La vuelta a casa bien vale Rabat

La vuelta a casa bien vale Rabat

Nuestra historia empieza con un episodio desgarrador: la expulsión de los moriscos de España en 1609. Se calcula que solo en Marruecos fueron desembarcados al menos unos 40.000 moriscos. Entre ellos se encontraba un grupo muy compacto, los moriscos del pueblo de Hornachos, en Badajoz. Entre 1200 y 3000 personas según las fuentes.

Los moriscos de Hornachos – luego conocidos como hornacheros u hornachegos – llevaban más de 300 años bajo soberanía castellana. Algunos de ellos tenían ancestros notables, de tal modo que se les permitía portar espada y tener una suerte de gobierno local. Cuando desembarcan en Marruecos, rápidamente se les distingue como un grupo compacto, con jerarquía entre ellos, vestidos a la usanza castellana, y familiarizados con el manejo de las armas. Hecho que resultará relevante, pues el Sultanato estaba en guerra civil.

Los hornacheros servirán a Muley Zaidan, uno de los hijos del Sultán fallecido aspirante al trono, que resultará el vencedor de la contienda. Zaidan los destinó a vigilar la frontera con el antiatlas, por la zona de Draa, pero ya en 1610 marchan a su nuevo destino, la desembocadura del río Bu Regreg. Ahí les esperaba un poblado de andalusíes, descendientes de los huídos de la caída del Reino de Granada y una fortaleza en estado ruinoso. Los hornacheros se asientan en la kasbah (fortaleza), y en poco tiempo pondrán en marcha su propio autogobierno dentro del asentamiento.

En 1614 cae el puerto de La Mamora en manos españolas, ciudad hasta entonces sede de los corsarios al servicio del Sultán, de tal modo que el único puerto de la fachada atlántica en poder de Marruecos es de la desembocadura del Bu Regreg.

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Desembocadura del río Bu Regreg, desde Rabat.

Los corsarios se trasladan a Salé -que es el nombre de la aldea primigenia- y pronto los hornacheros empiezan a dedicarse al corso. Entre los corsarios hay holandeses al servicio del sultán, que enseñarán a los hornacheros, gente de interior, el arte de la construcción naval. Entre los corsarios holandeses al servicio del sultán está Jan Janszoon. Durante un tiempo fue almirante de la flota corsaria, y su familia, fruto de la relación con una morisca de Cartagena, vivió durante un tiempo en la ciudad de Salé.

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El corsario Jan Janszoon, óleo de Pier Francesco Mola

De hecho, sus hijos con la morisca cartagenera, Anthony y Abraham, llevarán como apellido Van Salee, en clara alusión a la ciudad. Emigrarán con el tiempo a Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, y de los mestizos Van Salee desciende parte de la «aristocracia» de Nueva Inglaterra, gente como los Vanderbilt, Jacqueline Kennedy… o el propio Humphrey Bogart.

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Siempre nos quedará Salé, Humphrey.

Pero volvamos a los hornacheros de Salé. Para 1626 dominaban ambos asentamientos en la desembocadura del Bu Regreg – Rabat y Salé – y sintiéndose ya seguros de su posición, dejan de pagar el 10% de las presas al Sultán y matan al Caíd, su representante en la kasbah.

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Salé nueva y Salé vieja (Rabat), a ambas orillas del río Bu Regreg.

Nace así la Republica de Salé, o «de las dos orillas». Un consejo o Diván de 14 hornacheros llevarán el gobierno de la republica corsaria. Llegarán a tener una flota de 40 barcos, la mayoría de construcción propia a la «holandesa», y su propio pabellón.

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Pabellones de las naves corsarias de Salé, incluida la bandera sangrienta, muahahaha.

La actividad corsaria será principalmente en la zona del estrecho. El tráfico marítimo de Ceuta y la flota de Indias serán de sus víctimas favoritas. Algunos llegarán a aventurarse hasta el canal de San Jorge, entre Inglaterra e Irlanda, o la misma Islandia.

La situación en la Republica, sin embargo, no es fácil. Los moriscos no hornacheros y los andalusíes empiezan a exigir el poder tomar parte en las decisiones del gobierno. Terminarán entrando en el Diván o Consejo. Será una tensión constante.

El castellano era la lengua dominante entre los hornacheros. De hecho, escribían en castellano aljamiado (en caracteres árabes). El líder militar recibía el nombre de «capitán general de la fortalesa». Para el resto de marroquíes, los hornacheros eran «cristianos castellanos», a pesar de ser moriscos expulsados.

Los hornacheros miraban a España continuamente. Ya en 1625 habían entrado en contacto con un enviado inglés, que buscaba reclutar moriscos para formar un ejército que invadiese España una vez la flota inglesa tomase Cádiz. Dicha intento de la flota inglesa fracasó.

En 1631 los hornacheros entran en contacto, por medio de un enviado, con el Duque de Medina Sidonia para presentarle una propuesta inverosímil: entregarán la República a Felipe IV si se les deja retornar a Hornachos.

El proyecto de tratado ofrecía lo siguiente: entregar la kasbah a un contingente de cien soldados españoles, indemnizar a todos los vecinos de Hornachos que los habían reemplazado en sus tierras. Y pedían el reconocimiento de los privilegios multiseculares de que habían gozado antes de la expulsión. También pedían una moratoria de 20 años frente al tribunal de la Inquisición, tiempo suficiente para educar a la joven generación de hornacheros nacida en los 20 años de exilio en las costumbres castellanas. Y para ello pedían la presencia de un sacerdote que los instruyese en la fe católica…

Y la más desgarradora de las peticiones: el reencuentro con los hijos de los que habían sido desposeídos antes de marchar. Y es que a algunos moriscos les habían quitado sus hijos más pequeños para ser educados como cristianos en España sin la influencia de sus padres, mientras el resto de la familia era expulsada.

En Sevilla entregarían al rey toda su flota, así como toda la documentación generada en la República de sus tratos con Inglaterra y Holanda. Firmaban dicho proyecto de tratado Mahamet Abdelkader, Bejer Brahín de Bargas, Mumamet Blanco y Musa Santiago. En dicho documento le aseguraban al Rey que no habían dejado de llorar ningún día anhelando volver a España.

No llegó a materializarse dicho pacto, pero consta por medio del embajador inglés en España que en 1633 se hacían preparativos en Cádiz para la repatriación, al menos parcial. El Duque de Medina Sidonia mantuvo contactos con el Diván de la República durante los años siguientes, llegando a socorrer con víveres a la ciudad en 1637, mientras estaba sometida a un asedio por tierra.

Y es que los ingleses, a pesar de su fracaso en Cádiz, no querían perder la baza de un frente activo contra España desde el sur, y desde la fachada atlántica. Poco a poco veían que los hornacheros giraban su lealtad hacia el rey de España, así que decidieron intervenir apoyando la facción andalusí primero, y luego la de un clérigo radical local, un santón o «morabito» para hacerse con el control de la República.

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Bloqueo naval francés a la República. Si esto no es ser compatriota…

Para 1640, los hornacheros tienen que empezar a compartir su poder con los andalusíes, y poco a poco su identidad como colectivo se empieza a disolver. Será en 1668 cuando la República sea anexada por el Sultanato de Marruecos.

¿Qué ha quedado de los hornacheros? Apellidos en Marruecos como Bargash (Vargas), Mulina (Molina), Baes (Pérez y Báez), Piro (Pedro) o Balafrej (¡Palafox!). Y una ciudad, Rabat, que en el corazón de sus moradores llegó a concebirse como la moneda de cambio para volver a casa.

