Camel | Análisis discografía
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CAMEL

CAMEL

Año de publicación: 1973

Puntuación:

Puntuación:

Puntuación:

1) Slow Yourself Down; 2) Mystic Queen; 3) Six Ate; 4) Separation; 5) Never Let Go;

6) Curiosity; 7) Arubaluba.

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Tras la aparición en la escena musical del rock progresivo en 1969 y de todos los insignes nombres que engrandecieron el género (Pink Floyd, King Crimson, Genesis, ELP, Yes, etc.), hubo una segunda hornada de bandas que surgieron en la estela y bajo la influencia directa de aquellos, entre las cuales una de las mejores fue Camel. Formados como un cuarteto, en sus inicios tenían dos líderes naturales en la forma del guitarrista Andrew Latimer y el teclista Peter Bardens, quienes se reparten las tareas compositivas casi por igual aunque en este álbum podemos comprobar cómo el teclado tiene en proporción un mayor peso en la música ejecutada. Todo son composiciones originales y la mayoría conformadas por secciones instrumentales, cuando no completamente, decisión justificada si escuchamos la voz grave de Latimer todavía sin pulir o la errónea elección de Bardens como cantante en ‘Never Let Go’.

 

No obstante, la cuidada y elaborada estructura de ‘Never Let Go’ ya preludia que estamos ante una banda seria y con las ideas bien claras. Una parte vocal cantada con más convicción y fuerza hubiera conseguido engrandecerla, por lo que deja al final una sensación agridulce, ya que podrían haber conseguido llegar a mayores cotas emocionales. Pero bueno, son los problemas de la falta de experiencia, denotada también por algunos detalles como la flauta que aparece para tocar una pueril melodía. De todas maneras, el disco comienza con buenas sensaciones, ya que ‘Slow Yourself Down’ posee suficientes secciones, melodías y cambios de ritmo como para hacer disfrutar al oyente de un buen rato placentero. Aparte, no falta un incisivo solo de guitarra de Latimer. La gloria musical llega mediante ‘Mystic Queen’, muy al estilo de ‘Echoes’ de Pink Floyd, de emotivas melodías envueltas por una ambientación intimista que transmite en conjunto una sensación de tristeza contenida. Si su parte vocal suena adorable, la sección instrumental que llega después sobrepasa todos los niveles de emoción posibles a partir de los dos minutos.

 

En su primera parte, ‘Six Ate’ no es más que una emulación de los primeros Soft Machine pero en formato accesible, para luego lanzarse a partir de los dos minutos a emular a los Caravan más actuales de ese año. Por ese motivo, es de lo más convencional que encontraremos en este álbum junto a la voluntariosa ‘Separation’, que suena como si los primeros Queen hubieran rebajado el tono hard a la mitad, hubieran añadido un teclado y Mercury cantara con la garganta tomada, por lo que es una pena que su impactante inicio de batería no sirva para mucho más. Donde Latimer sí se inmiscuye ligeramente en el rock duro es en un furioso solo de guitarra en los primeros minutos de ‘Curiosity’, si bien luego es el teclado de Bardens quien lleva el liderazgo, ya que es este último el autor. El instrumental final ‘Arubaluba’ es también otra excusa para que la banda se coloque en modo jam y dé rienda suelta a su técnica y compenetración, lo cual al menos es entretenido de escuchar aunque tampoco aporte nada relevante.

 

Aun con todas las irregularidades comentadas, en general este debut deja buenas sensaciones. Transmite algo de amateurismo, pero al mismo tiempo presentan un sonido bien compacto y atractivo para el oído que ya quisieran muchas bandas para sí al comenzar. Aunque pesan mucho las influencias musicales respecto a la originalidad de esta propuesta, desde un principio demostraron un instinto melódico y tonal que los hace muy atractivos para cualquier persona que no esté imbuida por la música progresiva. La discográfica no lo entendió así y les dio puerta, pero afortunadamente les acogería la más comprensiva y propensa a tomar riesgos Deram.

MIRAGE

Año de publicación: 1974

Puntuación:

1) Freefall; 2) Supertwister; 3) The White Rider; 4) Earthrise; 5) Lady Fantasy.

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Una cierta mejora se notaba en la continuación del debut de Camel, pues los ingredientes seguían siendo los mismos pero estar en una mejor discográfica y con un productor que había trabajado con Genesis y Caravan les aportaba una dosis extra de experiencia para conseguir un notable trabajo. En esencia, la música es la misma que ya conocemos: piezas mayormente instrumentales con diversidad de tempos y estados de humor, pero siempre con un propósito melódico y sin demasiadas complejidades, en comparación con los grandes nombres del rock progresivo.

 

Los temas principales del álbum son aquellos dos que están enfocados como suites con diferentes secciones: ‘The White Rider’ y ‘Lady Fantasy’. En ‘The White Rider’, las primeras secciones casualmente aparecen divididas por minutos: la sinuosa introducción liderada por el teclado deja paso a una marcha triunfal típica de la música medieval, para que al tercer minuto llegue la sección más memorable de todas. La emotiva melodía de guitarra interpretada por Latimer es de una sensibilidad mayúscula, si bien después con su voz no puede llegar a ese nivel de emoción con la misma melodía. Casi llegando a los cuatro minutos llegará una de esas jams aceleradas y frenéticas donde la guitarra vuelve a tomar el mando alternándose con el teclado. Pero de ahí en adelante ya no resulta tan interesante, si bien tampoco suena nada mal aunque los exagerados efectos de guitarra del tramo final quizá puedan llegar a aburrir. ‘Lady Fantasy’ seduce desde su impresionante comienzo donde la batería y la guitarra marcan una deslumbrante introducción con un loop de teclado de Bardens de fondo. Mejor todavía resulta la preciosa melodía de guitarra que llega después, antecediendo a la entrada de la parte vocal de Latimer, quien todavía no domina su voz pero consigue dotarla de expresividad suficiente. Luego sigue transitando por diferentes secciones más enérgicas o calmadas, algunas de gran belleza como la iniciada por una emotiva guitarra a partir de los seis minutos. Esa sección sirve de inciso trascendental, donde la parte vocal alcanza un gran lirismo antes de trasladarse la suite al polo opuesto, ya que luego llega una brutal parte instrumental donde el teclado y la guitarra se desgañitan al máximo antes del retorno de esa preciosa melodía de guitarra de la sección principal, acertado colofón final para el último medio minuto de esta pieza.

 

En cuanto al resto del disco, la impresión que deja es diversa. ‘Freefall’ posee fuerza y ritmo, pero las melodías no son lo memorables que debieran para que entren ganas de volverla a escuchar repetidas veces. Mejor sensación deja ‘Earthrise’, la cual comienza a tomar brío a partir de los dos minutos aproximadamente. Pero las bellas melodías vuelven a aparecer en ‘Supertwister’ gracias al teclado de Bardens y a la flauta algo amateur pero muy efectiva de Latimer, quien parece olvidarse de la guitarra cuando podría haber conseguido engrandecer esta composición instrumental de haber añadido una parte de guitarra emocionante, como ya había demostrado en otras ocasiones.

 

Así pues, estamos ante otro recomendable álbum, bien ejecutado y producido, al que le falta todavía afinar un poco más en el grueso de la composición. Pero estaban en el buen camino y solo les faltaba un poco más de inspiración adicional en las composiciones, ya que musicalmente demostraban estar bien compenetrados y cohesionados. Destacando sobre todo Latimer, un grandísimo guitarrista que ha quedado infravalorado por el poco éxito de Camel, pero para eso está internet y webs como esta, para evitar que gente así no caiga en el olvido.

THE SNOW GOOSE

Año de publicación: 1975

Puntuación:

1) The Great Marsh; 2) Rhayader; 3) Rhayader Goes To Town; 4) Sanctuary; 5) Fritha;

6) The Snow Goose; 7) Friendship; 8) Migration; 9) Rhayader Alone;

10) Flight Of The Snow Goose; 11) Preparation; 12) Dunkirk; 13) Epitaph;

14) Fritha Alone; 15) La Princesse Perdue; 16) The Great Marsh.

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Latimer y Bardens decidieron que Camel ya habían alcanzado el grado de madurez suficiente y que era necesario grabar una obra a un nivel que lo reflejara. Para ello, el ambicioso proyecto fue la plasmación musical de una obra literaria. La lástima fue que no abordaran alguna gran obra, sin tampoco desmerecer la presente porque no he tenido el placer de leerla. Al autor parece que tampoco le agradó la idea y prohibió que utilizaran el nombre con propiedad, motivo por el cual puede leerse en la portada la leyenda “music inspired by”. Así pues, los dos compañeros se recluyeron para componer una música que fuera lo suficientemente evocadora de la historia y los personajes, sin perder el espíritu melódico-progresivo que caracterizaba su trayectoria. Todo es instrumental salvo algunos coros y tarareos puntuales. Aun así, sin conocer la novela, entre los títulos de los temas y la música, un@ puede hacerse una idea de lo que sucede en ella. Por ejemplo, encontraremos diferentes melodías que actúan como representación de los tres personajes principales de la historia, que son Rhayader, Fritha y el snow goose.

