¿Qué son las CRISIS y para qué sirven? - EnMente Psicólogos Skip to main content

La palabra crisis procede de la palabra griega krino, que significa cruce de caminos. Así, cuando “estoy en crisis” implica que vivo en una situación conflictiva, un desequilibrio que supone una elección. La crisis siempe hace alusión a ruptura y a cambio.

La vida, contemplada en clave de crisis, se puede definir como un largo proceso de cambios (pequeños y grandes, físicos, sociales y psicológicos), que se inician con la salida del feto del útero materno y terminan con la muerte. Son desequilibrios momentáneos que llevan el sello de la crisis.

La vida es avanzar y retroceder, un sufrir y disfrutar; un querer pasar de un menos a un más, que a veces, va acompañado de angustia y sufrimiento. A este momento de nuestra existencia lo llamamos crisis. Este se produce o bien por el desarrollo biográfico del sujeto (crisis de la adolescencia, de los cuarenta, etc) o por acontecimientos externos o internos (rupturas, pérdidas, enfermedades, etc)

Es más, sin crisis, sin un mínimo de tensión no podemos vivir. Sería una vida plana, sin sobresaltos, pero también sin poder crecer psicológicamente. Es como la sal para la comida: un exceso la hace insoportable, pero su total ausencia nos priva de difrutar de los alimentación.

Una crisis es una chispa, un acontecimiento polémico que inicia la destrucción y la posterior reconstrucción de una individualidad.

Cada una de nuestras biografías está sembrada de momentos de encrucijada, de conflictos, de cambios y, por tanto, también de las resoluciones que hemos dado a esos instantes. De hecho las personas mayores siempre cuentan su vida en relación a los acontecimientos fuertes (de tensión y de crisis) que han sufrido.

La crisis no necesariamente tiene que significar retroceso, desesperación o abismo. También podemos crecer en la crisis.

La crisis (tanto la política como la religiosa o la psicológica) se puede definir de muchas maneras. Pero existe una palabra que sintetiza todo el significado: desequilibrio entre un antes y después.

Una crisis siempre supone una inflexión en el contexto al que hace referencia. Es una amenaza de la pérdida de las metas conseguidas (económicas, sociales, religiosas, psicológicas, etc) que se presenta revestida de angustia y ansiedad.

Las crisis tienen tres cosas: una solución, una fecha de caducidad y una enseñanza para tu vida.

La crisis, por definición, implica sufrimiento, que puede ser estéril, pero también de otros frutos más sabrosos. La crisis, ademas se realiza en el tiempo. Y en un tiempo relativamente corto (diferente al estrés), con un inicio y un final definido. Y además, puede posibilitar la vida o la muerte, crecer o morir. Puede ser trampolín para futuras conquistas o un pozo profundo, donde se desvanezcan proyectos y esperanzas.

La trilogia que define a toda crisis es, pues, la siguiente: desequilibrio, temporalidad y la capacidad interna de caminar hacia un más o hacia un menos. Lo cierto es que ninguna crisis es neutra; siempre supone un avance o un retroceso, nunca pasa inadvertida para el individuo, la familia o la sociedad.

Toda crisis tiene la misma secuencia: conflicto, desorden y adaptación (o desadaptación). Un conflicto, que implica tensión entre diferentes aspectos, pero que también lleva la semilla del cambio. La crisis siempre obliga a elegir. Piénsese en una crisis economica, una crisis de pareja o la producida tras una enfermedad. Anterior a ese momento se produce un desorden, impregnado de angustia y sufrimiento. Es inevitable, incluso necesario para poder llegar al tercer paso: la adaptación.

Por lo tanto, lo que produce la crisis no es el conflicto sino la respuesta que el sujeto aporta. Es decir, el problema no es el problema sino como respondemos ante él. Por esto, es comprensible que ante un mismo acontecimiento (muerte, separación , enfermedad) una persona puede hacer crisis y otra no. El que no la hace, ha puesto en marcha mecanismos compensadores que han restructurado el desequilibrio.

Conclusión: lo importante no es evitar los problemas (objetivo metafísicamente imposible de conseguir) sino posibilitar a cada persona los aportes precisos para que pueda salir de las encrucijadas de su existencia.

Como dice el psiquiatra Alejandro Rocamora «En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte».

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