«Tenemos de ejemplo a Carlos Soria, que tiene 77 años y está jugando en primera»

Durante una etapa importante de tu vida tu objetivo fueron los catorce. ¿Qué pasa cuando te quedas sin objetivos? ¿Sientes la añoranza del Himalaya y de las grandes montañas?
Sí, siento añoranza de las grandes montañas, pero creo que en la vida tiene que haber un antes y un después. Creo que todos los deportistas tenemos que saber que nuestra presencia en la cima de los ochomiles y entre la élite tiene que terminar algún día, tenemos que saber vivir esa vida paralela. Eso no quiere decir que no añoremos, y más en un deporte como el nuestro. Quizás un futbolista profesional sabe que a partir de una edad ya no va a poder jugar en primera, pero nosotros tenemos de ejemplo a Carlos Soria, que tiene 77 años y está jugando en primera. Esto no se termina y te hace anhelar más. Yo no quiero decir que me he retirado porque nunca se sabe.

¿Quieres volver?
Sí, lo que pasa es que ahora me dedico profesionalmente a otras cosas como dar charlas. No ha sido el momento. Llevo cinco años sin ir a grandes montañas y respirar otros aires no me ha venido nada mal.

¿Mantienes la amistad con tus rivales?
Sí, con Gerlinde Kaltenbrunner un montón. Con la coreana [Oh Eun-sun, alias Miss Oh] no, yo no sé coreano y ella casi no habla inglés. Gerlinde ahora tampoco hace muchas cosas y sí nos hablamos, nos preguntamos por nuestra vida y pensamos en ir juntas a algún sitio.

«Teníamos un reto y queríamos ser los primeros»

En su momento hubo tensión, ¿estabas en casa queriendo ponerle un GPS a la coreana para saber dónde estaba en cada momento?
Con la coreana se creó una cosa que no era tensión. Teníamos un reto, queríamos ser los primeros y había mucha gente, empezando por mi equipo con Asier Izaguirre, Alex Txikon, Ferrán Latorre, que no pensábamos ser los segundos. Teníamos que ser los primeros y por eso teníamos presión. Me acuerdo cuando nos enteramos de que la coreana había hecho los catorce, estábamos en el campo base del Shisha Pangma [el único ochomil que les quedaba] y la coreana había terminado todos, teóricamente. Nosotros aún no habíamos subido el Shisha y se formó una tensión increíble en el campo base. Nosotros teníamos el objetivo de hacer el ochomil que nos quedaba y lo que hice fue apagar el satélite para cortar internet. Era despertarse por la mañana y encontrar los comentarios y el machaque. Pensamos que era mejor llegar a casa y ver qué pasaba.

Luego se demostró que la coreana no había subido el Kanchenjunga. ¿Cómo ha sido ser mujer en un mundo masculino?
Es un deporte masculino y sí, normalmente no ha habido chicas en el base. Alguna vez iban Ester Sabadell o Marianne Chapuisat con el programa Al Filo de lo Imposible, pero no era lo normal, solía estar solo con hombres. Yo me he sentido cómoda, me han respetado mucho, he sido una más del equipo y eran como mis hermanos. Aún me acuerdo de estar en el CB no solo con los hombres de mi equipo, sino de todas las expediciones. Tras dos meses de estar ahí se me acercaban para ver a la única mujer que había y cuando venían andando, los de mi equipo decían: “les vamos a meter una hostia…”. Yo quería que me dejaran, ninguno era mi novio, pero no les sacabas de ahí.

«No puedes estar escalando ochomiles y tener una familia»

Como mujer, ¿a qué has tenido que renunciar para vivir tu sueño?
Esta carrera ha sido de renuncias personales. No puedes estar escalando ochomiles y tener una familia. Quizás esto es lo que más me pesa. Con 42 años no tengo un hijo, pero no se puede tener todo. Hay un momento clave en mi vida en el que tuve que decidir. Mucha gente me pregunta por qué no hay más mujeres haciendo esto. Yo creo que una de las claves es que combinar estas dos cosas es complicado. Cuando te haces profesional y tienes experiencia y dinero para ir a las expediciones ya eres mayor. Cuando llegas a ese punto tienes que tener clarísimo si quieres dedicarte a ir al Himalaya a subir montañas de ochomil metros o si quieres seguir otro camino. Yo elegí el que habéis visto. No me pena aunque en algún momento dudé mucho. Ahora soy feliz y tengo dos sobrinos magníficos.

¿Con Juanito Oiarzabal limaste asperezas?
En eso estamos. No hay nada, solo tuvimos una bronca en 2011 y ahora cada uno hace su vida. Hemos sido muy amigos, era como mi padre o mi hermano mayor. En montaña he aprendido mucho de él. Entrar en el equipo, conocer a Sebastián Álvaro y entrar en Al Filo de lo Imposible ha sido gracias a él. Todas las etapas tienen cosas buenas y malas. Además, ahora él está en activo y yo no, la vida nos pondrá a cada uno en nuestro sitio. No es normal haber vivido tantos años y acabar peleado con una persona que ha sido tan importante en tu vida.

«Esta es la juventud que viene empujando por detrás»

Eso vino provocado por la inmediatez.
Claro, allí no lo puedes controlar. Pasaron unas imágenes que a él le sentaron mal, yo lo entiendo, pero no las pude controlar. Había tantos medios… Si es que nos pasaba una cosa: si se moría alguien en el campo base, teníamos que darnos prisa en llamar a la familia, porque si no se enteraban antes por los medios de comunicación.

Tenemos atletas y deportistas fantásticos en España, ahora con las carreras por montaña hay muchos casos de éxito. ¿Cómo lo ves?
Sí, hay gente muy buena con unos potenciales increíbles. Esta es la juventud que viene empujando por detrás. Mis padres no conocen a nadie que corra pero siempre van a la Zegama-Aizkorri.

¿Viste la película Everest?
Sí, me gustó. Es una película de Hollyood con unos medios muy grandes, pero para nosotros es difícil plasmar lo que se vive ahí arriba en sensaciones, ruidos, etc. Esta película de alguna manera lo consigue. Algunas cosas las exageran, otras no. Ha habido gente que ha visto la película y después me ha preguntado. Creo que cuando damos charlas no se dan cuenta de lo que vivimos ahí, quizás quitamos importancia a muchas cosas.

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