 

Ese gran marjal que sirve de título para las piezas que abren y cierran el disco son equivalentes también en su implementación musical y puede que tengan una intención de dotarla de un sentido cíclico. El primer ‘The Great Marsh’ llega a un clímax final muy acertado como introducción a la obra, antes de que aparezca el primer personaje de la historia (‘Rhayader’) en forma de jovial y adictiva melodía de flauta acompañada de un dinámico y pegadizo ritmo. Las tornas cambian por completo cuando este personaje se acerca al pueblo (‘Rhayader Goes To Town’), puesto que se ralentiza el ritmo y los instrumentos transmiten inquietud, como si no fuera bien recibido. Este tema no llama mucho la atención en principio, quizá por contraste con el que le precede, pero presenta algunas de las mejores partes de guitarra de todo el álbum. Los solos que se marca Latimer, con ciertos aires de blues, transmiten toda la pesadumbre posible del personaje y solo por un logro así ha de ser ensalzado.

 

El título de ‘Sanctuary’ sugiere que Rhayader ha salido del pueblo y está en algún sitio más recluido y tranquilo, por lo cual podemos escuchar una breve y delicada melodía de guitarra eléctrica acompañada de una base de guitarra acústica. En tal tesitura aparece la bella melodía de teclado que presenta a ‘Fritha’ y justo a continuación al tercero de los personajes, el famoso ganso. La música de ‘The Snow Goose’ refleja a la perfección la, supuestamente, majestuosidad de este animal. Un tema para relajarse por completo y dejarse llevar por su cadencia y calidez. La más devota de la música clásica ‘Friendship’ parece sugerir que los tres personajes han trabado amistad y en ella la excelsa música de cámara nos envuelve, donde incluso se puede distinguir el instrumento que representa al ganso. Pero lo todo lo bueno se acaba y cada uno sigue su camino, de ahí ese ritmo rápido que alude al movimiento de ‘Migration’, uno de los pocos momentos en que escucharemos voces aunque en realidad actúan como si fueran un instrumento más, sin letra ni nada. Así pues, llega la soledad, establecida por el breve instrumental ‘Rhayader Alone’, que comienza repitiendo la melodía característica de este personaje para después proseguir como una reescritura de ‘Sanctuary’ donde la sensible guitarra eléctrica se acompaña esta vez del piano de Bardens.

 

A continuación, ha de ser un@ paciente con la introducción de sintetizador de ‘Flight Of The Snow Goose’ que dura casi un minuto, ya que luego se embarca en un emocionante y vibrante pasaje instrumental evocador de ese viaje en vuelo. Esa paciencia puede perderse sin duda luego, en ‘Preparation’, porque si había una pieza que debería durar menos de dos minutos es esta, pero sin embargo se alarga hasta los cuatro. Aunque peor resulta ‘Epitaph’, que ni siquiera presenta melodía alguna. Para quienes sean más conocedores de la historia mundial (o incluso del cine, por la película de 2017 de ese heredero de Hitchcock llamado Christopher Nolan), el título de ‘Dunkirk’ (Dunkerque) les situará en los fragores de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo cuando comiencen a escucharla porque trata claramente sobre una batalla. Dividida en dos partes, muy descriptivas ambas de lo que está sucediendo, en primer lugar escuchamos en ‘Dunkirk’ la marcha de los soldados hacia la batalla, donde se palpa toda la tensión del momento y la guitarra de Latimer va transmitiendo gradualmente la sensación de que pronto ocurrirá algo. Esta primera parte es probable que fuera copiada de un fragmento similar de ‘Metamorphosis’, de Curved Air. El combate se desarrolla en la segunda mitad del tema mediante un frenético ritmo y una aullante y descorazonadora guitarra que transmite todo el salvajismo irracional del momento.

 

Parece que la tristeza envuelve esta recta final del álbum porque, tras la cruenta batalla, llega el momento de las lamentaciones en ‘Epitaph’ y luego el retorno más melancólico de la melodía de Fritha en ‘Fritha Alone’, pero por suerte todavía queda un cartucho final en la forma del animal salvador que titula la obra. ‘La Princesse Perdue’ es una combinación lineal, incluso mejorada, de ‘The Snow Goose’ y ‘Flight Of The Snow Goose’, donde todo suena más emocionante si cabe, con una gran expresividad de los instrumentos que no dejará indiferente a nadie. Pocos álbumes instrumentales dentro de la historia del rock consiguen llegar a las cotas de entretenimiento y emoción de The Snow Goose, con el valor añadido y la dificultad de canalizar una historia como concepto vehicular. La sencillez con la que consiguen un sonido denso y envolvente no es precisamente un demérito, pero sí que es una objeción junto a las diversas repeticiones de ideas para no poder catalogar este disco como una obra maestra. Pero aun así es un álbum muy recomendable y todo un descubrimiento para quien no conozca nada de Camel.

MOONMADNESS

Año de publicación: 1976

Puntuación:

1) Aristillus; 2) Song Within A Song; 3) Chord Change; 4) Spirit Of The Water;

5) Another Night; 6) Air Born; 7) Lunar Sea.

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Latimer y Bardens parece que se cansaron pronto de leer novelas y se olvidaron de momento de los discos conceptuales, por mucho que aquí se asocien algunos temas supuestamente a las personalidades de cada miembro de la banda. Su sonido ya ha quedado bien definido y aquí vuelven las composiciones alargadas mediante extensas secciones instrumentales donde, por desgracia, la guitarra de Latimer queda muchas veces rezagada en pro del lucimiento del teclado de Bardens, bastante menos original que su compañero. También vuelven las piezas cantadas, aunque todavía la voz es solo un elemento secundario más.

 

‘Aristillus’ cumple su función como solemne introducción en forma de marcha; quizá le sobre un poco de sintetizador, pero es breve y así pronto da paso a la bella pero triste melodía que introduce ‘Song Within A Song’. De lo mejor que posee este tema es el gran juego de batería que antecede a la entrada de la parte cantada, marcando a la perfección el gradual cambio de tempo. Esa parte vocal transmite calidez mezclada con tristeza, todo un logro aunque el canto no es precisamente uno de los fuertes de este grupo y mucho menos del bajista, a quien le corresponde en este caso. La segunda parte del tema es un desarrollo instrumental algo convencional que solo logra llamar la atención en su parte final. Otra preciosa melodía de flauta sirve de introducción para ‘Air Born’, que por su estilo y título parece un recuerdo directo de The Snow Goose. El solo de guitarra de Latimer que llega a continuación es de los que pueden catalogarse como celestiales, así como su emotiva parte vocal (“You see the sea and feel the sky / Don't know where you go when you die”). Nuevamente introducen por medio una sección instrumental mucho más discreta, pero al menos vuelven a retomar después la memorable sección vocal para volver a deleitarnos. El frenesí mediante el cual se inicia ‘Chord Change’ también acaba diluyéndose en secciones más calmadas y placenteras, deslizándose luego por terrenos quizá demasiado autoindulgentes, uno de los mayores vicios que presenta la música de Camel a rasgos generales.

 

Por el contrario, ‘Spirit Of The Water’ es una calmada balada acústica y etérea que gana puntos cuantas más veces se escucha, debido a sus sutiles melodías, donde los efectos vocales pretenden evocar un efecto acuático o, cuando menos, de lejanía y espiritualidad asociadas a la letra meditativa. La introducción mediante sintetizadores de ‘Another Night’ ya la tenemos un poco vista en esta banda, lo que unido a la excesiva repetición de la parte vocal convierte este tema en lo único realmente discreto del álbum, si bien todavía presenta alguna sección que llama la atención, sobre todo en la recta final donde aparece Latimer para salvar un poco la situación con uno de sus afilados solos de guitarra. Para el final, ‘Lunar Sea’ nos muestra a un Latimer con ganas de derrochar energía y pasión con la guitarra. Lo más desesperante es cuando Latimer le pasa el testigo a Bardens cerca de los tres minutos para que este último se lance a un interminable solo de sintetizadores que solo debió gustarle a él. Menos mal que a los cinco minutos hay un giro de 180º y aparecen de nuevo los Camel más enérgicos con la guitarra eléctrica en primer plano, alcanzando unas cotas de heroicidad musical que ya parecía que no íbamos a encontrar en el disco. El último minuto de efectos sonoros no se lo tendremos en cuenta.

 

Tras la grabación de este álbum el grupo tendría su primera baja en la formación, justo cuando habían conseguido por primera vez estar entre los veinte primeros en la lista de ventas del Reino Unido. No fue importante la baja, ya que el bajista Ferguson podía reemplazarse sin problemas y mantener el mismo espíritu y estilo musical que venían desarrollando. En cualquier caso, aun teniendo los defectos señalados, nos encontramos ante otro recomendable álbum de Camel que no defraudará a quien busque rock progresivo melódico e inteligible.

