Juan Carlos Antonio Galliano-Guillén, más conocido como John Galliano, fue considerado como uno de los más innovadores, provocadores y deslumbrantes diseñadores de moda de las décadas de 1990 y 2000. Fue el director creativo de Givenchy y de Dior, revolucionó como pocos la alta costura, fue el elegido de estrellas como Penélope Cruz y Charlize Theron...

Si el párrafo anterior está en pasado es porque en 2011 se viralizó un video en el que Galliano maltrataba a una mujer con insultos antisemitas en el café La Perle de París. Y no fue el único momento de descontrol de una persona alcohólica que perdía por completo los estribos, ya que en otras ocasiones se lo escuchó hablar de su amor por Adolf Hitler, su odio hacia los judíos y algo parecido a la aprobación del Holocausto.

Poco después el diseñador resultó detenido, fue a juicio, pidió disculpas públicas, pero terminó siendo “cancelado” y despedido de todas sus funciones. Para colmo, poco antes había muerto su principal asistente y amigo Steven Robinson, y se había suicidado otro genio de la moda como Alexander McQueen, por lo que entró en una profunda depresión y ostracismo que lo mantuvo alejado ya no solo de las pasarelas sino del mundo real (cuando muy ocasionalmente salía a la calle era atacado por nazi).

Kevin Macdonald se propone algo muy difícil (y desaconsejado) en estos tiempos: ser lo más centrado y equidistante posible. Sin embargo, muchos críticos igual lo atacaron por supuestamente servir para mejorar la imagen de Galliano, por permitirle que dé su visión de los hechos y que de alguna manera busque una redención, una segunda oportunidad.

El documental narra sus inicios (un enfant terrible obsesionado por Napoleón, la obra maestra dirigida Abel Gance en 1927, que no tenía un centavo e irrumpió en el mundo de la moda gracias a apoyos como los de Anna Wintour, editora jefa de la revista Vogue; y de cotizadas modelos como Kate Moss o Naomi Campbell), su consagración definitiva en Dior y su derrumbe cuando se sucedieron los escándalos públicos.

Divo, arrogante, ególatra, fanfarrón, Galliano se ganó la admiración de unos cuantos, pero también el rechazo de muchos otros, que aprovecharon para tomarse revancha con todo cuando cayó en desgracia. Ahora, a los 63 años, lo vemos confesarse frente a la cámara de Macdonald en una película que algunos vieron como un intento por separar la obra del artista y, más aún, de servir como vehículo para la reivindicación pública del personaje en cuestión.

Lo que muestra Ascenso y caída: John Galliano es, sí, el indudable talento creativo del protagonista, pero también sus angustias, sus excesos, los efectos físicos y sobre todo psicológicos de las presiones y el estrés de un negocio abrumador y demoledor como el de la moda, que lo llevaron a un consumo desmedido de alcohol (y otras sustancias) con cada vez más constantes y violentos ataques de ira.

La película no maquilla las facetas más controvertidas de Galliano aunque sí le da la (última) palabra y nunca deja de exponer la maestría en lo suyo. Las casi dos horas del film están construidas con indudable pericia y profesionalismo. Alcanzan para incursionar en y entender las contradicciones internas de un “genio/monstruo”. El resto de las valoraciones e interpretaciones las hará cada espectador/a para decidir si es este un documental noble y empático o un mero ejercicio de marketing corporativo tendiente a perdonar y blanquear a alguien tan cuestionado como John Galliano.


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