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Si Paris bien vale una Misa, la vuelta a Hornachos bien vale Rabat

Como curiosidad literaria, Daniel Defoe hace pasar a Robinson Crusoe cautiverio entre los corsarios de Salé.

Bonus Track: cuadro de Zurbarán sobre la defensa de Cádiz contra los ingleses y holandeses en 1625.

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En primer término, sentado, Fernando Girón, comandante de la plaza. El hombre estaba enfermo, pero a pesar de todo se mantuvo al frente de la resistencia de la ciudad. De pie, frente a él, el Teniente de Maestre de Campo Diego Ruiz. La escena de fondo reproduce los combates de la flota anglo-holandesa frente al Puntal.

Desde Jérez, donde estaba su cuartel general, Don Manuel Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia, coordinaría toda la defensa como capitán general de Andalucía. Con su habilidad logró abortar la ocupación de Cádiz, y por tanto el ulterior desembarco morisco, para el cual habían sido sondeados los hornacheros por medio de un agente inglés.

 

Los orígenes españoles de El Patriota

Los orígenes españoles de El Patriota

 

El Patriota es una de mis películas favoritas. A parte de que Jason Isaacs lo borda caracterizando al coronel Tavington, y Mel Gibson cumple bien con su papel de hombre atormentado por su pasado – no es muy difícil xD – es la clásica película donde los buenos ganan y los malos se llevan su merecido. A veces uno se queda con la miel en los labios y le da por indagar – qué de real hay en esto – y el resultado ha sido sorprendente. Tanto, que el protagonista y el antagonista de la película El Patriota dan para un hilo con sabor a #hispaniainvicta.

Recordaréis la gran batalla del final, donde se encuentran Benjamín Martin y el malvado coronel Tavington en un mano a mano sin cuartel. Pues bien, la batalla refleja en realidad dos batallas reales, las batallas de Cowpens y Guilford Court House. La de Cowpens queda reflejada en la carga de Tavington y el mano a mano con Martin. La de Guilford Court House en las dimensiones y en la derrota de Lord Cornwallis.

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Lord Cornwallis, caracterizado en El Patriota por Tom Wilkinson.

Tavington es un personaje de ficción, basado casi al pie de la letra en Sir Banastre Tarleton, comandante de la Legión Británica, una unidad mixta de dragones e infantes, con participación de voluntarios americanos leales a la Corona.

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Sir Barnastre Tarleton, pintado por Sir Joshua Reynolds.

El papel de Benjamín Martin en la batalla de Cowpens refleja el de George (Jorge) Farragut Mesquida, capitán por aquel entonces del 3er regimiento de dragones ligeros de Virginia.

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Jorge Farragut Mesquida, retrato póstumo.

Jorge (o Jordi) Farragut nació en Ciudadela, Menorca, en 1755. A los 10 años su familia lo mandó a estudiar a Barcelona, y desde entonces empiezan sus aventuras, que tendrán el mar por protagonista en sus primeros años. Como tantos jóvenes con ansias de un futuro prometedor, se dirige a hacer las Américas.

En 1776 ya era capitán mercante, principalmente entre Veracruz y Nueva Orleans, aunque también por el Caribe y las ciudades de las colonias sureñas. Se presentará ese año con un cargamento de armas por su cuenta y riego en Charleston (Carolina del Sur), y se unirá a la Armada de Carolina del Sur como corsario.

Participará en operaciones costeras, de corsario primero, y después de oficial de la Armada de Carolina del Sur con rango de teniente. Estará en la toma de Savannah en diciembre de 1778, y en la caída de Charleston en 1780.

En Charleston, una vez que los marinos son desembarcados, le darán el mando de una batería costera. Entre los asediados se dirá que nadie gastó más pólvora con más rabia contra los navíos ingleses que Farragut.

Hecho prisionero, encontrará en el representante oficioso del gobierno español en las trece colonias, Juan de Miralles, un valedor para que sea prontamente liberado en un intercambio de prisioneros en Filadelfia. Volverá a ponerse en marcha, y se enrolará en la caballería. Será destinado como capitán al 3er regimiento de Dragones Ligeros de Virginia, bajo el mando del Coronel William Washington, primo del comandante supremo. Serán integrados en el ejército bajo el mando del Brigadier Daniel Morgan, y se dirigirán a las Carolinas.

Es ahí, en una maniobra visceral por parte de Cornwallis, deseoso de dar un mazazo a los rebeldes, donde envía en su búsqueda y persecución al Teniente Coronel Tarleton al mando de su Legión Británica. Se encontrarán en el claro de Cowpens.

La película refleja bastante bien la táctica empleada por Morgan. Situará sus hombres en tres líneas de profundidad, dejando la última línea oculta tras una colina, con lo mejor de su ejército, los fusileros de Maryland. En el centro de la segunda línea, las milicias. Las milicias dispararan dos veces, y emprenderán una falsa retirada, protegida por los dragones de Washington. Tarleton cae en el cebo, y lanza toda la infantería contra la milicia.

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Primera fase de la batalla de Cowpens. El cebo.

 

Los continentales aparentaran ceder terreno, mientras los dragones de Washington van hostigando a los infantes ingleses. Cuando hacen cumbre estos últimos en la colina, los continentales y las milicias plantan cara, y los machacan literalmente.

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Segunda fase de la batalla de Cowpens. Hay carne fresca en el menú.

Y es aquí donde ocurre el mano a mano en el que se inspira la escena de la película. Tarleton, abrumado por el desastre inminente, ordena hacer una carga, encontrándose frente a frente con los dragones de Virginia.

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Tarleton copado en Cowpens.

En un lance, Tarleton se encuentra con William Washington, que va en su búsqueda al grito de «¿Dónde está ese fatuo de Tarleton?». Se monta un tumulto con hombres de ambos ejércitos en torno a ambos líderes, y aquí es donde aparece Farragut al quite.

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Benjamin Martin haciendo de Farragut.

Logra entablar combate cuerpo a cuerpo con Tarleton, que iba decidido a acabar personalmente con W. Washington. Farragut logrará herir a Tarleton (parece que pierde algunos dedos), y este tendrá que emprender la retirada. De los 1100 hombres de su Legión, retornarán con él 160.

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Si hay que ser imperialista, que sea con estilo. Tavington/Tarleton is the man.

Tras la guerra, Farragut se establecerá en Tennessee. Se casará, tendrá cinco hijos. Estará al frente de la caballería territorial de Tennessee, y es posible que se debatiese en una ambivalente posición entre Estados Unidos y España en la interesantísima década de 1790. Servirá nuevamente en la Armada, con la compra de la Luisiana por parte de Estados Unidos (1803), y se establecerá en Nueva Orleans. Morirá el 4 de junio de 1817.

Su fama quedará totalmente eclipsada por la de su hijo David Farragut, el primer oficial de la Navy en alcanzar el rango de Almirante, y famoso por su intervención decisiva en la guerra de secesión al mando de la flota de la Unión.

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Admiral David Farragut, US Navy.

 

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Tras las huellas del cíbolo, a la conquista de las grandes llanuras

Muy pronto comenzarán los españoles a explorar el interior de los actuales Estados Unidos. Ya habían perfilado la costa completa hacia 1519, tal y como contamos en su ocasión.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, tras su naufragio en la expedición fallida de Pánfilo de Narváez, se adentrará en el interior de la costa del Golfo. En su camino, será el primero que nos deje constancia del encuentro con un animal exótico: el búfalo.

Lo encontrará en el interior de Texas, y nos dejará una descripción comedida.