1) First Light; 2) Metrognome; 3) Tell Me; 4) Highways Of The Sun; 5) Unevensong;

6) One Of These Early Days I'll Get An Early Night; 7) Elke; 8) Skylines; 9) Rain Dances; [BONUS TRACK:] 10) Highways Of The Sun (single version).

Puntuación:

Año de publicación: 1977

RAIN DANCES

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La salida del bajista de la formación original de Camel no pudo ser mejor sustituida y mejorada que por Richard Sinclair, quien ya había formado parte de la etapa gloriosa de Caravan y provenía entonces del breve proyecto más jazzístico de Hatfield And The North. Lo que no aprovechan aquí es su melódica y cálida voz para añadir más partes cantadas a las composiciones, como tampoco Latimer iba a abandonar su oportunidad de cantar. La formación de Camel acabó aumentada hasta ser un quinteto por la incorporación del saxofonista Mel Collins, con prestigio a sus espaldas por haber pertenecido a King Crimson. Por si fuera poco, contaron con la participación de Brian Eno en uno de los temas, así que parecía que todo seguía en línea ascendente. Pero no, hubo de fallar un aspecto bien importante: la calidad de las composiciones.

 

Para empezar, la verdad es que ‘First Light’ deja bastante indiferente y no permite albergar mucha esperanza de encontrar nada especial en él, pero sobre el minuto y medio aparece esa memorable melodía de forma súbita que ya, por fin, nos ayuda a escuchar con agrado el resto del tema. Precisamente esa fabulosa melodía se repetirá pero ralentizada y envuelta en un entorno instrumental más solemne en el tema que da título al álbum, centrado en desarrollar diferentes variaciones sobre aquella. Hasta aquí todo aceptable, pero pronto comienza a decaer el nivel. Tan preciso como su nombre indica, el instrumental ‘Metrognome’ no es más que otra excusa para que Bardens coloque sus sintetizadores en primer término, sin dejar lugar a Latimer más que el último minuto para que se pueda lucir un poco con la guitarra y salvar el tema del hastío.

 

En lo que parece una de las (afortunadas/desafortunadas) características de Camel, ‘Unevensong’ deslumbra con un fulgurante comienzo repleto de memorables destellos de guitarra y una épica parte vocal, para luego deshacerse en su sección central en un festín empalagoso de sintetizadores. En algún momento decidieron que querían grabar un single de éxito y no tomaron peor decisión que grabar algo tan simplón y falto de gracia como ‘Highways Of The Sun’, del que además añaden la versión editada del single, como si hiciera alguna falta. Igual de inaceptable es el intento de sonar modernos y enrollados, estando el grupo al completo acreditado como autor de ‘One Of These Early Days I'll Get An Early Night’, como si hubieran decidido en grupo que tenían ganas de tocar algo con un ritmo disco, que entonces estaba bien de moda. Pero el resultado es muy mediocre, a lo cual no ayuda nada el saxofón de Collins, que debería entrar para salvar este tema de la mediocridad pero lo hunde más en ella. No se acaba aquí lo peor, puesto que aún habremos de soportar otro insulso instrumental titulado ‘Skylines’.

 

Brian Eno participa en ‘Elke’ con los teclados, justo en la etapa de su transición hacia la música ambiental más directa. Aquí consiguen entre todos una delicada pieza de sutiles melodías que la elevan por encima de la mera música de acompañamiento para meditaciones trascendentales (o incluso sin trascendentalismo) y que al mismo tiempo trae ecos de alguna que otra melodía de The Snow Goose. A ‘Tell Me’, como balada contemplativa que es, la faltaría alguna variación por medio para eliminar la sensación de excesiva tranquilidad que transmite, ya que puede derivar en aburrimiento.

 

Muy pocos alicientes presenta este álbum y supone junto a The Single Factor uno de los puntos bajos dentro de la discografía de Camel. En cualquier caso, presenta algunos momentos interesantes como los que se han destacado y el estilo melódico que ofrecen nos asegura que este grupo no puede tener ningún disco malo, si acaso sumergido en la mediocridad en el peor de los casos como el presente. Rain Dances no es más que un pequeño tropezón del que se recuperarían muy pronto y de manera espectacular.

A LIVE RECORD

Año de publicación: 1978

Puntuación:

CD I: 1) First Light; 2) Metrognome; 3) Unevensong; 4) Skylines; 5) Song Within A Song;

6) Lunar Sea; 7) Rain Dances; 8) Never Let Go; 9) Chord Changes; 10) Ligging At Louis';

11) Lady Fantasy.

 

CD II: 1) Spoken Introduction; 2) The Great Marsh; 3) Rhayader; 4) Rhayader Goes To Town; 5) Sanctuary; 6) Fritha; 7) The Snow Goose; 8) Friendship; 9) Migration; 10) Rhayader Alone; 11) Flight Of The Snow Goose; 12) Preparation; 13) Dunkirk; 14) Epitaph; 15) Fritha Alone; 16) La Princesse Perdue; 17) The Great Marsh; 18) The White Rider; 19) Another Night.

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Para cualquier grupo de rock progresivo con un número suficiente de álbumes a su espalda, resulta casi obligatorio publicar uno en directo para demostrar que su habilidad instrumental no es fruto de los trucos del estudio. La versión remasterizada en CD amplió el contenido original que conformaba un doble LP con actuaciones de diferentes años, desde 1974 a 1977, donde la mayor diferencia reside en la última etapa, al tener un saxofonista. Así pues, en formato de doble CD podemos disfrutar de una panorámica casi completa de la carrera de Camel hasta ese momento.

 

En general, este álbum no es novedoso en el sentido de que Camel se limita en muchos casos a ejecutar su repertorio exactamente igual a como lo hacen en el estudio. Es obvio, y se ha de reconocer, que la recreación nota por nota de la introducción de ‘Lady Fantasy’ ya tiene de por sí bastante merito, pero al fin y al cabo tampoco hay ninguna necesidad de escucharlo en directo si va a ser un mero calco del equivalente de estudio. En cualquier caso, sí que presenta algún pasaje de guitarra nuevo y algunas variaciones, suficientes para convertirla en toda una recomendable experiencia. Esta emulación del estudio nos lleva a volver a soportar otras piezas como ‘Skylines’, que sigue siendo igual de aburrida y autoindulgente. Eso sí, en directo ‘The White Rider’ transmite una mayor emoción al sonar más cercana y poder apreciar lo que cada músico está haciendo. Y cuando introducen alguna novedad suficientemente visible, como es el cambio de sonido en el sintetizador de ‘Song Within A Song’, es sin duda un error porque se pierde emoción y se gana en artificiosidad. Como es de 1977 y ya tenían en el grupo al saxofonista Collins, este aprovecha para participar con protagonismo en un par de momentos y aportar una perspectiva diferente. Precisamente ese es el detalle principal para discernir si las actuaciones son recientes o no.

 

Entre todo el repertorio hay una composición nueva de Bardens, ‘Ligging At Louis'’, que no es más que una pieza instrumental que retoma ideas ya vistas en los discos de Camel (algo de ‘Lady Fantasy’, por ejemplo) y que no tiene mayor función que la de completar tiempo. Es de 1974 y probablemente no la grabaron más adelante en el estudio porque no aportaba nada nuevo. Por otro lado, para quien le interese (evitarlo), el obligado solo de batería lo encontraréis en ‘Never Let Go’.

 

El segundo disco está dedicado casi por completo a la interpretación íntegra de The Snow Goose perteneciente a un mismo concierto, precisamente de 1975 y nada menos que en el Royal Albert Hall y junto a la London Symphony Orchestra. La orquesta parece que esté bien aprovechada porque aparece en un segundo plano, actuando como simple apoyo para Camel. Es por eso que pocas veces logra notoriedad en el sonido aunque se nota cómo embellece más algunas piezas como ‘Dunkirk’ o ‘La Princesse Perdue’, cuya melodía tocada por el oboe es todo un placer para el oído. También se nota que la flauta en ‘Rhayader’ está tocada por un músico más profesional. Por lo que podemos escuchar, la obra no fue interpretada de forma continuada en ese concierto, ya que al acabar ‘Rhayader Goes To Town’ se escucha la voz de Latimer presentando como siguiente tema ‘Spirit Of The Water’ de Moonmadness.

 

Igual que ocurre con el resto de interpretaciones en directo de Camel, novedades palpables ciertamente no hay muchas ni tampoco son relevantes, como por ejemplo la improvisación instrumental en ‘Migration’, que nada extraordinario aporta a la composición original. Por otro lado, Bardens no aprovecha todos los momentos de lucimiento que se le ofrecen para poder ponerse a la altura del nivel de una orquesta, ya que no se sabe bien qué es lo que intenta en el puente de ‘Flight Of The Snow Goose’, uno de los momentos claves de este tema. Pero Latimer sí que está en forma y realiza impecables ejecuciones con su guitarra a lo largo de cualquiera de los conciertos incluidos, toda una garantía. Así pues, no estamos ante un álbum necesario de Camel, sino ante un simple documento que constata la valía técnica y profesional de este grupo, capaz de reproducir con fidelidad la música que realizaban en el estudio. De haber aprovechado mejor la orquesta para la interpretación de The Snow Goose, estaríamos hablando de un disco imprescindible, pero desgraciadamente no es el caso.

