Reflexión del Pastor Guillermo Decena: "La fe de Ezequías V"

Reflexión del Pastor Guillermo Decena: «La fe de Ezequías V»

El Pastor Guillermo Decena enfatiza esta semana que una de las maneras de estorbar la obra de Dios y apagar la fe es hablar con orgullo bien de sí mismo o también hablar mal de sí mismo. Es por eso que sería bueno que tengamos cuidado con lo que decimos, para no traer maldición sobre nosotros mismos.

En el libro del profeta Isaías hay una oración de Ezequías que es muy interesante mencionar. En esta oración se destacan las declaraciones negativas que el rey decía y que eran el reflejo de la condición de su corazón, las cuales trajeron maldición sobre su vida. «Yo dije: A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años» (Isaías 38:10- 14 RVR).

La interesante vida de Ezequías nos deja sus dichos escritos y su actitud, que para Dios son igualmente importantes. La actitud se puede evaluar por los dichos, pues dijo Jesús que de la abundancia del corazón habla la boca, así que meditemos en esto: ¿cómo las palabras y las actitudes pueden apagar nuestra fe?

Una de las maneras de estorbar la obra de Dios y apagar la fe es hablar con orgullo bien de sí mismo y también hablar mal de sí mismo. Es por eso que sería bueno que tengamos cuidado con lo que decimos, para no traer maldición sobre nosotros.

De todas formas, estas maldiciones podrían ser heredadas o auto infligidas, pero en ellas siempre interviene la palabra. Maldecir es hablar mal de alguien, pero cuando hablamos mal de nosotros mismos esto también puede acarrear cosas malas. En las muchas palabras abunda el pecado. Fundamentalmente porque ofenden a Dios y también ofenden al prójimo.

El Pastor Guillermo Decena brindó unos ítems al respecto:

1) El caso de Rebeca esposa de Isaac, madre de Jacob y Esaú.

«Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición» (Génesis 27:12-13 RVR). A Jacob no le correspondía la bendición de su padre y lo suplanta a Esaú. El padre de Jacob estaba ciego y lo palparía porque Esaú era velludo.

Tuvo temor de que le venga maldición y allí su madre Rebeca persuadió a Jacob a que engañara a su padre y pronunció su propia maldición.

 

2) El caso del pueblo de Israel.

«Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos» (Números 13:30-33 RVR).

«Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho murmurar contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país, aquellos varones que habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová. Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida, de entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra» (Números 14:36-38 RVR).

Es con nuestras palabras que se sella el pacto de la salvación, las palabras activan la fe o apagan la fe (Romanos 10:9-10 RVR).

Las maldiciones auto impuestas: “Te has enlazado con las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de tus labios” (Proverbios 6:2 RVR).

¿Cuántos creyentes declaran “no puedo” cuando la verdad es que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”?

Parte de la maldición de esta madre consistió en la separación del hijo que tanto amaba y al cual no pudo volver a ver antes de su muerte, ya que tuvo que huir por cerca de 20 años. La maldición auto impuesta de una persona trae consigo tristeza, depresión y desprecio de su propia vida.

La madre y el padre son personas importantísimas en el diseño de Dios para la familia, cuando uno de ellos usa palabras de maldición, toda la casa puede ser perjudicada.

Las palabras que declararon los 12 espías que entraron a reconocer la tierra prometida tuvo un fiel cumplimiento en ellos mismos: los que creyeron que podían entrar y conquistar así lo hicieron y los que confesaron que no lo podrían hacer, que morirían en el intento, murieron en el desierto antes de entrar a la tierra prometida. Solamente dos de ellos hablaron distinto, Josué y Caleb, estos hablaron positivamente y así mismo les fue.

Pero a los que desde que habían salido de Egipto murmuraban y hablaban de que Dios los había sacado de Egipto para morir en el desierto, les aconteció exactamente de esa misma manera. Toda la gente que salió de Egipto no llegó a la tierra prometida, sino que murió en el desierto.

 

3) El caso del pueblo judío.

Algo terrible aconteció cuando Pilato intentó salvar a Jesús, pues sabía que era alguien inocente. El pueblo eligió a un delincuente. Esto es parte de una maldición, elegir a una persona mala en vez de una persona justa y buena.

Esto puede pasar aún en las parejas, que se prefiere la persona mala en vez de elegir a la persona justa. Lamentablemente esto pasa muy a menudo, y es indicio de maldición, porque se constituirá en una desgracia a corto plazo.

«Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces le soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado» (Mateo 27:24-26 RVR).

Con la muerte injusta de Jesús el pueblo judío se auto-maldijo a sí mismo y a sus familias, la maldición sobre ellos vino en forma de muerte y esclavitud en manos de los romanos en el año 70 dc, y a sus familias y descendencia en forma de exilio, el cual duró más de 19 siglos, cuando fueron esparcidos por todo el mundo, sin poder regresar a su patria. Hay muchas desgracias que vienen a la vida de los cristianos y que no se pueden explicar, porque sucede que, muchas veces, vienen por maldiciones auto impuestas.

 

4) El caso de Pedro.

«Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote; y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno. Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo. Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis. Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba» (Marcos 14:66-72 RVR).

Pedro negó que fuera discípulo de Jesús y terminó su negación con maldición y juramento, cumpliendo lo que el Señor Jesucristo había adelantado.

«Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo» (Marcos 16:6-7).

Es como si Pedro no fuera contado como discípulo, ya que había negado al maestro, y era como renunciar a ser ciudadano del reino de Dios. No por eso Dios se olvida de Pedro, por eso prefiere darle la oportunidad de volver.

¿Cuál es la solución cuando se han dicho palabras de maldición de cualquier tipo? Toda palabra de maldición hay que contrarrestarla con palabras de bendición y afirmación. Tres veces negó Pedro, trayendo maldición sobre sí mismo, por lo tanto, tenía que contrarrestar la maldición, la misma cantidad de veces, por eso Jesús en Juan 21:15-17 tres veces le repite la misma pregunta: ¿Me amas?

En el caso de Pedro encontramos los 3 pasos a seguir para contrarrestar una maldición autoimpuesta:

1- Arrepentirse de lo que se dice (Marcos 14:72. «…y pensando en esto, lloraba»).

2- Cancelar, ejercer autoridad rompiendo el poder de esas palabras.

3- Reemplazar lo que se ha dicho (Juan 21:15-17 «sí Señor, tú sabes que te amo»).

Y por supuesto aprender a hablar con declaraciones llenas de sabiduría, pues si Dios me quiere bendecir, yo también lo debo hacer.

Que Dios te bendiga, te guarde de todo mal y tengas una semana de victoria!

Pastor Guillermo Decena

Centro Familiar Cristiano Eldorado

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