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Cuando regrese a la Nueva España, se organizará una expedición al mando de Vázquez de Coronado, que parte hacia el interior en 1540. En ella un fraile, Marcos de Niza, dejará una descripción de oídas bastante fantástica. Normal. En el fin del mundo hay dragones 😉

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La verdad es que Marcos de Niza la liará bastante parda, porque asegurará que vio, a lo lejos, las siete ciudades de oro de Cíbola.

Tendremos que esperar a la expedición que organice Juan de Oñate, el yernísimo (estaba casado con una nieta de Cortés), para la exploración y conquista de Nuevo México, para encontrar nuevos relatos de estos fantásticos animales.

En su expedición iba un entusiasta de los ripios, D. Gaspar Pérez de Villagra. Era un criollo oriundo de Puebla,que hizo fortuna en la expedición y público sus memorias de la misma. En sus ripios, nos habla del encuentro con la bestia.

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Pero no solo eso. Nos dejará una descripción de las grandes llanuras, que en muchas ocasiones asemejarán a un mar. Y a los búfalos, como peces del mismo.

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En fin, de los distintos relatos, el lector podía colegir que se trataba de un animal de «cuerpo como un toro castellano», «barbas como cabrones -mis disculpas -, muy grandes», «pelo merino, como de ovejas», «de melenas y cuartos anteriores leoninos», «córcoba cual camello». Vamos, que hubiese hecho las delicias del Beato de Liébana.

Los españoles se dejaron fascinar por la bestia, y fueron bastante observadores de sus costumbres. Pedro Castañeda de Nájera, de la expedición de Vázquez de Coronado contarán qué plantas comen: «vallico, poleo, abena y lino».

El capitán Juan Jaramillo de Andrade, también de la expedición de Vázquez de Coronado, observará las costumbres sociales de los búfalos, y contará que los machos se van a veces por su cuenta, y a veces se vuelven con las madres, jovenzuelos y crías. Podían apartarse varias leguas. Castañeda también contará que les gusta acercarse a las arboledas de los ríos, para rascarse los lomos en los troncos, y mudar «como culebra el pellejo».

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Mira Coronado, las siete ciudades de oro de Cíbola no las encontraste porque te llevaste una troupé de la revista Nature, macho.

Los búfalos van a influir mucho en la exploración española de las grandes llanuras. Una relación anónima de la expedición de Vázquez de Coronado – aquí largaba todo el mundo, como para hacer algo comprometedor – decía que muchas veces debían cambiar el rumbo en su travesía. Eran tan grandes las manadas, que esperar a que terminasen de pasar era perder toda la jornada.

Jaramillo apuntaba que solo los búfalos eran capaces de abrir sendas con su paso por la llanura. Los hombres y caballos no eran capaces de dejar rastro, pues la hierba era muy fuerte, y no se dejaba vencer fácilmente. La única manera de no perderse en ese inmenso mar, y poder disponer de avanzadillas y retaguardias, era levantar montículos con los excrementos de los búfalos y los huesos, práctica que depurarán – a Dios gracias – los españoles usando estacas para marcar el camino.

Castañeda nos contará como en la llanura se encontrarán estanques redondos del diámetro de «un tiro de piedra», los cuales contenían agua dulce o salada según los casos. Dirá que quien así lo afirmaba era Vázquez de Coronado. Esas charcas las hacían los búfalos a partir de regueros y fuentes, para darse sus baños de barro y aliviar calores. Es muy probable que las saladas lo fuesen por la acumulación de orines, pelo y piel muerta. Ole ahí, Coronado.

Pero no todo era contemplar a los búfalos. También los cazaban. De hecho, el primer relato de cacería del búfalo con arma de fuego nos lo ha dejado nuestro criollo de los ripios, Don Gaspar Pérez de Villagrá.

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Y no solo cazarlos. Para los españoles de la expedición de Oñate en Nuevo México les pareció una magnífica idea intentar acorralarlos y meter un grupo en un cercado. El capitán Juan Ruiz se puso a la tarea, cual vaquero, logrando encauzar un grupo. Cuando llegó la estampida al cercado, se lo llevaron como si fuese de papel, frustrando el intento de llevarse a Santa Fe un grupo de las mismas para criar en cautividad.

Cabaña de búfalos no se pudo hacer, pero cuentan las crónicas que allá por el siglo XVIII se habían llevado a Zacatecas (Nueva España) dos crías de búfalo, que creciendo en cautividad hacían tareas agrícolas.

Curiosamente, el término vaquero será empleado por los españoles para referirse tempranamente a las tribus indias que seguían las migraciones de los búfalos. Y a falta de ciudades de oro, llamarán a estas nobles bestias cíbolos o cíbolas. Estas bestias condicionarán la presencia española en las grandes llanuras. Lo primero, territorialmente. No era fácil establecer asentamientos permanentes en las praderas, hubo que adaptarse a los usos indígenas. De ahí surgen los ciboleros, los cazadores de búfalos.

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La versión novohispana del toro de la Vega.

Los ciboleros eran auténticos temporeros. Cuando bajaban los rebaños en invierno hacia Texas, Kansas y Oklahoma, salían partidas de ciboleros con sus familias desde los asentamientos de Nuevo México. Llevaban el típico carromato español de un solo eje.

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Reenactment cibolero.

Los ciboleros solían ser indios pueblo y mestizos de clases humildes en un principio, que buscaban un suplemento a sus ingresos. Llegaron a organizarse de tal modo, que actuaban reclamando territorialmente, como los indios, su propio terreno de caza.

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Ese terreno era lo que se conoce como Llano Estacado. Aquí, entre las fronteras de Nuevo México y Texas.

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Dependiendo de las lluvias y de la temperatura, a veces se tenían que internar en las grandes llanuras en búsqueda de las manadas, llegando hasta el actual estado de Kansas.

También los cíbolos influyeron en la impedimenta de las exploraciones y contingentes militares. Puesto que la carne estaba siempre a mano, no era necesario llevar grandes trenes de aprovisionamiento, haciendo de las columnas más ligeras. De eso se beneficiaron las columnas españolas cuando intentaban interceptar a franceses, ingleses y luego norteamericanos, cuando se internaban en las grandes llanuras por medio de los cauces de los ríos.

Y por último, también los búfalos influyeron en la diplomacia y relaciones con los indios. Ya en el siglo XVIII, los indios buscaban a los españoles y hacían tratados con ellos cuando se hallaban en posición de debilidad frente a otras tribus. Desde Nuevo México y Tejas ofrecían escoltas a las tribus aliadas, para que pudieran cazar sin ser molestadas por otras tribus.

En este frente lejano del imperio hubo que hacer frente a enemigos exteriores, como los apaches primero, y los comanches después. Y a revueltas internas, como la de los indios pueblo, a finales del siglo XVII.

La revuelta de los indios pueblos, exitosa al principio, fracasó porque los apaches necesitaban del comercio en la llanura con los españoles. Empezaron a hostigar a los indios pueblo, dejándolos sin una de sus principales fuentes de alimento, la carne de cíbolo.

Con el Tratado de Fontainebleau, de 1762, España adquiere la Luisiana, y nominalmente ostenta la soberanía sobre la totalidad de las grandes llanuras, ya que el límite oriental de las grandes llanuras llega hasta el Misisipi.

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Esto impone abrir una ruta que comunique ambas partes del Virreinato de la Nueva España, más allá de la ruta costera por Texas. Se impone abrir una ruta por las grandes llanuras. Esa ruta se conocerá como el camino de Santa Fe, y la abrirá el capitán Pedro Vial en 1787.

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Otra cosa no, pero de los romanos aprendimos a hacer carreteras.

La carne de cíbolo entrará a Nueva Orleans desde el fuerte y puesto comercial español de Los Arcos, en Arkansas.