2020

BREATHLESS

Año de publicación: 1978

Puntuación:

1) Breathless; 2) Echoes; 3) Wing And A Prayer; 4) Down On The Farm; 5) Starlight Ride;

6) Summer Lightning; 7) You Make Me Smile; 8) Sleeper; 9) Rainbow's End.

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2020

Establecidos ya como un quinteto, aunque no por mucho tiempo, Camel proseguían con su elogiable media de un álbum de estudio por año. En 1978 las modas habían cambiado por completo y los estilos dominantes eran el punk y el disco, quedando los grupos de rock progresivo como dinosaurios pendientes de una definitiva extinción si no se modernizaban. En el caso de Camel, no se puede decir que sucumbieran a las modas, pero tuvieron la inteligencia de emplear con mesura elementos de esos nuevos tiempos que les envolvían, a los que sabrían adaptarse mejor que la mayoría de coetáneos procedentes del mundo progresivo.

 

El comienzo del álbum es más que prometedor. En ‘Breathless’ consiguen transfundir la delicada voz del bajista Richard Sinclair, un gran cantante por otro lado, dentro de un perfecto entramado instrumental donde destacan las bellas aportaciones de viento de Mel Collins. Justo a continuación, el trepidante y brutal comienzo de ‘Echoes’ conforma una brillante primera sección donde Latimer se confirma nuevamente como un descomunal guitarrista, aportando un impresionante riff de evidente complejidad por su duración. La siguiente sección es menos original pero se recobra el interés cuando llega la única parte cantada de este tema. Luego nos tocará quedarnos en otra sección instrumental de rápido ritmo pero de menor interés. Pero ahí queda ese sensacional comienzo de una emoción difícil de igualar.

 

Hasta ahora, Camel nunca habían sonado tan británicos como en ‘Down On The Farm’, donde parecen más unos seguidores de los Kinks que de Pink Floyd, llegando a un estribillo imbatible por lo pegadizo que es. Incluso podríamos decir que Camel se ha transformado en Caravan por unos momentos, ya que además se trata de una composición de Sinclair. En ‘Summer Lightning’ dejan claro que preferían seguir a los Bee Gees que a los Sex Pistols, esto es, que se lanzan hacia la música disco sin complejos. Pero el solo de guitarra de Latimer, lo más destacado en realidad que tiene este tema, deja la impresión de que estamos escuchando a Santana antes que a Camel. En cualquier caso, como demostración de técnica también posee su interés. Justo a continuación, mediante ‘You Make Me Smile’ parecen querer repetir en cierta manera lo mismo, aunque el ritmo se sale de los parámetros canónicos de la música disco y el regusto pop de la canción la convierten en una propuesta mucho más discreta.

 

El título de ‘The Sleeper’ parece ideal en su primera sección de minuto y medio, donde se induce a dormir al oyente. La segunda sección es todo lo contrario, un acelerado ritmo donde asume el liderazgo Bardens, pero sus melodías de teclado suenan bastante convencionales y eso es un obstáculo muy grande cuando se quieren completar siete minutos enteros de música. Por otro lado, el pop sin pretensiones de ‘Wing And A Prayer’ debería haberse recortado un par de minutos para no hacerse tan pesado. Para el final nos dejan la solemne balada ‘Rainbow's End’, engrandecida por el sonido orquestal y toda una rareza en la discografía de la banda porque su fuerte está en la parte vocal. Esto quiere decir que, sin Sinclair en la banda, no hubiera sido lo mismo. Por cierto, que su primo David Sinclair toca el teclado en ella.

 

En global, este álbum deja muy buenas sensaciones, aunque consiguientes escuchas reflejan que se habían rebajado bastante para acercarse a un sonido más comercial. Eso no representaría ningún problema si logran mantener un suficiente nivel de originalidad, algo que consiguen aquí sin problemas pero quedando en un lugar delicado donde instalarse porque todo puede derivar en una comercialidad sin complejos pero al mismo tiempo sin sustento artístico. En cualquier caso, este álbum posee suficientes momentos de gloria para recomendarlo sin dudar.

I CAN SEE YOUR HOUSE FROM HERE

Año de publicación: 1979

Puntuación:

1) Wait; 2) Your Love Is Stranger Than Mine; 3) Eye Of The Storm; 4) Who We Are;

5) Survival; 6) Hymn To Her; 7) Neon Magic; 8) Remote Romance; 9) Ice.

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Más cambios importantes se sucedían en el seno de Camel: Peter Bardens dejaba la banda. La verdad es que esto podía tomarse como una buena noticia, ya que en Breathless su aportación restaba más que sumaba, al vulgarizar el sonido de sintetizadores demasiado para lo que había demostrado en sus primeros años. Mucho más sensible resultaba la partida de Richard Sinclair, no tanto por su rol de bajista (donde por supuesto también era muy bueno) como por su cálida voz, siempre placentera. Los recambios de estos músicos fueron el bajista Colin Bass (inmejorable apellido) y el teclista, también inglés, Jan Schelhaas, este último proveniente de Caravan, consolidando así una especie de trasvase inconscientemente mecánico entre Caravan y Camel, lo cual llevó a la humorística definición de Caramel para esa mezcla de músicos. En todo caso, la personalidad y la guitarra de Andrew Latimer se habían convertido ya en la esencia del grupo, de tal manera que los cambios en la formación no podían afectar a su sonido, más si cabe cuando el único miembro fundador que quedaba junto a Latimer era el baterista Ward, quien poco tenía que decir al respecto.

 

La impresión inicial que transmiten es que quieren sonar pegadizos y modernos, adoptando en ‘Wait’ un sonido entre progresivo y new age, cuyos solos de sintetizador quedan estériles y pasados de moda para un tema del que podría haberse sacado mayor provecho. A continuación llega ‘Your Love Is Stranger Than Mine’ y comenzamos a pensar si no nos encontramos ante un compendio de olvidables canciones pop. Afortunadamente no es así, e incluso cuando llegamos más adelante a ‘Neon Magic’ y nos da pie a pensar lo mismo, pasado el primer minuto entra en modo de rock sinfónico pero no recargado (aunque hay momentos que el teclado bordea el límite), y se recoge en cierta manera la solemnidad de la mejor versión de Camel.

 

Sobre los instrumentales podríamos pensar algo similar, ya que se escuchan con agrado gracias sobre todo a los detalles de guitarra de Latimer, tal como ocurre por ejemplo en ‘Eye Of The Storm’. Por el comienzo de ‘Who We Are’ parece que vamos a asistir a otro agradable instrumental sin mayor repercusión, pero luego entra una parte vocal melódica y acogedora que mejora la percepción en el/la oyente. ‘Survival’ no es más que un breve interludio orquestal que no se sabe bien qué pinta aquí, salvo que sea con propósito promocional para presentar a Latimer como sesudo compositor clásico. Al menos sirve como preparación para la catarsis del sensacional riff de presentación de ‘Hymn To Her’, toda una maravilla que por sí sola ya justificaría el interés por esta banda o al menos por esta canción. El problema es que hacia la mitad se vulgariza a partir de la sección coral donde cantan “Why don't we know / And why don't it show”, pasando después a un genérico solo de guitarra. Por suerte, en el tramo final retoman el fabuloso riff inicial, pero el daño ya está hecho.

 

Lo peor llega cuando se rebajan tanto como parecerse a los grupos pop idiotizados que comenzaban a aparecer en las radiofórmulas comerciales. De esta manera, ‘Remote Romance’ parece una canción de tecno-pop italiano, aquella modernización tecnológica de la vacuidad de la música tipo Festival de San Remo. Insospechadamente, la composición que llega a continuación es una de las mejores que han salido de este grupo. El instrumental ‘Ice’ no destaca debido a su tono menor y nada ostentoso, pero presenta una sutileza estructural y melódica que comienza a aflorar conforme se la va asimilando en diferentes escuchas. El intimista inicio de guitarra nos hace pensar en The Snow Goose, pero esta es solo una primera sección para introducirnos en la especial ambientación que envuelve la composición. Luego llega un extenso solo de guitarra de Latimer que lo consagra, por si ya no lo estaba, en el olimpo de los grandes guitarristas del rock, ya que lo más difícil de conseguir con un instrumento es transmitir emociones. Tocar veinte notas por segundo tiene su mérito también, pero no sería más que un alarde técnico sin utilidad alguna. Para finalizar esta larga pieza de diez minutos de duración, es un acierto retornar al tono intimista de su comienzo. Como curiosidad, Phil Collins participa en la percusión de este tema sin que ello signifique un hecho peyorativo. Que Phil Collins participara en tus discos en los años setenta tiene exactamente el significado opuesto que para los años ochenta y posteriores.

