La parábola de Sacchi - Panenka
PUBLICIDAD

La parábola de Sacchi

Su ascenso a la gloria fue tan rápido como su caída. Y a pesar de todo, Arrigo Sacchi, el técnico que revolucionó el fútbol italiano a finales de los 80 con aquel maravilloso Milan, sigue inspirando sangrientas batallas ideológicas

sacchi

En una de las escenas culminantes de ese tratado de filosofía que es Blade Runner, el magnífico replicante interpretado por Rutger Hauer pregunta a su creador por qué su vida tiene que tener una fecha de caducidad. Y éste le contesta: “La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”. Siempre tengo en mi mente esta cita cuando pienso en la fabulosa y, al final, amarga parábola de Arrigo Sacchi, que, tras haber ganado en seis años un Scudetto y dos Copas de Europa y ser subcampeón del Mundo con la ‘Azzurra‘, ahora parece haber perdido el hilo de la historia de amor que mantenía con el fútbol. Todavía es fácil encontrarse hoy en día con Sacchi en los estudios de la televisión con la que colabora o, de forma menos habitual, en algunos estadios. De él llama la atención su aire de veterano de batallas supremas y terribles, cuyos ecos resuenan inevitablemente en cada una de sus palabras. Para no alejarnos del ámbito del cine de ciencia ficción, Arrigo, en ocasiones, parece un antiguo caballero Jedi seducido por el lado oscuro del balón.

Otra energía bien diferente irradiaba de su figura a principios de 1987 cuando su formidable Parma, que entonces militaba en la Serie B, eliminó al Milan de la Copa de Italia, convenciendo a Silvio Berlusconi de que Sacchi era el técnico perfecto al que encomendar el club que había adquirido un año antes.

Ésta era una época en la que el magnate televisivo demostraba tener una gran capacidad de intuición a la hora de elegir a sus colaboradores -con los años, dicha virtud la perdió clamorosamente en el campo de la política, pero ésa es otra historia-. En la primavera de 1987, Berlusconi acompañó hasta la puerta de salida a Nils Liedholm, puso en stand-by a Fabio Capello tras una breve y positiva experiencia en el banquillo y fichó a Sacchi. Es complicado decir si en aquella época Berlusconi ya cultivaba ambiciones políticas, pero quien frecuentaba Milanello en aquellos años no olvida las habituales ruedas de prensa del presidente, invocando la ‘misión’ -así la llamaba él- de construir el equipo más fuerte de la historia. A Sacchi lo eligió por ese motivo: el mero éxito no satisfacía la orden presidencial, era necesario conseguirlo a través de un juego generoso y ofensivo, capaz de ganarse un consenso globalizado.

 

Berlusconi eligió a Sacchi por ese motivo: el mero éxito no satisfacía la orden presidencial, era necesario conseguirlo a través de un juego generoso y ofensivo

 

Los conceptos de Arrigo partían de los cimientos del fútbol total holandés -todo el mundo ataca, todo el mundo defiende- fortalecidos por una orientación de igualdad, a caballo entre lo católico y lo comunista (algo irónico cuando quién te está pagando el sueldo es Berlusconi). En aquella época, Sacchi atribuía su concepción del futbol a Claudio Coutinho, seleccionador de Brasil en el Mundial’78, que falleció tres años más tarde de forma trágica en un accidente en el mar. Coutinho teorizaba y practicaba la igualdad de esfuerzos y compromisos entre las grandes estrellas y los trabajadores que actuaban en la sombra en nombre de un bien colectivo. Un marxista en el que Arrigo se inspiró para la construcción de su Parma y que quedó como toda una referencia conceptual también en el Milan, donde la gestión de los campeones ya presentes (Baresi, Maldini o Donadoni) y de aquellos fichados para él (Gullit, Van Basten o Ancelotti) no presentaba pocas dificultades. No fue mera casualidad que en los primeros partidos el equipo jugase fatal, perdiese demasiado y fuera eliminado de la UEFA por el Espanyol. Todos estos factores colocaron a Sacchi al borde de la destitución.