Las pieles irán llegando a San Luis y Nueva Madrid, en la Luisiana, fruto del comercio con los poderosos indios Osages en el puesto de Fuerte Carondelet, en la divisoria de los actuales estados de Kansas y Misuri

La Compañía Comercial del Alto Misuri comerciará efímeramente durante los años finales del siglo XVIII con los indios Oto en el puesto sobre el río Misuri en actual estado de Kansas, intercambiando pieles por mercaderías. Lo mismo en Fuerte Carlos, en el actual estado de Nebraska. El propio Santiago (James) Mackay participó en una cacería de búfalos junto a los indios Omaha, para abastecer el puesto comercial recientemente fundado de Fuerte Carlos ante el invierno que llegaba. Sobre los esfuerzos comerciales españoles en el Alto Misuri, ya hablamos aquí.

Cuando el ocaso español en América se acercaba, el búfalo formaba parte del modo de vida español en las grandes llanuras, e influía en los asentamientos de Nuevo México, Texas, Luisiana, Arkansas, Misuri, y más allá, incluso en Kansas y Nebraska.

Estas han sido unas pinceladas de la historia española en las grandes llanuras, de la mano de los míticos cíbolos. Mucho más habría que decir sobre las batallas que durante dos siglos mantuvieron la presencia española en las grandes llanuras contra muy diversos enemigos. Pero eso dará lugar a nuevas historias que deben ser contadas.

El primer novohispano en los altares

El primer novohispano en los altares

San Felipe de Jesús, en el siglo Felipe de las Casas Martínez. Uno de los compañeros de martirio de San Pablo Miki, que comparte fiesta con él el 6 de febrero.

Felipe nació en la Ciudad de México el 1 de mayo de 1572. Era pariente de fray Bartolomé de las Casas. Era el primogénito de los once hijos que tuvieron don Alonso y doña Antonia.

Era un chaval bastante inquieto. No se le daba bien eso de estarse quieto mientras le enseñaban, y tuvo un historial escolar bastante irregular. Vamos, que le expulsaban con frecuencia.

Su padre intentó reformarlo, y como eso de la patria potestad iba en serio, lo metió en el convento de Santa Bárbara, de los Franciscanos de Puebla, para que enmendase la vida. Sin embargo, abandonó el noviciado y volvió a su casa. Vamos, que se escapó.

Su padre lo puso a aprender un oficio, a ver si con esas. Empezó en un taller de plateros. No se le daba mal, pero era inconstante. Además, con 18 años, quería aventuras. Ante este plan, su padre lo envía a Manila en 1590, donde todo estaba empezando – se había fundado en 1571- a expandir el negocio familiar en ese lejano territorio dependiente del virreinato de la Nueva España.

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Su vida ha dado lugar a un blockbuster del cine mexicano.

Aquí es donde Felipe aprende esas lecciones de la vida que parecen calcos de esas historias aleccionadoras. Quedándose sin blanca, contempla con desilusión que aquellos a quienes tenía por amigos no valían ni un ochavo. Tras mucho meditarlo, acude al convento franciscano de Santa María de los Ángeles, en Manila, y pide ser admitido. Profesará los votos el 22 de mayo de 1594.

Se preparará para ser sacerdote, y como todavía Manila dependía del obispo de México, se embarcará en julio de 1596 para acometer el temible tornaviaje de 7 meses de duración hasta Acapulco, y poder ser ordenado en México. Pero el viaje fue muy accidentado, y terminan llegando a Japón prácticamente a la deriva el mes de octubre. Son acogidos por sus hermanos del convento de Santa Maria de los Ángeles en Kyoto.

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Una carraca portuguesa en un biombo japonés

Llegaron justo cuando se cocinaba una persecución por parte del Shogun, y el cinco de febrero de 1597 serán crucificados junto con otros jesuitas y nativos japoneses.

Se le suele representar crucificado y atravesado por dos lanzas, pues algo falló en los agarres de la cruz, y decidieron terminar así con su vida en lugar de esperar a que se asfixiase.

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Es el primer santo nacido en el virreinato, el patrón de la Ciudad de México y del gremio de plateros. Un novohispano en toda regla.

La cruz de San Andrés en los Grandes Lagos

La cruz de San Andrés en los Grandes Lagos

Cuando se llega a Niles, estado de Michigan, sorprende encontrar tanto en la plaza como en el propio escudo de la ciudad la bandera española de la cruz de san Andrés. Pocos kilómetros mas abajo, el río que recorre dicha población desemboca en el lago Michigan, uno de los Grandes Lagos. ¿Cómo es posible la presencia de España en un lugar tan remoto?

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Plaza de las cuatro banderas, Niles MI. Se puede apreciar también en el escudo.

Año de Nuestro Señor de 1781. Amanecer del 12 de febrero. Ribera del río San José, cerca de su desembocadura en el lago Michigan. El Capitán Eugenio Pouré, del Regimiento de Infantería de la Milicia de Luisiana, contempla a los adormilados centinelas ingleses del Fuerte San José.

Han pasado cuarenta días desde que saliera de San Luis de Misuri, y 800 kilómetros de ríos congelados y praderas nevadas. Los 90 hombres de la milicia de San Luis, más los 60 guerreros de las tribus oto, sotú y potuttami aguardan ordenes agazapados.

Cambio de guardia. Es el momento. El capitán Pouré da la señal, y los centinelas en la empalizada son abatidos o reducidos. La avanzadilla retiene el portón mientras salen de la espesura el resto de los hombres. Cuando los soldados ingleses salen de sus caldeados refugios, ya nada pueden hacer. Los hombres de la milicia de San Luis han tomado el Fuerte San José. El acceso desde los grandes lagos a la cuenca del Misisipí queda en manos españolas.

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Idealización del magno evento.

El capitán Pouré manda izar la bandera española. Reclama para Su Majestad Carlos III las tierras altas de Ilinoia – la «manopla» que configura la parte oriental del actual estado de Michigan. Tras reponerse, ordena arrasar el fuerte y los almacenes, y vuelven a San Luis.

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Ubicación del Fuerte en Michigan.

El Fuerte San José era una plaza fundada por los franceses en la ribera del río San José. Era una concesión de Luis XIV a los jesuitas, que en 1680 fundan una misión. En 1691 ya se había levantado un fuerte. La posición era importante, pues estaba cerca de la desembocadura del río en el lago Michigan. Y desde ahí, siguiendo una ruta india conocida, se bajaba hasta el río Illinois hasta llegar al Misisispí. Era un eslabón importante entre Canadá y Luisiana.

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Placa que recuerda el raid español.

Cuando los ingleses se hacen con el territorio, tras la guerra de los siete años, usaran el Fuerte como puesto de avanzada. Sus almacenes de avituallamiento eran muy importantes, pues desde ahí se concentraban las tropas que luego descendían por el Illinois. De hecho, en marzo de 1780, el General Sinclair había partido desde ahí con 900 hombres para arrebatar San Luis a los españoles, en el contexto de la Guerra de Independencia de las 13 Colonias.

En Madrid se celebra el triunfo, hasta la Gaceta publica una reseña de la hazaña. Y lo fue, no solo por recorrer 800 km de dura pradera invernal para hacer esta operación de comando. Tras la toma del Fuerte, los ingleses quedaron a la defensiva en el teatro de operaciones, a la espera de una invasión hispano-continental desde los grandes lagos hacia Canadá.

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Reconstrucción del Fuerte San José, de acuerdo con los datos arqueológicos.

La toma de este fuerte de frontera será una baza importante para España en las negociaciones que llevarán al reconocimiento de la independencia de Estados Unidos, en el Tratado de París.