 

De esta manera tan majestuosa acaba este álbum que contiene algunos altibajos pero en general mantiene un nivel mínimo aceptable, o como mínimo con algunos momentos de grandeza para seguir disfrutando con la música de Camel. Esto será precisamente la incógnita en el grupo, igual que para todos los –ya– dinosaurios del rock progresivo de los setenta: cómo conseguir adaptarse a la década de los ochenta. La mayoría no lo conseguirá, pero Camel será uno de los pocos ejemplos de cómo evolucionar sin caer en los trucos fáciles de las tecnologías existentes.

NUDE

Año de publicación: 1981

Puntuación:

1) City Life; 2) Nude; 3) Drafted; 4) Docks; 5) Beached; 6) Landscapes; 7) Changing Places; 8) Pomp & Circum­stance; 9) Please Come Home; 10) Reflections; 11) Captured;

12) The Homecoming; 13) Lies; 14) The Birthday Cake; 15) Nude's Return.

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Cuando la moda de los álbumes conceptuales ya hacía años que se había pasado, Camel fueron los únicos que supieron aunar el conceptualismo y el rock progresivo con los nuevos tiempos. Esta vez no se trata de ninguna novela como en The Snow Goose, sino del caso real de un soldado japonés que quedó aislado en una isla durante la Segunda Guerra Mundial, de tal manera que nunca se enteró que la guerra había acabado hasta que lo encontraron muchos años después. Por primera vez, que no será la última, las letras están escritas por la mujer de Latimer (Susan Hoover), excepto en ‘Please Come Home’. Así, Nude es el nombre del protagonista de esta historia que nos narra desde su vida normal y alistamiento, pasando por el abandono y la soledad, hasta la vuelta a casa y el desengaño que la vida moderna le proporciona.

 

La primera impresión que nos llevamos es algo engañosa, pues se sitúan en el mismo nivel que otros grupos contemporáneos de rock progresivo que se habían amilanado ante las nuevas tendencias musicales, olvidando las virtudes y características que los habían hecho destacar en su mejor época. En consecuencia, colocar en primer lugar un relajado tema de pop-rock como ‘City Life’, quizá ideal para la sobremesa de las tardes, puede no ser la mejor opción de cara a introducirnos en el álbum de una supuesta banda de rock progresivo. De todas maneras, suena agradable y se mantiene en unos niveles aceptables de buen gusto.

 

Afortunadamente, muy pronto entramos en este pequeño paraíso musical. El majestuoso piano que introduce ‘Drafted’ ya nos anuncia que se trata de uno de los temas más importantes de este disco, cantado de la manera más delicada posible por Bass. No menos majestuosa es la entrada de la guitarra eléctrica, primero interpretando la melodía principal para luego dejarnos un emotivo solo de los que hacen más grande a Latimer. Es significativo que los mejores temas de este álbum son los cantados, pues en ellos encontraremos las mejores melodías, aunque sea algo tan breve como ‘Please Come Home’, que apenas sobrepasa el minuto de duración. La brillante ‘Lies’ se desenvuelve en forma de serio blues-rock con una lección de guitarra que se lleva el protagonismo total, aunque el solo de órgano que encontramos hacia la mitad es también soberbio. Resulta curioso que el fragmento instrumental tras cantar cada estrofa, donde se acelera el ritmo, recuerda a lo mismo que se puede escuchar antes del estribillo de ‘Young Lust’ de Pink Floyd.

 

Las composiciones instrumentales, que comprenden la mayoría de la obra, transmiten la carga emocional y la ambientación para las cuales están destinadas. ‘Docks’ y ‘Beached’ representan la subida de los soldados a los barcos hasta el desembarco en la playa enemiga. Por tanto, un marcado bajo y notas alargadas de colorista guitarra caracterizan ‘Docks’, que transmite toda la inquietud del momento, interrumpida luego por la irrupción de ‘Beached’, la cual recoge el testigo espiritual de aquella vibrante segunda mitad de ‘Dunkirk’ (The Snow Goose). La guitarra eléctrica se coloca en primer plano desde el principio, conteniendo en su parte central (a partir del minuto y medio) un notable fragmento donde la guitarra va entrando y saliendo con alargadas notas que se cortan abruptamente.

 

Solo por su título, ‘Landscapes’ ya anuncia que se trata de una composición más contemplativa y New Age, pero se mueven bien en ese terreno y consiguen resultados placenteros, como vuelven a demostrar más adelante en ‘Reflections’. Sorprendentemente, ‘Changing Places’ suena a música étnica con su conjunción de flautas y percusión tribal, una sabia elección para remarcar el exotismo que debía rodear al soldado abandonado en un país extranjero. ‘Nude’ no es más que un mero inciso superfluo, un breve intermedio instrumental, mientras que ‘Captured’ retoma los ritmos más dinámicos pero se basa excesivamente en el sintetizador, aunque tampoco está mal. Las piezas más discretas son ‘Pomp & Circum­stance’ y ‘The Home Coming’, esta última una emulación de marcha militar al estilo de ‘Bring The Boys Back Home’ de Pink Floyd, pero más digerible. Los dos últimos temas del disco forman parte de un mismo título genérico: The Last Farewell. ‘The Birthday Cake’ es una breve pero emotiva introducción a ese himno final a la soledad emocional que es ‘Nude's Return’, la libertad de cada persona para elegir el mundo interior en el que quiere vivir mientras eso no coarte la libertad del resto. El sonido de guitarra tiene un efecto de vibración para enfatizar su carácter solemne.

 

A diferencia de The Snow Goose, en el cual había más momentos memorables que embelesaban desde la primera vez, Nude necesita reposo y varias escuchas para que vayan aflorando sus puntos fuertes y sus mayores sutilezas. Aparte, aquí hay una diversidad musical como pocas veces se encontrará en un álbum de Camel, pero lo más sorprendente de todo es que una obra de este tipo fuera creada en 1981, cuando los sintetizadores y la música comercial regían las decisiones de los ejecutivos discográficos. Aunque Andrew Latimer ya era el líder absoluto de Camel, a partir de ahora será también el único miembro fundador, pues el baterista Andy Ward saldrá del grupo, oficialmente debido a una herida en la mano que le imposibilitaba seguir tocando. La realidad fue que sus problemas psicológicos agravados por el alcohol y las drogas volvían intolerable su permanencia en Camel. Así que tuvo la fortuna de poder decir que fue partícipe de la grabación del último gran álbum de este grupo. Nude es probablemente el mejor disco de rock progresivo que se haya grabado en los ochenta.

THE SINGLE FACTOR

Año de publicación: 1982

Puntuación:

1) No Easy Answer; 2) You Are The One; 3) Heroes; 4) Selva; 5) Lullabye; 6) Sasquatch;

7) Manic; 8) Camelogue; 9) Today's Goodbye; 10) A Heart's Desire; 11) End Peace;

[BONUS TRACK:] 12) You Are The One (edited version).

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Después de la gloria viene el bajón y lo único bueno que puede decirse de este álbum es que podría haber sido peor. Para empezar, como si Nude no hubiera existido nunca, aquí sucumben por completo a la New Wave, modernizando su sonido con sintetizadores y percusión trivial. Esto no quiere decir que todavía haya un cierto sabor progresivo en muchos momentos, pero queda sepultado por la bochornosa comercialidad que aplican al sonido, producto de la presión de la casa discográfica para que grabaran algo más acorde a los tiempos que corrían. Es una lástima porque dispusieron de una buena cantidad de músicos para la grabación, varios de ellos debido a que estaban grabando con The Alan Parsons Project en los mismos estudios. Quien más llama la atención es otro de los músicos participantes, pues se trata del primer guitarrista que hubo en Genesis antes de la llegada de Steve Hackett: Anthony Phillips. Este había iniciado su irrelevante carrera en solitario varios años después de su salida de Genesis, en 1977 y siguiendo un estilo de rock progresivo, pero en 1981 había modernizado también su sonido para grabar el lamentable álbum titulado 1984, para luego volver en 1982 con un disco de guitarra clásica junto a otro guitarrista argentino.

 

Pero sigamos con Camel y su incursión en la música comercial. La canción que da inicio al álbum, ‘No Easy Answer’, no deja muy buena impresión; suena agradable pero al mismo tiempo comercial y muy vulgar, lo que podrían hacer de forma similar infinidad de grupos. Al menos en otras como ‘Manic’ suenan más convincentes y diversos, aparte de que puede escucharse en segundo plano un sonido de clavecín cortesía de Francis Monkman, uno de los miembros importantes de los extinguidos Curved Air. La canción donde recogen el estilo New Wave con personalidad propia es ‘Camelogue’, básicamente porque la guitarra y la voz de Latimer consiguen transmitir emoción de manera creíble y convincente. De manera análoga pero echando la vista atrás, ‘Selva’ es una pieza instrumental con una delicada guitarra que recuerda el tono de las partes más melancólicas de The Snow Goose.

