Tan lógico como ilógico
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El periodista Oscar Dorado Vega
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Como en una trama cinematográfica de suspenso llevada a la máxima expresión (una de aquellas dirigidas por Alfred Hitchcock), el partido —casi siempre controlado por Argentina— terminó poniendo a Australia a un tris del empate a falta de segundos.
No resulta sencillo de explicar, pero se trata de fútbol y en este deporte todo es posible —hasta lo inaudito— mientras la pelota esté rodando.
Le llevó a la Albiceleste, paciente, algo más de media hora destrabar el paredón oceánico, cimentado en dos líneas de cuatro muy juntas, agrupadas, ordenadas, sólidas. Y cuando no lo estuvieron la infracción técnica era el recurso y estaba bien memorizado en el libreto.
El zurdazo letal de Messi representó la consecuencia de una tenencia casi absoluta del balón, aunque los caminos no aparecían despejados y la inventiva adquiría rostro de necesidad absoluta para quebrar el cero.
Más tarde, ya en el complemento, Álvarez estiró la distancia en directa complicidad con el arquero Ryan (también lo atoró De Paul) y la sensación de recompensa adecuada para el mejor se instaló en el estadio Ahmad Bin Ali.
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Sin embargo, en un accidente del juego Fernández intentó bloquear un disparo de Goodwin, el curso cambió totalmente y los amarillos repararon en que la hazaña no era una quimera. Por eso, rústicos cuanto voluntariosos, atacaron a punta de pelotazos y Emiliano Martínez tradujo su mejor intervención en la Copa Mundial saliendo presuroso y bloqueando el remate del joven Kuol.
Argentina terminó padeciendo en un cotejo que le perteneció casi siempre. ¿Los varios cambios no generaron resultados? Es una de las posibilidades. Otra tiene que ver con el agotamiento, ya que apenas tres días antes culminó la fase de grupos. En menor medida incidió, a juicio de este cronista, la reacción, física y anímica, de los conducidos por Graham Arnold.
Lionel y compañía están en cuartos de final. Dieron otro paso. Y el desenlace ingresa en la consideración de lo inobjetable. Empero, la desorientación del último tramo amerita revisión y autocrítica. La complejidad de Países Bajos —más allá que cada encuentro es distinto— demandará adoptar recaudos.
En el balance de sus virtudes se suman actitud, iniciativa, desenvolvimiento correcto con y sin el esférico, carácter, destellos individuales (por algo Messi, a los 35 años, es el número uno del planeta; Julián Alvarez se adueñó, intachable, de un lugar entre los titulares) y mecánica colectiva que no necesariamente precisa de vértigo, sino de encontrar al hombre destapado para que la jugada transcurra limpia, eficaz.
Lo lógico involucra al vencedor inobjetable por variados motivos. Lo ilógico descubre ese colofón inesperado, después que el elenco sudamericano despilfarrara al menos dos oportunidades claras de convertir el tercero.
Son los misterios del fútbol. No siempre aptos en pro de análisis fundamentados, concienzudos. De la comodidad a lo perturbador sin estaciones intermedias. Tal cual.
(03/12/2022)