Para proteger el avance del Capitán Pouré, el gobernador interino de San Luis, Francisco de Cartabona, había ocupado dos pasos fluviales estratégicos. Por un lado, había establecido un puesto en la desembocadura del río Des Moines en el Misisipí, actual estado de Iowa.

Y por otro lado, había mandado otro destacamento a Peoria, un asentamiento de colonos franceses en la ribera del río Illinois, en el corazón mismo del actual estado, al mando del capitán Jean Baptiste Maillet, de la milicia de San Luis.

Estos tres hitos, despejados de la presencia de ingleses, y sobre un territorio en el que nunca entraron los continentales de Clark, serán lo que los negociadores españoles pongan sobre la mesa en las conversaciones de paz, que serán a varias bandas.

En este mapa podemos apreciar las distintas fronteras que se proponen a lo largo de las negociaciones. España parte poniendo la frontera entre los Estados Unidos y la Nueva España en los montes Apalaches. Era prácticamente cumplir con el proyecto para América del Norte de Menéndez de Avilés, ideado hace más de dos siglos por aquel entonces.

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En este enlace podéis acceder al mapa con todo lujo de detalles.

El Conde de Aranda llevará las negociaciones durante 1782, y será un intercambio de propuestas entre Estados Unidos, receptor de los derechos ingleses, y España. Francia tendrá un papel de árbitro en las negociaciones.

Una de las últimas propuestas francesas, y que mantenía sustancialmente el territorio que Aranda quería mantener, era situar la frontera en los ríos Wabash y Ohio, dejando la «manopla» en territorio español. Eso suponía dejar bajo soberanía española los actuales estados de Illinois, Michigan, Wisconsin y el norte de Indiana. Y todo por la toma de este Fuerte.

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Piedra conmemorativa en Niles MI

Estas reclamaciones eran una apuesta fuerte del Conde de Aranda, pero entraron en juego otros factores. Las negociaciones de paz con los ingleses suponían grandes avances territoriales. Se le devolvían a España la isla de Menorca, Florida Oriental (San Agustín), Florida Occidental (Mobile y Pensacola), la Costa de los Mosquitos (Nicaragua y Honduras).

Ante estos avances territoriales, especialmente las Floridas, imponía un reconocimiento de las mismas por Estados Unidos, que también jugó su baza diplomática. Los ingleses se empeñaron en rebajar la entidad de la operación militar española, así como la importancia estratégica del Fuerte, de tal modo que poco menos que se trataba, según ellos, de una pelea entre tramperos. Y a ello se agarraban los negociadores norteamericanos, que al principio estaban un tanto desolados, tal y como atestigua un fragmento de una carta escrita por Benjamin Franklin al Secretario de Estado Robert Livingston, en abril de 1782, durante las negociaciones del tratado de paz, en la que le dice lo siguiente: «Veo por los periódicos que los españoles, habiendo tomado un pequeño puesto llamado San José, pretenden reclamar la totalidad del territorio de Ilinois. ¿Qué consideración tiene el Congreso de esta postura? Mientras los españoles rechazan nuestra amistad, ¿hemos de soportar que nos encajonen dentro de nuestras fronteras, y nos atrapen tras los Apalaches? Empiezo a temer que realmente ese sea su proyecto».

Ante tales reivindicaciones, los americanos optan por negociar separadamente los término de la paz con los ingleses, y solo después atender a las pretensiones españolas. Las fronteras, tras el Tratado de París de 1783, quedarían tal y como refleja el mapa a continuación. Pero la solución de vecindad entre España y Estados Unidos no quedará resuelta sino hasta el Tratado de San Lorenzo de 1795.

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España mantuvo la frontera del Misisipí, pero supuso un avance por el mismo, que permitiría en años posteriores plantearse la colonización de la ribera en el actual estado de Iowa. Y durante más de diez años estableció una partida de ajedrez con los Estados Unidos, que dieron lugar a nuevos hechos que merecen ser bien contados.

General James Wilkinson, el Agente 13.

General James Wilkinson, el Agente 13.

No hay artículo en español en la Wikipedia del General James Wilkinson, por dos veces comandante en jefe del ejército de los Estados Unidos. Uno podría decir “bueno, pues no es para tanto”, pero al hilo de su relación con la Luisiana española y con la Nueva España en general, es una ausencia notable.

Tras luchar por la independencia de los Estados Unidos en el ejército continental, se trasladará a Kentucky, entonces dependiente del estado de Virginia.

Empezó a ser una persona activa en la promoción de Kentucky como un estado de la Unión, independiente del estado de Virginia.

Por aquel entonces, a consecuencia de los límites establecidos en el tratado de Fontainebleau, España controlaba el comercio por el Misisipí, y los norteamericanos debían pagar un arancel para poder acceder al mar. El estado de Kentucky solo era viable con unas condiciones de comercio favorables por el Misisipí, ya que la ruta sobre los Apalaches era muy incómoda.

Es por eso que Wilkinson viajará a Nueva Orleans en 1787, y se entrevistará con el gobernador Esteban Rodríguez Miró. Buscaba que las autoridades españolas tuviesen un trato de favor con los colonos del territorio de Kentucky, reduciendo los aranceles y favoreciendo el comercio por el Misisipí. Tras esa visita, se convertirá en agente de información para la corona española, el Agente 13.

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Wilkinson, pintado por el pintor novohispano José Francisco de Salazar

Tendrá una nutrida correspondencia cifrada con el gobernador Miró, y se llegará a ofrecer a promover la incorporación de Kentucky a la corona española. En aquellos momentos lo de Kentucky era serio. El descontento de los colonos en el territorio era grande, pues Virginia retrasaba su reconocimiento como estado de la Unión, y Wilkinson estaba al frente del comité de negociación del territorio de Kentucky para su reconocimiento como estado de la Unión. En una de dichas reuniones llegó a plantear la posibilidad de que Kentucky buscase la protección de España. Se discutió, y no prosperó.

Con la firma del Tratado de San Lorenzo, en 1795, las circunstancias relativas al comercio por el Misisipí cambiaron, siendo estas ya más favorables a los intereses de los Estados Unidos. Y el hecho de que unos ladrones le robasen un cargamento en el que iba oculto el pago por sus servicios de espionaje, y dicho robo se hiciese público, hicieron que tuviese que blindar más su posición como espía. Algunos ya sospechaban de él.

Sin embargo Wilkinson estará presente en la toma de posesión de la Luisiana en Nueva Orleans, el 20 de diciembre de 1803, representando al gobierno de los Estados Unidos.

En esa visita volvió a ofrecer sus servicios como agente, y siguió pasando información a la corona. Y tenía mucha, y muy sensible, pues fue gobernador del territorio de Missouri entre 1805 y 1807. Entre la información sensible que pasó, se detallaba la expedición de Lewis y Clark, así como su recomendación de detenerla a toda costa. También negoció con el Coronel Simón de Herrera la creación de una zona neutral entre el territorio americano de Louisiana y el Texas novohispano, en torno al río Sabine, pacto que supuso un reconocimiento de facto de que la frontera de la adquisición de la Luisiana estaba en el río Sabine, y no en el río Grande, favoreciendo los intereses de España.

Posteriormente su relación con los españoles se irá deteriorando, puesto que los tratos se llevaban no desde Nueva Orleans, sino desde la Ciudad de México, y las autoridades españolas empiezan a desconfiar de él.

En la guerra de 1812 contra Inglaterra lideró al ejército continental en la toma de Mobile (Florida Occidental), que tuvo lugar en marzo de 1813. La Florida Occidental era posesión española, y España era aliada nominal de Inglaterra por aquel entonces. La excusa de dicha acción fue preventiva, pero nunca se devolvió a España por parte de Estados Unidos.