 

Cuando comenzamos a escuchar las emotivas estrofas de ‘You Are The One’, podemos pensar que todavía encontraremos algo a la altura de este grupo, pero el lamentable estribillo arruina toda esperanza y deja claro que hacer pop de consumo no es el camino a seguir. Ese estribillo aparece reciclado más adelante para arruinar también el buen efecto previo de ‘Today's Goodbye’. En cuanto a ‘Heroes’, no tiene nada que ver con Bowie y, esta vez sí, es una delicada balada progresiva que no parece de Camel al estar cantada por el bajista Paton, quien participaba en los discos de The Alan Parsons Project y también había tocado en los dos primeros de Kate Bush. En la batería encontramos también al grande Dave Mattacks.

 

Muy acertado es el título de la breve ‘Lullaby’ porque, de haber durado más de un minuto, podría perfectamente haber inducido al letargo. Le sucede la dinámica ‘Sasquatch’, un entretenido instrumental con algunos pasajes estériles de teclado (cortesía nada menos que de Peter Bardens, invitado puntual) tan solo salvados por la eventual entrada salvadora de la guitarra. Los dos últimos temas son en realidad uno mismo, pues bajo el título de ‘A Heart's Desire’ encontramos una breve balada de regusto progresivo que continúa después con el título de ‘End Peace’ en forma instrumental donde Latimer se marca un emotivo solo de guitarra mientras Anthony Phillips rellena los espacios vacíos con sintetizadores, como si fuera uno de sus propios álbumes. Y es que una de las mayores objeciones que se le puede hacer a este álbum es la despersonalización que supone respecto a lo que había sido la música de Camel. En Nude demostraron que podrían seguir siendo Camel con las nuevas modas, pero aquí acaban sonando vulgares, salvándose del desastre tan solo por la profesionalidad que atesoraba Latimer y por la competencia de los músicos de sesión participantes.

STATIONARY TRAVELLER

Año de publicación: 1984

Puntuación:

1) Pressure Points; 2) Refugee; 3) Vopos; 4) Cloak And Dagger Man; 5) Stationary Traveller; 6) West Berlin; 7) Fingertips; 8) Missing; 9) After Words; 10) Long Goodbyes.

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Vistos los grandes resultados que había obtenido Camel con las obras conceptuales a lo largo de su trayectoria, era una buena noticia que este álbum volviera a esa idea, que al menos parecía una manera de apartarse de la simple comercialidad a la que se habían plegado en The Single Factor. Latimer se lanza aquí a una temática muy de actualidad en esa época por los cambios geopolíticos que llegarían en unos años. Trata del Berlín dividido y del drama que suponía el intento de pasar de la zona oriental oprimida al mundo occidental y libre. En cuanto a la formación de Camel, entró un nuevo batería y también un teclista neerlandés que fue fundador de Kayak, uno de los pocos grupos de rock de los Países Bajos (otros fueron los Shocking Blue o Focus) que lograron cierta notoriedad mundial en los primeros setenta. Completó el plantel con músicos de sesión, algunos de ellos los que habían participado en el álbum previo y que solían grabar también con The Alan Parsons Project.

 

De hecho, el comienzo mediante los sintetizadores del instrumental ‘Pressure Points’ bien podría haber salido de un disco de estos últimos, si bien la imponente guitarra de Latimer es una evidencia inequívoca de que estamos ante un tema de Camel. Volvemos a encontrarnos algunas joyas del rock progresivo adaptado a la new wave, o más adecuadamente habría que decir new wave con regusto a rock progresivo, que es el caso de la vigorosa pero emotiva ‘Refugee’, cuyas melodías vocales son de las que acaban enganchando con el tiempo. También destacada resulta ‘West Berlin’, de lo más pop que podían hacer Camel y con melodías pegadizas, sobre todo en ese sencillo pero efectivo verso (“Up to the rooftop, out in the rain”) que sirve de puente hacia el estribillo. El título de ‘Vopos’ hace referencia a la temida policía de la Alemania comunista y se inicia mediante una extensa introducción en el estilo alemán de sintetizadores de David Bowie (algo muy apropiado vista la temática berlinesa de este disco). Pasado el primer minuto, entra una pegadiza melodía punteada por una unos sonidos más graves que le marcan el compás, que sirven de base para otra emotiva parte vocal de Latimer.

 

El instrumental ‘Stationary Traveller’ comienza con una emotiva introducción de guitarra acústica que recuerda un poco a ‘Private Investigations’ de Dire Straits, creando un ambiente íntimo para que luego llegue la segunda mitad en la que entra la batería y brilla la guitarra eléctrica con unos pasajes de gran emoción. Composiciones instrumentales hay bastantes, como cabe esperar, siendo en general piezas inspiradas con algo que enseñar. Así, ‘Missing’ recoge el típico sonido de los Camel de los ochenta y contiene otro destacable trabajo de guitarra de Latimer, dejándonos alguna que otra melodía de las suyas, de esas que tardan un poco en llegar mientras se explaya con su instrumento, aunque luego le da el testigo al teclista. El tema instrumental que llega a continuación, ‘After Words’, también deja buenas sensaciones por su tratamiento donde no faltan melodías destacadas.

 

El comienzo de la balada ‘Fingertips’ es de una emotividad absoluta con esa alternancia entre el piano y un bajo de peculiar sonido. Luego transcurre en una lograda ambientación intimista, a la cual no ayuda a mantener la aparición de un prominente saxofón más adelante. Encontramos canciones discretas de synth-rock como ‘Cloak And Dagger Man’, que aun así suena bien, si bien finalizan la obra con la vulgar ‘Long Goodbyes’, una balada que no consigue emocionar y que no está al mismo gran nivel demostrado anteriormente. De todas maneras, que este discreto final no emborrone lo que es un buen disco de Camel con el mérito añadido de ser una obra conceptual. El grupo ya suena adaptado por completo a los nuevos tiempos pero no olvida cuáles son sus puntos fuertes: las melodías y la guitarra de Latimer.

2021

PRESSURE POINTS

Año de publicación: 1984

Puntuación:

1) Pressure Points; 2) Drafted; 3) Captured; 4) Lies; 5) Sasquatch; 6) West Berlin;

7) Fingertips; 8) Wait; 9) Rhayader; 10) Rhayader Goes To Town.

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2021

Nada mejor que un disco en directo para poder evaluar el estado de forma de Camel y valorar su evolución respecto a la década anterior. Sin embargo, sorprende que sea un álbum simple para un grupo originalmente de rock progresivo y con tan amplio repertorio a sus espaldas, aunque a partir de 2009 se ha publicado una reedición que expande el contenido hasta completar un álbum doble, lo cual hace mayor honor a lo que representa Camel. Andrew Latimer es el único miembro original que quedaba en el grupo, pero leemos en el CD que aparecen como artistas invitados Pete Bardens y el saxofonista Mel Collins, si bien no se indica dónde exactamente. Bueno, a Collins es fácil reconocerlo porque el saxofón se escucha en ‘Fingertips’ (cuya primera mitad transmite todo su lirismo al ser una interpretación bien lograda).

 

Si ‘Pressure Points’ era en realidad la manera de comenzar los conciertos, hay que reconocer que es una pieza ideal para introducir la música de Camel, pues transita por diferentes estados de ánimo sin olvidar por ello las melodías, que van cayendo de manera sutil. En el polo opuesto estaría el instrumental ‘Sasquatch’, donde ya sabemos que no va a ser más que una excusa para el alardeo de técnica de Latimer, con poco espacio para las melodías. En cualquier caso, no encontraremos aquí tampoco ninguna revelación ni nada que nos haga olvidar la música grabada en el estudio. Se pueden realizar objeciones varias, como que se exceden un poco con los sintetizadores en ‘Wait’ o que ‘Drafted’ hubiera quedado mejor con la voz más sensible de Latimer, pues aquí debe estar cantada por Chris Rainbow, un habitual en los álbumes de The Alan Parsons Project.

 

Parecía inevitable que, como final de fiesta, acudan a The Snow Goose para dejarnos dos notables interpretaciones de las piezas de ‘Rhayader’, una manera de recordarnos su pasado todavía cercano, aunque muchas cosas habían cambiado desde entonces. En resumen, este álbum supone pasar un buen rato con agradable música pero no es una adquisición relevante respecto a la trayectoria de Camel, sino más bien una curiosidad de saber cómo sonaban en directo. Probablemente la versión expandida proporcione una percepción diferente.

DUST AND DREAMS

Año de publicación: 1991

Puntuación:

1) Dust Bowl; 2) Go West; 3) Dusted Out; 4) Mother Road; 5) Needles; 6) Rose Of Sharon;

7) Milk n' Honey; 8) End Of The Line; 9) Storm Clouds; 10) Cotton Camp;

11) Broken Banks; 12) Sheet Rain; 13) Whispers; 14) Little Rivers And Little Rose;

15) Hopeless Anger; 16) Whispers In The Rain.

