EL CUADERNO DE PEDRO PAN

El encuentro Linares-Bonet, un regalo único del Jazz Voyeur Festival

El resultado fue espectacular, sublime, sucediéndose unos retos vocales reviviendo siglos de aportaciones

El XV Jazz Voyeur Fest afianza su continuidad

Carmen Linares
La cantaora Carmen Linares.

El saxofonista estadounidense Bill Evans, acompañado de su cuarteto que se completa con Neals Landoky, Darry Jones y Harvey Mason, estuvo este jueves en Palma para protagonizar el segundo concierto del Jazz Voyeur Festival. Como ya ocurriera el día anterior en Madrid, el Auditorio del Conservatorio Superior de Música registraba un lleno absoluto, no era para menos, y sobrevolando tan cálido ambiente una cuestión: ¿iba a reeditarse lo vivido en el Leverkussen Jazzestage en su edición de 2009? Esto es, ver al cuarteto de Bill Evans interactuando con una big band.

De hecho, en el cartel de la noche del jueves 10 de noviembre figuraba la big band del Conservatorio, dirigida por el gran Toni Cuenca, quien había hecho llegar al entorno de Bill Evans dos temas con intención de averiguar si existía alguna posibilidad de ver interactuar el estadounidense con la big band del Conservatorio Superior de Música de Baleares. La posibilidad era más bien remota, pero de lo que no cabían dudas era de que trataba de la cita por excelencia de este XV Jazz Voyeur Festival.

En cualquier caso la magia ya se había producido una semana antes con el afortunado encuentro de Carmen Linares y Maria del Mar Bonet.

El XV Jazz Voyeur Festival no podía comenzar mejor, al reencontrarnos con Carmen Linares justo una semana después de recibir de manos de la princesa Leonor el Premio Princesa de Asturias de las Artes que compartía con la bailaora María Pagés. Un merecido reconocimiento que coincide con la gira Cantaora: 40 años de Flamenco, que celebra el tiempo transcurrido desde que decidió iniciar su carrera en solitario, después de haber invertido una década en cantar acompañando al baile. Esta es probablemente la razón de que incorpore en su espectáculo la presencia de una bailaora.

Su trayectoria artística no necesitaba, expresamente, el Premio Princesa de Asturias porque ya había sido reconocida previamente, el año 2001, con el Premio Nacional de Música. Sí aportaba esta nueva distinción, señalar sin género de dudas su condición de leyenda viva del flamenco. La gira del 40 aniversario tiene dos caras, la del formato grande y la que vimos en el Trui Teatre. La diferencia está en que para determinadas ocasiones se suman al cuadro flamenco que la acompaña el piano, la batería y el contrabajo.

Este refuerzo no era necesario en su visita a Palma porque las leyendas son mejor narradas, y descubiertas, a media voz de manera que en este empeño solo bastaba con dos guitarras solventes, dos palmeras solventes y bailaora igualmente solvente, puesto que la solvencia es la cualidad de saber hacerse cargo de una obligación que no era otra que dejar en libertad el duende.

Me permito detenerme en la bailaora, Vanesa Aibar. Resultó muy llamativo verla en escena la primera de sus intervenciones. En un primer momento se me vino a la cabeza entenderla como el justo equilibrio entre Yerbabuena y Sara Baras, es decir, raíces y modernidad. Movimientos de una electrizante personalidad y desparpajo, puede que a contracorriente, en sus evoluciones. En realidad, Vanesa Aibar no es una bailaora en sentido estricto. Goza de una sólida formación en danza contemporánea (de ahí tal vez la sorpresa de sus movimientos singulares), además es coreógrafa (por tanto saber leer en su interior cómo responder a las demandas juglares) y lo más importante es su fascinación por el folclore a través de sus danzas. Pero lo que realmente importaba era su disciplinado contrapunto con Carmen Linares, de manera que su baile en realidad se inspiraba en la comunión entre ambas.

Puedo imaginarme que Carmen eligió a Vanesa por el diálogo generacional de manera que no se trata simplemente de rememorar su pasando, cantando al baile, sino del presente y la memoria reivindicando los encuentros.

En cuanto al resto del cuadro flamenco respondió plenamente a lo esperado conciliando sus gestos con la esencia de un repertorio imprescindible, fiado a la antología de cantes de mujer, visitas a poemarios debidos a sensibilidad tan compartida como la de Federico García Lorca, Miguel Hernández, José Ángel Valente o Juan Ramón Jiménez, y por encima de todo vivir el legado popular. Precisamente esa fue la magia de la noche: construir los momentos que hicieron historia como si fueran sencillas gestas del presente.

En realidad, lo que se vivió la noche del viernes 4 de noviembre en el Trui Teatre fue reeditar el ritmo de la tierra en las manos arrugadas entre palmas y cuerdas de guitarra, regadas siempre con la voz de una leyenda. De paso, era también la tesina de Carmen Linares, para documentar el merecimiento del Premio Princesa de Asturias de las Artes. Pero aún cabía más emoción, porque la gira del 40 aniversario, tan condicionada por la pandemia, alojaba en sus encuentros con el público una suerte singular: invitar en cada ciudad a un artista local para compartir juntos el momento y transformarlo en único e irrepetible, y en nuestro caso fue el pausado diálogo-monólogo con Maria del Mar Bonet. Era una debilidad de Carmen Linares, porque Bonet siempre ha sido una constante de referencia, «la música de mi vida», decía ella. Y en momentos previos desconociendo lo que pudiera pasar se refería a ese encuentro como «vamos a tirarnos a la piscina», que es la manera de constatar que no hablamos de estilos compatibles. O sí, tal vez.

Maria del Mar Bonet le planteó que lo adecuado era referenciar las tonades que en la voz de nuestra cantante están documentadas en Coreografies, su disco de 1990, y en menor medida Amic, Amat (2004). A lo que la mujer de Linares asintió acudiendo a sus ancestros. El resultado fue espectacular, sublime, sucediéndose unos retos vocales reviviendo siglos de aportaciones que probablemente acabaron por convertir este duelo en un hito único en la trayectoria de la gira. Un regalo en el inicio del XV Jazz Voyeur Festival.

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