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En morado obscuro, el territorio tomado de facto por Estados Unidos.

En 1816 sería nombrado primer embajador de Estados Unidos ante los rebeldes novohispanos. Permanecerá en el cargo hasta su muerte, el 28 de diciembre de 1825, siendo enterrado en México.

Un hombre importante en la historia española en América del Norte y en la Nueva España, un tahur político de la frontera. La falta de información en español indica el poco interés por nuestra propia historia, al menos en su dimensión más divulgativa. Una pena.

Bonus track: la configuración del territorio de los Estados Unidos entre las Apalaches y el río Misisipí. Kentucky como parte de Virginia.

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Una tribu galesa en Dakota

Una tribu galesa en Dakota

John Thomas Evans fue el lugarteniente de James Mackay, en la tercera expedición de la Compañía Comercial del Alto Misuri. Nació en Waunfawr, Gales, en 1770. Con 22 años de edad, Evans se había trasladado a América desde Gales con una motivación muy concreta: buscar una tribu india que se creía de descendencia galesa.

En su Gales natal, se decía en el folklore que un tal Madog o Madoc, príncipe galés, había partido en 1170 hacia el oeste, y había descubierto América.

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Entró por el lado fácil, así cualquiera.

Los relatos que llegaban de tramperos y exploradores de las tierras más allá de las provincias del Canadá decían que había una tribu cuya lengua recordaba al galés. Esa tribu resultó ser los Mandan. Y para sustentar el relato, se decía que eran de piel más clara, y que incluso había pelirrojos. Evans había marchado de su Gales natal a Londres en 1791, y ahí empezó a frecuentar un círculo de compatriotas encabezado por el poeta y medievalista Iolo Morganwg. Iolo (en realidad Edward Williams) será conocido más adelante como un falsificador de documentos pretendidamente históricos relativos al folklore galés. Éste tenía planeado ir a América, hasta la tierra de los misteriosos indios Mandan, y Evans se apuntó a la aventura. Al final Morganwg se echó atrás, y Evans decidió hacer el viaje por su cuenta.

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El parecido de Morgangw con Zapatero es inquietante.

Evans llegó a Baltimore en octubre de 1792, y fue acogido entre galeses emigrados. Cuando todos oían de su empeño, le desaconsejaban vivamente de proseguir hacia el oeste. Pero con un 1,75 $ en el bolsillo, y habiendo mandado una carta a Morganwg en la que le decía “o los indios de Madog, o la muerte”, parte para el oeste el día de San David de 1793. Llegará a San Luis, para ser arrestado por parte de las autoridades españolas como sospechoso de ser espía británico. Pero con el tiempo, viendo que era inofensivo, lo soltaron.

Estando ya libre en San Luis, decide enrolarse en la Compañía del Misuri, pues era la única posibilidad que tenía para alcanzar a los Mandan, situados en territorio de soberanía nominal española. Acompañará a James Mackay en la tercera expedición organizada por la Compañía, e irá en calidad de lugarteniente.

Los relatos de la expedición nos muestran el carácter determinado e impaciente de Evans por proseguir. Logrará que Mackay le deje ir en avanzada hasta las tribus Mandan, mientras él permanece con los indios Omaha.

De los seis meses que vivió entre los Mandan, se dio cuenta que los rumores eran totalmente infundados. Los Mandan no eran más pálidos que el resto de las tribus circundantes, no había pelirrojos entre ellos, y no había manera de enlazar su idioma con el galés natal de Evans.

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Para el pintor George Catlin, las mozas Mandan siguen siendo bastante indias en 1832.

Escribiría de vuelta a uno de sus compatriotas del círculo de Morganwg diciendo “Tras haber explorado y cartografiado el Misuri más de 1800 millas, habiéndome informado con los indios del lugar de las tribus que van hasta el océano Pacífico, estoy en condiciones de informarte que no existe tribu galesa alguna”. Vaya palo.

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Algunos no se bajan del burro, a pesar de las penalidades de Evans.

Tras la aventura los puestos del alto Misuri, pasó a formar parte del séquito del Gobernador de la Luisiana, en Nueva Orleans. Ahí murió a causa de la malaria en mayo de 1799, a los 29 años de edad.

Los puestos comerciales del Alto Misuri

Los puestos comerciales del Alto Misuri

Durante la década de 1790, España hizo un esfuerzo en varios frentes por consolidar su frontera norte de la Nueva España. Debido al tratado de Fontainebleau, España había extendido la frontera de la Nueva España hasta el río Misisipí con la cesión de la Luisiana

Esa frontera, tras la guerra de Revolución Americana, estuvo consolidada durante dos décadas.

Sin embargo, tras el Misisipí se abría la vastedad de las grandes llanuras. Y más al norte, las posesiones inglesas de la Tierra de Rupert.

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Sombreada, la Tierra de Rupert.

La Tierra de Rupert era la entidad territorial de la concesión británica de la Compañía de la Bahía de Hudson, una empresa mercantilista. La Hudson Bay Company (HBC) ejercía plena autoridad sobre el territorio. Tenía hasta su ejército privado, su flota. Y por supuesto, su pabellón.

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La Tierra de Rupert y la Luisiana tenían algo en común: eran territorios proclamados sobre cuencas fluviales. La primera era la Cuenca de la Bahía de Hudson. La segunda, la cuenca del Misisipí. Cuando España adquiera la Lusiana por el Tratado de Fontainebleau, Francia le cederá la cuenca occidental del Misisipí. Ambos territorios tenían su divisoria en una zona que corresponde muy grosso modo con la frontera actual de USA y Canadá.

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La linea verde marca la divisoria de las cuencas del Misisipí y de la Bahía de Hudson.

Pues bien, ya en la década de 1780 acudían tramperos desde Montreal al territorio de soberanía española para comerciar con los indios. A la corona española no le quedaba más que tolerarlo por falta de medios. El problema vino cuando estos tramperos se asocian. Deseando oponerse a la HBC, los tramperos de Montreal, mayoritariamente franceses, crean su propia compañía, la North West Company (NWC). Ambas compañías competirán entonces encarnizadamente por el mercado.

La NWC había buscado nuevos mercados de pieles, y los había encontrado en un territorio lejano, entre los indios Mandan del Misuri.

La HBC entrará en competición con ellos, y se adentrarán por primera vez en un territorio fuera de la cuenca de la Bahía, más allá de los límites de la concesión de la Corona británica.

Las noticias llegan hasta San Luis, capital de la alta Luisiana española, a través de mercaderes que comerciaban por el Misuri. El gobernador, Baron de Carondelet, decide convocar a comerciantes influyentes de la ciudad, y organizan en 1793 una compañía comercial, la “Compañía Comercial para la exploración de las naciones del Alto Misuri”, o Compañía del Misuri. Se trataba de un monopolio comercial por 10 años, que otorgaba el Barón en representación de la Corona a cambio de fortificar el río Misuri.

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Barón de Carondelet

Pero no se trataba ya solo del Misuri. Entre las tareas de la Compañía estaba alcanzar el Pacífico, y abrir una ruta hasta Oregón. ¿Se acuerdan del Territorio del Oregón? Eso es, los asentamientos de Nutca y Neah Bay, contemporáneos de estos hechos.

Total, la Compañía del Misuri organizará hasta tres expediciones remontando el Misuri, abriendo rutas y fundando puestos comerciales. La más importante será la tercera, liderada por un súbdito español de origen escocés, James Mackay. Conocido también por el españolizado Diego. Le acompañará como lugarteniente un galés también naturalizado español, John Evans, que tendrá además unas motivaciones particulares asombrosas.