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Se iniciaba una nueva década y una nueva era en la trayectoria de la banda porque Latimer y su mujer Susan Hoover se mudaron a vivir a California y allí fundaron su propia discográfica (Camel Productions), saliendo por fin de la adusta Decca. Pudieron reunir sin problemas a los músicos que les habían acompañado en su última aventura musical y emprendieron la tarea de inspirarse nuevamente en una obra literaria para grabar su siguiente entrega. En esta ocasión fue nada menos que Las uvas de la ira de John Steinbeck, lo cual ya eran palabras mayores por ser la novela más recordada de este Premio Nobel. Las fotos de la portada y contraportada evocan esa época de miseria de la Gran Depresión en Estados Unidos que, como en cualquier otro país o época, sirve para que unos pocos se enriquezcan a costa de la necesidad extrema de otros muchos. Recordemos que Bruce Springsteen también se inspirará en la misma novela de Steinbeck para grabar en 1995 esa calamidad de álbum titulada The Ghost Of Tom Joad.

 

Debido a que estrenaban su propia discográfica, el aspecto económico no podía ser lo suficientemente boyante como para contratar a una orquesta que ejecutase y participase en la ejecución de buena parte del álbum que es instrumental. Sin embargo, encontraremos que varias de esas breves piezas instrumentales son de una exquisitez absoluta, de tal manera que podrían pasar por piezas orquestales, como por ejemplo ‘Dust Bowl’, ‘Storm Clouds’ o ‘Sheet Rain’. Las piezas tituladas ‘Needles’ o ‘Little Rivers And Little Rose’ parecen directamente de banda sonora y este álbum bien podría haberse aprovechado como tal (a diferencia del citado engendro de Springsteen). La grandeza que alcanza ‘Dusted Out’ en sus momentos álgidos está solo al alcance de compositores con talento y eso es un punto a favor de Latimer. Algunas de las piezas son demasiado contemplativas para dejar algo más que una simple sensación agradable, incluso ‘Milk n' Honey’ y ‘Whispers’ reciclan alguna melodía de ‘Drafted’, una canción perteneciente a Nude.

 

La guitarra de Latimer, que es lo que uno busca cuando escoge cualquier disco de Camel, se coloca en primer plano en ‘Mother Road’, enfundada todavía esta canción en el sonido new wave de los ochenta, con un estribillo de voz doblada que nos remite a grupos estilo Asia. Esto quizá sea indicativo de que hay composiciones que fueron ideadas unos años antes (esto es, en los ochenta) pero quedaron a la expectativa de la fundación de la discográfica. Vuelve a ser la guitarra lo que aporte algo de interés a temas como ‘Rose Of Sharon’, mientras que en el instrumental ‘Cotton Camp’ y su apéndice ‘Broken Banks’ adopta un estilo que le aproxima a Steve Hackett, cuando Latimer siempre había sido más cercano a David Gilmour. Demasiado lenta resulta ‘Go West’, basándose en sintetizadores que al menos están implementados de forma suave para no romper la ambientación introspectiva.

 

El tema central del álbum, por su ubicación y duración de siete minutos, es una balada titulada ‘End Of The Line’ que acaba resultando bastante convencional y por ello decepciona un poco. Las piezas finales instrumentales, ‘Hopeless Anger’ y ‘Whispers In The Rain’ retoman algunas ideas ya vistas a lo largo del álbum, la primera de ellas comenzando con una fiera primera parte que lleva luego a escuchar unas memorables melodías de guitarra, aunque luego transita por terrenos más corrientes. Como ocurre con este tipo de álbumes inspirados en una obra literaria, la valoración más apropiada vendría después de haber leído la novela, que en este caso sí que sería una opción muy recomendable. El disco no queda entre lo mejor de Camel, pero sí es una obra más o menos consistente que, salvo algunos momentos más aburridos o convencionales, consigue mantener el interés. Eso ya es más de lo que podrían soñar muchos grupos de rock progresivo en los años noventa.

HARBOUR OF TEARS

Año de publicación: 1996

Puntuación:

1) Irish Air; 2) Irish Air (instrumental reprise); 3) Harbour Of Tears; 4) Cóbh;

5) Send Home The Slates; 6) Under The Moon; 7) Watching The Bobbins; 8) Generations;

9) Eyes Of Ireland; 10) Running From Paradise; 11) End Of The Day; 12) Coming Of Age; 13) The Hour Candle (A Song For My Father).

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Volvía Camel con otra obra conceptual y de tintes autobiográficos (‘A Song For My Father’ podemos leer en uno de los títulos del contenido), esta vez relativa a las familias irlandesas que se rompieron por la emigración. Disponiendo de una discográfica propia, Andy Latimer y compañía ya podían permitirse grabar lo que quisieran. Tal como podemos leer en el disco, Cóbh Harbour era un puerto de Irlanda desde donde partían miles de irlandeses emigrados a Estados Unidos para buscar una mejor vida que la ofrecida en la pobre y hambrienta Madre Patria, de ahí que se quedara con el sobrenombre de The harbour of tears. La composición vuelve a ser tarea exclusiva de Andy y su mujer Susan Hoover, quien se centra en las letras.

 

Cuando comenzamos a escuchar el canto femenino a cappella de ‘Irish Air’, lo primero que pensamos es si hemos colocado por error un disco de Loreena McKennitt, pues se trata de un tema tradicional gaélico que nada tiene que ver con la música del grupo. Es muy breve, tan solo un minuto, para luego dejar paso a su versión instrumental, donde Camel suenan más célticos que nunca. Esa sensación de que se han dirigido hacia el folk no cambia cuando escuchamos la delicada balada ‘Harbour Of Tears’, donde Latimer vuelve a demostrar un cuidado especial por el apartado vocal y vuelve a permitirse algún juego armónico, aparte de la siempre eficiente guitarra.

 

Las irresistibles melodías vocales de ‘Send Home The Slates’ y su estructura variada la hubieran hecho una buena candidata para enriquecer alguna escena de un musical. El intermedio instrumental no es tan brillante al sonar más profesional que emocional, pero por ello tampoco vamos a desmerecer la canción como uno de los mejores momentos del álbum, un puesto que compartiría con el folk combativo de ‘Eyes Of Ireland’, lo cual denota el interés que había puesto Latimer en la música tradicional. Destaca la duración de seis o siete minutos de algunos temas, que son precisamente los que se acercan tímidamente al pasado progresivo de Camel. Sin embargo, aunque tampoco está mal el riff de guitarra de ‘Watching The Bobbins’, queda bastante difuminado en el tono general demasiado indulgente y posee un solo que suena algo artificial, como si se hubiera visto forzado a incrustarlo ahí. Más dinámicos suenan a lo largo de los siete minutos de ‘Coming Of Age’ y por eso dejan una mejor sensación.

 

Como recurso de continuidad, encontramos en el álbum algunos breves interludios de corte orquestal (‘Generations’, ‘Cóbh’), que salen ganando cuando la guitarra se coloca en primer plano, tal como ocurre en ‘Under The Moon’. Entre los temas instrumentales cabe destacar ‘Running From Paradise’ por su variedad al tratarse de una mini-suite, aunque algunas de sus partes suenan demasiado convencionales. Está casi enlazada con la siguiente pieza, ‘End Of The Day’, esta vez cantada por Latimer y con una guitarra que suena muy emotiva, mucho más que en buena parte del álbum. En la introducción de ‘The Hour Candle (A Song For My Father)’ parece que hayan pretendido dotarla de carácter de himno, pero luego su desarrollo instrumental parece una mera imitación de Pink Floyd. Podemos sentirnos satisfech@s en conjunto ante un álbum así de los Camel tardíos, pues suenan consistentes y muestran un resultado digno donde Latimer sabe explotar todavía su técnica de guitarra y aprovechan las posibilidades del estudio para enriquecer el sonido. Las composiciones ya no son tan épicas como antaño, pero esto quizá sea debido al propósito conceptual de la obra, que obliga a dirigirse hacia el lirismo y la nostalgia. Un álbum digno y sin pretensiones.

RAJAZ

Año de publicación: 1999

Puntuación:

1) Three Wishes; 2) Lost And Found; 3) The Final Encore; 4) Rajaz; 5) Shout;

6) Straight To My Heart; 7) Sahara; 8) Lawrence.

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Con el privilegio de poder contar con su discográfica propia, pero sin perder por ello el sentido artístico que justificara cada nueva obra, Andy Latimer y su mujer Susan Hoover volvieron a idear otro álbum reposado, casi intimista y plagado de fragmentos instrumentales. Veinticinco años después de su fundación, lo mejor que podían hacer con el nombre de Camel es potenciar el estilo por el cual habían sido conocidos y apreciados. En esta ocasión lo que parecía no haber era dinero para los embellecimientos orquestales, o quizá fuera simplemente una decisión musical, porque podían permitirse vivir de la música, que es un verdadero lujo existencial.