SALVADO POR VIRDIS

Un choque en Verona, correspondiente a la sexta jornada y disputado el 25 de octubre de 1987, parecía su última oportunidad. Gianni Brera, uno de los periodistas más respetados de Italia, y citando un soplo proveniente de las altas esferas de Fininvest, llegó a anunciar que Sacchi sería cesado si perdía ese día. El Milan ganó gracias a un gol de Virdis, iniciando una extraordinaria remontada que se culminó el 1 de mayo de 1988. Aquel día, un 2-3 en San Paolo ante el Nápoles de Diego Armando Maradona fue clave para que, a falta de dos jornadas, Sacchi ganara el Scudetto, el único que ha conquistado en toda su carrera, algo que sus detractores aún le reprochan.

Casi 40 años después, la figura de Arrigo -admirada y respetada en todo el mundo- sigue inspirando sangrientas batallas ideológicas en Italia. Parece increíble, pero es explicable si se escarba un poco. Elegido por un monarca, Berlusconi, que le ahorró unos cuantos peldaños de la escalera que conduce hacia la cumbre, Sacchi entró en el fútbol de elite con el ímpetu del revolucionario e irrumpió en un escenario donde la defensa y el contraataque eran conceptos sagrados. En un entorno que solía confiar en la inspiración del crack de turno para la solución del enigma ofensivo, Sacchi contrapuso un sistema de juego codificado en cada detalle, libre de la improvisación y en el que cada jugador estaba responsabilizado de llevar su ladrillo.

 

Sacchi partía del fútbol total holandés fortalecido por una orientación de igualdad, a caballo entre lo católico y lo comunista

 

Arrigo aportó una revolución cultural que sedujo a los sectores más jóvenes del periodismo, mientras chocaba con la crítica conservadora. No cuesta imaginarse la perplejidad de Franco Baresi, entonces considerado como el mejor defensa del mundo, cuando Sacchi le instó a estudiar en vídeo los movimientos de Signorini, el central del Parma, menos talentoso, pero más acostumbrado a los esquemas. Una vez digerido su orgullo, Baresi llegó incluso a ser mejor.

Sacchi ganó su primera Copa de Europa en 1989 gracias a algunos partidos memorables. En la semifinal contra el Real Madrid, dominó a domicilio, a pesar de conseguir sólo un empate a uno. Emilio Butragueño, intuyendo lo que podría ocurrir días después en San Siro, avisó tras el partido: “Ha pasado por el Bernabéu un equipo maravilloso”. En la vuelta, el Milan arrolló a los bancos con un devastador 5-0. En la final del Camp Nou ganó al Steaua de Bucarest sin discusión por 4-0.

EL PRINCIPIO DEL FIN

En la temporada siguiente hubo más sufrimiento porque Sacchi era un técnico demasiado exigente y se empezó a advertir un poco de cansancio mental entre los jugadores. De todas formas, llegó otra Copa de Europa gracias a un gol de Rijkaard contra el Benfica en la final de Viena. Sin embargo, el ciclo se acercaba a su fin. Al año siguiente, Sacchi pidió a Berlusconi la salida de medio equipo, incluido el gran Van Basten. El presidente se negó y tras una temporada mediocre lo destituyó para poner en su lugar a Fabio Capello, que inició otro ciclo triunfal con cuatro Scudetti y la Copa de Europa de Atenas, quitándole presión a un equipo intoxicado.

 

Aportó una revolución cultural que seducía a los sectores más jóvenes del periodismo, pero que chocaba con la crítica conservadora

 

Cuando Sacchi llegó al banquillo de la selección en 1991 su modelo parecía haber ganado: nadie en Italia ya jugaba a la italiana, el líbero había desaparecido definitivamente y, de forma generalizada, la actitud se había vuelto más ofensiva. Pero era sólo una ilusión. Tras perder la final del Mundial de Estados Unidos’94 ante Brasil en la tanda de penaltis, llegó la decepción de la Euro’96. Los críticos, hasta aquel momento perdedores, recibieron con satisfacción la restauración del orden establecido con la llegada progresiva al banquillo de la selección de Cesare Maldini, Dino Zoff y Giovanni Trapattoni.

Sacchi intentó volver a empezar con el Milan, el Atlético de Madrid y, en los despachos, con el Real Madrid y el Parma. Pero ya se había vaciado. La suya fue una gran parábola, pero la luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo. Mejor no olvidarlo…

 


Este artículo está extraído del #Panenka14, que dedicamos al calcio en 2012, número agotado pero que sigue disponible aquí en digital


 


SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA


Fotografía de Getty Images.