Partirán en agosto de 1795 de San Luis, con 30 hombres y muchos productos para comerciar con los indios, a bordo de cuatro barcazas. El objetivo en su primera fase era consolidar la ruta comercial hasta los poblados Mandan y expulsar de ahí a los comerciantes ingleses. La segunda fase debía ser abrir la ruta al Pacífico. Fase que no se puedo realizar, pero que acumuló tal cantidad de información que bien pudo haberse conseguido, si no hubiese mediado la venta de la Luisiana a Napoleón.

En su ruta establecieron un puesto comercial entre los indios Otos, en la desembocadura del Platte, cerca del actual Bellevue, Nebraska. En noviembre de 1795 contactaran con el jefe Pájaro Negro, de los Omahas – indios Majas, para los españoles – que les cederá tierras. Cerca del gran asentamiento de Ton wan tonga (viene a ser «Villamayor») construirán, por cortesía del jefe, Fuerte Carlos y un puesto comercial. Del hecho existe placa conmemorativa, en la vecindad de Homer, Nebraska.

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Pájaro Negro resultó ser bastante absorbente, y Mackay debe permanecer en Fuerte Carlos, pero mandará a Evans en avanzada.

Evans logra esquivar a los peligrosos Sioux, que solían paralizar la navegación en su tramo del río. Tras una estancia entre las tribus aikaras, en Dakota del Sur, dejando un puesto comercial, llegará a los indios mandan el 23 de septiembre de 1796.

Los mandan, y sus vecinos los hidatsa, tenían montado un prospero emporio en la confluencia del río Knife con el Misuri. Todavía se conserva como parque parte de ese complejo de aldeas, cerca de Stanton, Dakota del Norte.

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Los asentamientos de los indios Mandan e Hidatsa, a donde llegó Evans.

Como primer acto de soberanía, Evans se dirigió al puesto de la NWC, arrió la bandera e izó la bandera española, posesionandose del puesto. Rebautizó el nombre del puesto como Fuerte Mackay, siendo la posesión más al norte del interior de la Luisiana.

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Todavía en tierra se usaba la cruz de Borgoña.

Para hacernos una idea, está es la distancia que viajaron a lo largo del Misuri, hasta la mismísima curva que le hace ir en dirección Este-Oeste.

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Cinco estados desde San Luis, ni tan mal.

Evans entregó medallas a los jefes indios, así como uniformes, abalorios, y diplomas de amistad similares a este:

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Evans permaneció comerciando con los indios mandan durante seis meses. Y tuvo que lidiar con varios asuntos. El primero fue el de hacer saber a la NWC y la HBC que España no permitía el comercio con los indios mandan. Confiscó las mercancías de empleados de ambas compañías, y los envío de vuelta con sendas cartas a los puestos comerciales del Assiniboine, en Manitoba. Los empleados, siguiendo de vuelta su ruta de 150 millas hacia Brandon House, en el Assiniboine, entregaron las cartas. En ellas se decía que quedaba «prohibida la entrada a los extranjeros, especialmente a los súbditos británicos, en las tierras de soberanía española otorgadas en concesión a la Compañía Comercial del Alto Misuri». Esto suscitó un intercambio epistolar entre James Sutherland, comandante del puesto de la HBC en Brandon House, y el propio Evans. Sutherland sabía que la posición de la HBC era débil jurídicamente, con lo cual intentó debilitar comercialmente la presencia de Evans.

Otro de los retos a los que tuvo que hacer frente Evans fueron los intentos de asesinato instigados por el agente de la NWC entre los indios mandan. En dos ocasiones se atentó contra su vida, pero Evans contaba con el apoyo de los jefes mandan… hasta que se acabaron las mercancías.

En la primavera de 1797, comienza su camino de retorno a San Luis. Llevará consigo mapas muy valiosos, y la promesa de fidelidad de los indios Mandan al rey Carlos IV. No sin antes terminar en una pelea a puñetazos, de acuerdo con una relación del agente afectado de la NWC, defendiendo su monopolio. Llegará a San Luis en julio de 1797. Mackay había llegado dos meses antes.

Con la información de la expedición de Mackay y Evans, Soulard elaboró precioso mapa del territorio de las grandes llanuras. En él queda reflejada la nueva ruta comercial española.

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Banderitas españolas, esta vez pabellones rojigualdas.

El viaje de Mackay y Evans fue fuente valiosísima de información para Lewis y Clark, hasta los poblados mandan, que realizarán 8 años después. Y no solo hasta ahí. Evans había recogido toda la información sobre el Misuri hasta su nacimiento en las Rocosas, y elaboró un mapa esquemático con la misma. Los afamados exploradores americanos se habían hecho con esa información mientras invernaban en Cahokia, frente a San Luis, esperando la toma de posesión del territorio de manera formal por parte de Estados Unidos.

Bonus track: la bandera de Dakota del Norte tiene relación con España.

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100 años después, un regimiento de soldados del territorio de Dakota del Norte luchó bajo esta bandera en la guerra de Filipinas. Cuando se aceptó su ingreso como estado de la Unión, quisieron que la bandera regimental fuera la del Estado. Una bandera levantada contra España. Facts of life.

Daniel Boone, súbdito de Su Majestad Católica

Daniel Boone, súbdito de Su Majestad Católica

Una pequeña píldora de #hispaniainvicta en la Luisiana Española: Daniel Boone, súbdito de su Majestad Católica.

Daniel Boone (1734-1820) fue un explorador, agricultor y trampero que exploró el Estado de Kentucky, entre otras aventuras. Abrió camino a muchos colonos que vendrían tras él, por el conocido como Wilderness Road, a través del paso de Cumberland, en los Montes Apalaches. Durante la década de 1760, explorará los territorios de Kentucky y Tennesee, en la misma década en que los españoles se hacen con el territorio de la Luisiana. Fundó en 1773 el primer establecimiento anglo estable en el territorio, Boonesboro. Durante la guerra de independencia, luchará en el bando de las Trece Colonias, en una particular guerra de guerrillas en territorio indio. Terminó la guerra con el grado de coronel.

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Wilderness Road en el estado de Kentucky.

Es un icono de la vida del hombre de frontera, como David Crockett. Tal era la popularidad de este tipo de héroes, que Theodore Roosevelt fundaría en 1887 el “Boone & Crockett Club”, precursora de los famosos Boy Scouts.

Lo que se pasa por alto muchas veces en ese imaginario colectivo es que en 1799 cruza el Misisipí para instalarse en la Luisiana Española, en las inmediaciones de San Luis, Misuri. La imagen romántica lo presenta como un hombre que no estaba hecho para las sofisticaciones de un territorio urbanizado. Pero en realidad fueron las deudas provenientes de la especulación en la venta de terrenos y los conflictos con los colonos que llegarían tras él lo que le hacen marcharse de Kentucky con su familia.

Para poderse establecer en la Luisiana, prometió obediencia a Carlos IV, convirtiéndose en súbdito de la corona española. Se le concedieron tierras en el valle de Femme Osage, cerca de San Carlos Borromeo, hoy Saint Charles. Pero no solo se asentó como granjero. Ejerció funciones de síndico, así como de comandante de distrito en la milicia española de Luisiana, hasta 1804.

Tras la transición de la posesión de Luisiana a Francia y de ahí a USA, hizo valer sus derechos a las tierras que ocupaba. Logró que el Congreso de los Estados Unidos reconociese sus títulos de propiedad españoles en 1814, tras cinco años de pleitos.

Moriría en aquellas tierras el 26 de septiembre de 1820.

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Único retrato hecho en vida de Daniel Boone, en 1820.

