‘Creatura’ supone un incuestionable paso adelante en la filmografía de Elena Martín Gimeno, sobre todo si se pone en valor el arrojo de la joven cineasta a la hora de explorar no solo una temática como el deseo sexual femenino –trufada de tabúes y prejuicios– sino sobre todo un lenguaje cinematográfico resbaladizo, esquivo. Mientras en su ópera prima, ‘Julia Ist’, la directora catalana apostó por un naturalismo elíptico de coordenadas bien reconocibles (a la estela de Mia Hansen-Løve), en ‘Creatura’ se percibe un interés por explorar los límites de un cine físico, sobre todo cuando las escenas sexuales se engarzan con el drama de pareja. Renunciando a toda fantasía de control absoluto, Martín Gimeno –que mueve los hilos del film delante y detrás de la cámara– construye escenas que, a través de la fuerza del gesto, invocan algo incontrolable, algo que cabe situar en los límites de la razón.

En su memorable aportación al proyecto Movie Mutations, el crítico estadounidense Kent Jones reflexionaba sobre el concepto de puesta en escena mediante la descripción de dos modelos fílmicos supuestamente antitéticos. En el primero, el más sólido y tradicional, “la dirección consistía en una suerte de fuerza externa, organizativa, desplegada sobre la acción”. Mientras que, en el segundo, más volátil y moderno, “la dirección sería una cuestión de compromiso con la vida del film; no la vida capturada por el film, sino la materia viva creada por la confluencia de la cámara, la realidad y el montaje”. Según Jones, fue el cineasta neoyorquino John Cassavetes quien llevó este modelo de cine orgánico, verista y vitalista a un punto de excelencia. Elena Martín Gimeno, en su crecimiento como directora, aspira a proseguir este camino.

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La joven cineasta barcelonesa decide recorrer esta visceral senda fílmica para dar cuenta de los traumas sexuales de Mila, a la que interpretan en diferentes edades la pequeña Mila Borrà, la adolescente Clàudia Malagelada y la propia Martín Gimeno, quien ocupa el centro de la pantalla en un ejercicio de feliz exhibicionismo que trae a la memoria el trabajo de Lena Dunham o Vincent Gallo. Mila sufre por la incapacidad de hallarse a sí misma en los encuentros sexuales con su pareja, Marcel (Oriol Pla), un hombre de apariencia intelectual y progresista que, pese a su disposición a la comprensión, no sabe cómo reaccionar ante el desconcierto que atenaza a su pareja. Como en Cassavetes, pero en un registro aún más abstracto, a la manera de Michelangelo Antonioni, ‘Creatura’ no deja de florecer y marchitarse en busca de la representación de un profundo malestar. La espesa sombra de Sigmund Freud planea sobre las imágenes de una película que pone el foco, primero de forma ambigua y después de manera más transparente, en la idea del trauma.

Pese a que ‘Creatura’ transita con agilidad entre las “edades” de Mila, la película no puede escapar de la estructura en tres actos. En el primero, el más misterioso y radical, centrado en la edad adulta de la protagonista, el tormento psicológico se somatiza en una urticaria que se extiende por el cuerpo de Mila partiendo desde su zona vaginal. La alargada sombra de David Cronenberg se deja ver, también, en unas pesadillas que evocan peligros precedentes de un mundo natural y atávico, aunque Martín Gimeno no termina de adentrarse en el territorio de la monstruosidad. Luego, la segunda parte, centrada en la adolescencia de Mila, transita desde un cine puramente físico –con magnéticas cámaras lentas de cuerpos jóvenes retozando al sol o bajo luces de neón– a uno más naturalista; es aquí cuando el film evidencia el peso de un contexto patriarcal en el que se elogia el empuje sexual masculino y se censuran las manifestaciones de la libido femenina. La aparición de videochats eróticos y la representación de las fantasías de Mila ponen de manifiesto la intensidad de su deseo, aunque la película opta por no sumergirse de lleno en el pantanal de la primera sexualidad. ‘Creatura’ no debe verse como la respuesta española al controvertido trabajo de la francesa Catherine Breillat en obras como ‘Una chica de verdad’ o ‘À ma soeur!’.

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Por último, el tercer bloque de ‘Creatura’, centrado en la infancia de Mila, circula por la vía de la paradoja, en el sentido de que, a nivel temático, Martín Gimeno triunfa en su voluntad de poner el dedo en la llaga –en este caso, en el despertar sexual en la infancia, un tabú que supone una profunda lacra social–, mientras que, a nivel formal, la película va limitando su aproximación a las ideas de fisicidad y monstruosidad. Resulta comprensible que, dado el necesario pudor que impone el trabajo con una niña-actriz, ‘Creatura’ transite hacia el naturalismo elíptico. Menos excusable es el carácter explícito que van tomando a lo largo del film los encuentros de la Mila adulta con su novio y su padre (encarnado por Alex Brendemühl). El prometedor estudio del aturdimiento físico y psicológico de estas figuras masculinas se diluye cuando los diálogos llegan para incorporar un tono didáctico a las escenas. Así, situándose en la frontera entre un cine de la ambigüedad y otro de raigambre pedagógica, Martín Gimeno elabora una película que consigue poner al espectador contra la pared de sus propios prejuicios, al tiempo que abre una vía de exploración de la fisicidad fílmica que invita a esperar con impaciencia el trabajo futuro de la joven cineasta.

Para tomar consciencia de las consecuencias de la represión de la sexualidad

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Lo mejor: El arrojo y ambigüedad del tramo inicial de la película.
Lo peor: Los diálogos de la protagonista con su novio y su padre.

Ficha técnica

Dirección: Elena Martín Reparto: Elena Martín, Oriol Pla, Àlex Brendemühl, Clara Segura, Clàudia Malagelada País: Estados Unidos Año: 2023 Fecha de estreno: 8–9-2023 Género: Drama Guion: Elena Martín, Clara Roquet Duración: 112 min.

Sinopsis: Tras mudarse con su pareja a un nuevo hogar, Mila se da cuenta de que su pérdida de deseo se encuentra en sí misma. A partir de ahí, empieza un viaje en el que revisita experiencias de su infancia y adolescencia con la esperanza de reconciliarse con su propio cuerpo.

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Headshot of Manu Yáñez
Manu Yáñez

Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.