No te preocupes, querida (2022), de Olivia Wilde

Intrigante cinta feminista y distópica, que se convierte en el segundo largo de la actriz Olivia Wilde tras Súper empollonas, que se reserva un pequeño papel. La trama transcurre en una aislada comunidad de los años 50, donde residen unas cuantas familias apartadas de la ciudad, los maridos trabajan en el misterioso Proyecto Victoria liderado por Frank, del que no pueden decir palabra, mientras que a las esposas les toca ser las amas de casa ideales, que reciben al cónyuge con la casa perfecta, y con un par de besos, si es que no lo hacen de un modo más fogoso, el caso de Alice Chambers con Jack, ambos parecen literalmente animales en celo. Sin embargo, una de las mujeres, Margaret, parece haber perdido la cabeza, dice que las cosas no son lo que parecen, y la actitud de las otras, incluida Alice, es la de decirse “pobrecita”. Hasta que la propia Alice, que ha notado que algo extraño sucede, observa cómo una avioneta se estrella en los alrededores, o cómo todos niegan lo han visto sus ojos, que Margaret se ha rebanado el pescuezo.

Wilde maneja un guión de Katie Silberman, productora de la cinta como ella, que con su buscado aire de irrealidad, parece evocar el clásico de la ciencia ficción Las mujeres de Stepford, que incluso conoció un desmejorado remake. Juega con la idea de un mundo que, de tan “perfecto”, resulta terriblemente “imperfecto”, por lo que tiene de impostado, y porque oculta una terrible alienación que conculca la libertad de las personas. Para subrayarla, juega con una imágenes de coreografías caleidoscópicas mostradas en plano cenital, que retrotraen a las clásicas creadas para la pantalla por Busby Berkeley. También son metafóricos los huevos que no tienen nada dentro, el tocino que acaba quemándose en la sartén, o el café que se vierte en una taza que nunca acaba de llenarse, para hablarnos de que nadie puede obligarnos a la perfección, que tal pretensión acaba logrando que las personas acaben saltando literalmente por los aires. Otras ideas que inspiran, por el uso de tipos con mono rojo y la percusión, es la serie coreana El juego del calamar.

Más allá de lo discutible que es acabar echando la culpa al machismo rampante de todos los males que padece la humanidad, idea que empieza a resultar cansina, por lo que tiene de victimismo simplificador, hay que decir que el film, que empieza con buen ritmo y tiene pasaje muy logrados, acaba descarrilando en su tramo final. Cuando llega la hora de las sorpresas y las explicaciones Wilde se mueve con torpeza, parece incapaz de rematar la faena, si se me permite la nada políticamente correcta metáfora taurina. De modo que queda esa sensación de cinta de ideología obvia y malograda en su desenlace. De todos modos conviene destacar el trabajo actoral de Florence Pugh y Harry Styles, como pareja que se quiere, pero con un amor... imperfecto.