Conquistadores en Alabama

Conquistadores en Alabama

La historia de la exploración española de América Septentrional nace de una necesidad: una ruta alternativa para la flota de Indias.

Nos situamos en la década de 1550. La Flota de Indias lleva más de 30 años de funcionamiento, y ha tenido que hacer frente a grandes retos. La riqueza de América se volcaba en España gracias a este convoy armado, y cuando no llegaba, eran tiempos duros para la monarquía hispana. Las tormentas, huracanes, aguas traicioneras del canal de Florida y la piratería eran un riesgo constante.

Felipe II, con la información disponible gracias a los navegantes y a exploraciones anteriores, decide acortar la ruta de la flota. El plan era disponer de una base naval en la zona de curva de la corriente del Golfo, en la mitad aproximada del actual litoral de USA. Y disponer de una ruta por tierra hasta ese lugar desde la Nueva España. La empresa es titánica, pero volcará dinero del presupuesto real en esa aventura. Hay que colonizar la gran Florida.

La Florida para los españoles del siglo XVI era una zona que abarcaba todo el sureste norteamericano. No solo el actual estado de Florida. También Alabama, Georgia y las dos Carolinas. Varias exploraciones del litoral atlántico habían concluido que la mejor ubicación para ese puerto debía ser en la punta de Santa Elena.

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Para ello Felipe II encomendará al Virrey de la Nueva España Luis de Velasco que organice la conquista y asentamiento del territorio. España disponía de información muy valiosa del interior del territorio, la expedición de Hernando de Soto (1539-1543).

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Con esa información reservada España tenía una ventaja inicial inmensa sobre cualquier otra nación europea, Francia especialmente.

Las premisas de la expedición eran claras: fomentar alianzas con los indios, establecer un asentamiento en el golfo de México, y de ahí avanzar por el interior, siguiendo la información de Soto, hasta la punta de Santa Elena y fundar un asentamiento atlántico. Una vez completada la primera fase, debía de establecerse un camino real desde las minas de plata de Zacatecas (México) hasta Santa Elena. Así se las gastaba el Imperio. Un camino de 3000 km, aunque ciertamente lo habían calculado bastante a la baja. Pensaban que unos 1200km

Imaginaos el cartel de «Aquí invierte Felipe II. Plazo de ejecución: LOL» xD

Se llegó a hacer, ¿eh? Pero hasta San Agustín, y a finales del siglo XVIII.

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El hecho es que Don Luis, un gran hombre de gobierno para la Nueva España, lo prepara todo a conciencia. Enviará a Guido de Lavazares desde Veracruz a hacer una exploración detenida del litoral en septiembre de 1558. Regresará habiendo levantado cartas de las bahías de Mobile y Pensacola, que las llamarían Filipina y Ochuse.

Mientras tanto en la Nueva España se está levantando un contingente en forma: 13 navíos, 1000 colonos, 500 soldados y 12 capitanes. Al frente de este formidable contingente, Don Luis pondrá al conquistador experimentado Tristán de Luna y Arellano.

Con ustedes, Don Tristán, que tiene su rincón en Pensacola.

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Con su placa también, que me la ha adelantado @MurgaUSA esta mañana 🙂

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Como bien indica la placa, se levantará el primer asentamiento con vocación de permanencia en Florida, seis años antes de San Agustín. Fundará en agosto de 1559 Santa María de Filipino, y empezará a hacer planes para adentrarse en el territorio con tres columnas de avance. Todo prometía mucho. Los indios del lugar parecían bien dispuestos a tratar con los españoles, y la construcción del asentamiento avanzaba. Tanto es así que Don Tristán envió a Veracruz un navío para llevar noticias, y otros dos a España. La cuestión es que los elementos iban a estar muy en consonancia con los tiempos presentes.

El 19 de septiembre de 1559 pasó un huracán anónimo por toda la Florida. 24 horas duró. No podía ser más desoladora la jornada siguiente: siete navíos hundidos con casi todas las provisiones acumuladas para un año. El asentamiento barrido hasta los cimientos. Varios colonos muertos. Y una consecuencia a mediano plazo que se demostraría fatal: ser gravosos a los indios por falta de alimentos.

Don Tristán, siguiendo la información de la ruta de Hernando de Soto, se volcó en avanzar al interior. Se necesitaban alimentos, y había pueblos en aquella crónica que se decían verdaderos graneros en el nuevo mundo. Había que contactar.

Tras dejar una guarnición en Santa Maria de 50 hombres, con embarcaciones ligeras remontaron el río Alabama, hasta llegar a Nanicapana. Los indios los recibieron bien, pero pronto se agotaron los recursos de los indios, que poco a poco abandonan a su suerte a los españoles. Don Tristán, empeñado en llevar adelante la misión, funda en Nanicapana la ciudad de Santa Cruz.

La comunicación con Veracruz era relativamente fluida, y pronto reciben ayuda de Don Luis de Velasco. Pero también reciben órdenes directas de España: hay que fundar un asentamiento en Santa Elena cuanto antes. Los franceses podrían estar en ello. Esta interferencia de Felipe II, en plan «lo quiero para ayer», es lo que realmente arruinó la empresa.

Don Luis de Velasco tenía claro que había que consolidar el territorio, pero no así Don Tristán, que en lugar de aprovechar la primavera de 1560 para reforzar los asentamientos de Santa María y Santa Cruz, y hacer acopio de víveres, se lanzó aún más al interior. Aquí empieza una aventura bastante loca por llegar a la punta de Santa Elena. Mandará 200 soldados al mando de un capitán hacia Coosa. Según la relación de Hernando de Soto, era un auténtico emporio. Tras un viaje de más de 50 días, con hambres de hasta comerse los cueros, llegan. Y lo que se encuentran es lo que a nosotros nos pasa con esa guía Campsa de 1998 en el coche. Todo ha cambiado.

Coosa es solo una aldea modesta, en un rincón al sur de los Apalaches entre Georgia y Tennessee. Y en guerra con los vecinos. Entonces los coosas hacen un tratado con los españoles para atacar a los napochie de Tennessee. Y se irán animosamente a la guerra. Pensadlo. Españoles luchando en Tennessee en 1560 contra los indios. Verdaderamente loco.

Total, los napochie capitulan, y quedan en enviar tributo a los españoles en forma de grano. Cuando Don Tristán recibe las noticias, piensa que con eso pueden tener reservas para avanzar hacia punta Santa Elena. Pero viene un motín. Los colonos y algunos capitanes quieren regresar a la Nueva España, toda esta aventura les parece errática. Se niegan a avanzar al interior.

Don Tristán deja estar las cosas en tierra de este modo, pero manda uno de sus últimos barcos a rodear Florida y cumplir las órdenes del rey. Como no, una tormenta hunde el barco en el canal de Florida.

Estando así las cosas, Don Luis de Velasco manda a Don Ángel de Villafañe a relevar a Don Tristán. Y Felipe II decidirá encomendar nuevamente a cuenta del Tesoro una expedición, esta vez con Menéndez de Avilés

Ángel de Villafañe desmontará Santa María de Filipino, y se embarcará con 300 colonos y soldados a Santa Elena. Llegará a punta Santa Elena, solo para ser vapuleado nuevamente por un huracán – de nombre incierto – y tener que volver a Cuba. Habrá que esperar cuatro años para que llegue por la fachada atlántica Menéndez de Avilés, para luchar en la playa contra los franceses, que en el entretanto, ya han comenzado a asentarse en el territorio.

Pero eso es ya otra historia que merece ser bien contada 😉

Estás han sido las aventuras y desventuras de Don Tristán en Alabama. Buenas noches, señorías, y gracias por su paciencia.

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