Se cumplen 35 años del calentamiento más icónico de la historia del fútbol | Diego Maradona y 'Live is Life' | EL ESPECTADOR
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Se cumplen 35 años del calentamiento más icónico de la historia del fútbol

Al ritmo de Live is life, Diego Armando Maradona quedó grabado en las retinas no solo de los hinchas del Napoli, sino de todos los futboleros.

Juan Diego Forero Vélez
19 de abril de 2024 - 09:35 p. m.
Diego Maradona, del Napoli, en la previa del partido contra Bayern Múnich durante las semifinales de la Copa de la UEFA 1989.
Diego Maradona, del Napoli, en la previa del partido contra Bayern Múnich durante las semifinales de la Copa de la UEFA 1989.
Foto: Captura de pantalla

Diego Armando Maradona corría con elegancia. ‘El Diego’ no era tímido con la pelota; era elegante, orgulloso y altivo. Jamás se escondía. Todos podían ver que el balón se sentía cómodo entre sus pies y que el contacto de la esférica contra sus botines sonaba más sutil que el de todos a su alrededor.

Hace exactamente 35 años, Diego se enfrentó al Bayern Múnich por la Copa de la UEFA, vistiendo los colores del Napoli, el equipo de su corazón. Corazón que, si nos permitimos soñar un poco, podemos llegar a creer que adoptó la forma de un estadio y que ahora descansa, vivo, en Nápoles; a unos escasos kilómetros del mar, rodeado de fútbol y de gritos de gol.

El mundo necesitaba alegría. El fútbol vestía un luto que parecía eternizarse en el tiempo sin piedad. Todos añoraban algo que los distrajera del sufrimiento. Requerían, sin saberlo, un poco de ‘El Diego’. ¡Clac! ¡Clac! ¡Clac! ¡Clac! Maradona salió al campo con una chaqueta holgada, con las mangas recogidas, el cabello alborotado y el semblante tranquilo.

El estadio estaba atiborrado y cada persona, en cada silla fría, aplaudía al ritmo del inicio de ‘Live is Life’ interpretada por Opus, que sonaba con fuerza en el Estadio Olímpico de Berlín. ¡Clac! ¡Clac! ¡Clac!, Diego se sumó a la algarabía, moviendo la cabeza y los hombros, aplaudiendo con un ritmo endemoniadamente correcto, al tiempo que empezaba a mover las caderas con una autonomía ignota e inexplorada.

Sus cejas se arquearon de sorpresa, su rostro era imperturbable y todos gritaban al ritmo de su baile para nada disimulado. “Na-na-na-nana”, sonaba de fondo, mientras él solo abría los brazos, sonreía, y daba saltitos emocionado.

“When everyone gets everything…”, se escuchaba, a muchas voces, sin decoro alguno, sin obstáculo. Diego seguía hipnotizado por el ritmo y entregado por completo al goce modesto de los movimientos armónicos y entrelazados de su cuerpo con la pelota.

Caminaba por el campo con los botines desamarrados, obligado por la música y por el arte, ensuciando los cordones largos y arrugados ya, por el constante contacto con el césped. Todas las miradas en el estadio lo seguían con atención. Tocaba el balón con la cabeza, con el hombro, con los cuádriceps, y todo sin dejarlo caer al suelo, ajeno.

Era un espectáculo radical. Las personas veían cómo el precio de la boleta resultaba irrisorio y no ocultaban su alegría. Era un privilegio estar ahí, verlo a él danzar con la pelota. El partido finalmente inició, el show debía comenzar, el público lo pedía.

El argentino había jugado un partido de ida excepcional, su aporte al juego del Napoli era incuestionable. Cada finta y cada carrera eran extremadamente necesarias. Se le veía correr por el césped casi sin tocarlo, con la mirada levantada y orgullosa, con el balón pegado al pie.

El resultado global fue 4-2. El equipo italiano se clasificó y luego terminó ganando la final contra VFB Stuttgart dos semanas después en el ahora Estadio Diego Armando Maradona, que para ese entonces se llamaba Estadio San Paolo.

Esa sigue siendo la única UEFA Europa League que ha ganado el Nápoli. Y ese quizá el baile más famoso perpetrado jamás en un calentamiento de fútbol. Descansa en paz Diego

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Por Juan Diego Forero Vélez

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