 

Demasiado ambiental resulta el primer tercio de ‘Three Wishes’, pero la continuación con la guitarra en primer plano no pasa de la mera autoindulgencia, aunque se añade alguna melodía interesante para salvar la situación. En cualquier caso, no deja de ser música de relleno como la que llegaron a tocar en algunos momentos en los setenta. Pero claro, tampoco se les podía exigir que alcanzaran el gran nivel mostrado en aquella década. En temas como en el que da título al álbum se aprecia profesionalidad pero falta de emoción. Tan solo en el extenso solo de guitarra del final puede percibirse algo más que un músico cumpliendo su papel. De manera análoga, mucho virtuosismo estéril es lo que encontramos en ‘Sahara’, lo cual podía llevar a etiquetarlos (como ya ha ocurrido en diversas ocasiones) como un grupo de música aburrida.

 

Pero Latimer todavía sabe encontrar una cierta emotividad en canciones relajadas como ‘Shout’, mientras que ‘Lost And Found’ ofrece una buena imagen de entrada a pesar de que la parte vocal es más convencional, aunque luego lo vuelven a arreglar con un emocionante solo de guitarra de Latimer. Otra composición destacada es ‘Straight To My Heart’, donde pronto escuchamos una parte cantada aunque se trata de un tema básicamente instrumental y muy consistente, con un extenso solo de guitarra que llega a un sensacional clímax a los cuatro minutos y medio, rememorando de verdad las glorias de antaño. Tras una introducción de tono tenebroso con una guitarra inquietante que bien pudiera haber dejado ‘The Final Encore’ como adecuado final de álbum, con la llegada de la parte vocal se pierde bastante el interés. Justo a la mitad vuelven a agradar con una solemne parte de sintetizadores bien lograda, dejando claro que este tema debería haber quedado como un instrumental, eliminando todo lo correspondiente a las secciones cantadas.

 

Todo lo anterior nos deja con varias conclusiones y algunas dudas sobre la continuidad de Camel. Tan solo grabarán un álbum de estudio más, pero aquí dejaban claro que no podían pasar de una fórmula o estilo ya suficientemente desarrollado y explotado dos décadas antes. La expresividad de Latimer con la guitarra era ya el único elemento diferencial y de interés de la música de Camel, pero este gran músico tampoco estaba en su mejor momento de inspiración. Por tanto, Rajaz queda como un reflejo pálido de lo que llegó a representar Camel, aunque todavía con suficiente consistencia para agradar a los fans y ofrecer una música seria y profesional, que según el estado de ánimo en que uno se encuentre, hasta puede resultar adecuada.

A NOD AND A WINK

Año de publicación: 2002

Puntuación:

1) A Nod And A Wink; 2) Simple Pleasures; 3) A Boy's Life; 4) Fox Hill;

5) The Miller's Tale; 6) Squigely Fair; 7) For Today.

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Llegamos al último álbum de estudio de Camel, en el cual echan la mirada atrás pero no para hacer un mero ejercicio de nostalgia, sino para desarrollar unas composiciones nuevas con esa idea como fuente de inspiración. Para la ocasión, se hicieron con los servicios de un avezado teclista canadiense, Guy LeBlanc, proveniente del mundo progresivo y que supo dotar al grupo de un sonido más respetuoso con su pasado más glorioso, que era de lo que se trataba. El álbum está dedicado a Peter Bardens, quien había sido fundador y miembro clave en la primera etapa de Camel y que por entonces había fallecido recientemente. Precisamente Latimer acabaría desarrollando una enfermedad en los siguientes años que le mantendrán alejados de los escenarios durante mucho tiempo.

 

El tema que da título al álbum es el más extenso y sobrepasa los once minutos. Presenta una original introducción (que incluye unos sonidos como si un tren arrancara) donde vuelve a aparecer la flauta, un instrumento que solía tocar Latimer en los setenta, sobre todo en algunas piezas de The Snow Goose. Las secciones cantadas son totalmente intrascendentes, pero vale la pena detenerse en los pasajes instrumentales que son de gran calidad y con algunos momentos sobresalientes como el memorable solo de guitarra que aparece transcurridos los siete minutos, uno de esos que rememoran la mejor época de la banda. La pieza más diversa quizá sea ‘Squigely Fair’, incluido el gallo que nos anuncia su comienzo, que parece que va a ser un instrumental pero por unos instantes escucharemos algunas voces y un breve canto casi recitado con voz festiva. Pero presenta secciones de gran lirismo y transcurre por diferentes estados de ánimo a lo largo de sus ocho minutos.

 

El único tema que no llega a los cinco minutos es ‘The Miller's Tale’ y eso parece significar que no habrá ningún cambio, pero sin embargo su sonido bucólico inicial acaba tornando en un pasaje más inquietante antes de seguir hacia un hermoso tramo final que incluye unos emotivos coros. La parte vocal de ‘Fox Hill’ parece que sea de algún invitado porque presenta un acento muy marcado y exagerado, tal es el tono distendido de esta composición. Aun así, cabe destacar el fabuloso solo de guitarra que nos ofrece pasados los cinco minutos y medio, con algunos momentos de gloria musical, como también la sección instrumental que llega a los ocho minutos con la conjunción de xilófono y flauta. Respecto a ‘Simple Pleasures’, cobra interés cuando le imprimen un mayor ritmo y Latimer se lanza con su guitarra en un dilatado intermedio instrumental.

 

‘For Today’ y ‘A Boy's Life’ comienzan en modo acústico pero acaban bifurcándose con diferente fortuna. En la primera (que en realidad es el último tema del disco) nos introducimos en una sección instrumental que recuerda a las composiciones de David Gilmour en Pink Floyd y que acaba en una emotiva sección coral que sirve de broche de oro para el álbum y para la carrera de Camel. Curiosamente, al final escuchamos el sonido de tren que conocemos del inicio del disco. En cuanto a ‘A Boy's Life’, parece que nunca acaba de arrancar hasta que a los cuatro minutos una guitarra muy al estilo de Mike Oldfield nos salva de caer en el aburrimiento. Es lo más discreto de un álbum muy interesante que adolece de algunos momentos poco vistosos pero que nos ofrece la mejor versión posible de Camel en el siglo XXI. Una lástima que aquí se acabaran las obras de estudio del grupo, pero la salud de Latimer no le permitirá más que disfrutar de su legado y con eso también podemos quedarnos nosotros conformes y satisfechos.

RECOPILATORIOS

ECHOES

Año de publicación: 1993

Como panorámica de la obra de Camel hasta 1993 y como introducción no está mal este doble disco recopilatorio, pues recoge buena parte de los mejores temas que grabaron. Tiene como aliciente que en el libreto aparece contada, en forma resumida, la historia y evolución de Camel por Susan Hoover, la mujer de Latimer y letrista también para el grupo en la última década. Por tanto, encontramos información de primera mano y la confirmación de algunas curiosidades, aunque son muy respetuosos con el eufemismo empleado para la salida del baterista fundador. Por tanto, es una recopilación recomendable para quien desee acercarse por vez primera a esta banda, aunque vale la pena conocer su obra completa.

VÍDEOS

MOONDANCES

Año de publicación: 2007

Este DVD recoge dos conciertos de años consecutivos. El primero de 1976 y el segundo de 1977, con bastante diferencia cualitativa entre uno y otro. No fue su noche más inspirada la de 1976, aparte de que la calidad de sonido no acaba de funcionar y las imágenes son bastante malas por una deficiente iluminación y unos enfoques estáticos y monótonos. Lo más gracioso es que parecen un trío, pues el bajista (probablemente el sustituto de Ferguson) no es enfocado en ningún momento, al estilo de lo que hicieron los Rolling Stones con Darryl Jones durante veinte años. En cambio, el concierto de 1977 está grabado para la televisión y sí que podemos disfrutar de calidad tanto sonora como visual, con la formación de quinteto que incluía al bajista Richard Sinclair y al saxofonista Mel Collins. La mayor decepción llega con la deficiente selección del repertorio, pues el también decepcionante Rain Dances se presentaba en el concierto de 1977 pero en ninguno de los dos encontraremos ni ‘Song Within A Song’ ni ‘Air Born’, estos de Moonmadness. Como bonus podemos escuchar dos temas inéditos del grupo mientras acompañan a diferentes fotografías que abarcan desde los comienzos de Latimer como guitarrista teenager. Estos dos temas inéditos (titulados ‘Autumn’ y ‘Riverman’) son agradables baladas sin nada especial salvo su impecable ejecución. Así pues, este DVD solo sirve como documento gráfico de dos etapas de transición, pero musicalmente es más prescindible. Por cierto, ¿soy yo solamente o Latimer, Bardens y Ward podrían pasar por hermanos? Latimer y Bardens incluso por mellizos.

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