Nuestra historia empieza con un episodio desgarrador: la expulsión de los moriscos de España en 1609. Se calcula que solo en Marruecos fueron desembarcados al menos unos 40.000 moriscos. Entre ellos se encontraba un grupo muy compacto, los moriscos del pueblo de Hornachos, en Badajoz. Entre 1200 y 3000 personas según las fuentes.
Los moriscos de Hornachos – luego conocidos como hornacheros u hornachegos – llevaban más de 300 años bajo soberanía castellana. Algunos de ellos tenían ancestros notables, de tal modo que se les permitía portar espada y tener una suerte de gobierno local. Cuando desembarcan en Marruecos, rápidamente se les distingue como un grupo compacto, con jerarquía entre ellos, vestidos a la usanza castellana, y familiarizados con el manejo de las armas. Hecho que resultará relevante, pues el Sultanato estaba en guerra civil.
Los hornacheros servirán a Muley Zaidan, uno de los hijos del Sultán fallecido aspirante al trono, que resultará el vencedor de la contienda. Zaidan los destinó a vigilar la frontera con el antiatlas, por la zona de Draa, pero ya en 1610 marchan a su nuevo destino, la desembocadura del río Bu Regreg. Ahí les esperaba un poblado de andalusíes, descendientes de los huídos de la caída del Reino de Granada y una fortaleza en estado ruinoso. Los hornacheros se asientan en la kasbah (fortaleza), y en poco tiempo pondrán en marcha su propio autogobierno dentro del asentamiento.
En 1614 cae el puerto de La Mamora en manos españolas, ciudad hasta entonces sede de los corsarios al servicio del Sultán, de tal modo que el único puerto de la fachada atlántica en poder de Marruecos es de la desembocadura del Bu Regreg.
Los corsarios se trasladan a Salé -que es el nombre de la aldea primigenia- y pronto los hornacheros empiezan a dedicarse al corso. Entre los corsarios hay holandeses al servicio del sultán, que enseñarán a los hornacheros, gente de interior, el arte de la construcción naval. Entre los corsarios holandeses al servicio del sultán está Jan Janszoon. Durante un tiempo fue almirante de la flota corsaria, y su familia, fruto de la relación con una morisca de Cartagena, vivió durante un tiempo en la ciudad de Salé.
De hecho, sus hijos con la morisca cartagenera, Anthony y Abraham, llevarán como apellido Van Salee, en clara alusión a la ciudad. Emigrarán con el tiempo a Nueva Amsterdam, en la isla de Manhattan, y de los mestizos Van Salee desciende parte de la «aristocracia» de Nueva Inglaterra, gente como los Vanderbilt, Jacqueline Kennedy… o el propio Humphrey Bogart.
Pero volvamos a los hornacheros de Salé. Para 1626 dominaban ambos asentamientos en la desembocadura del Bu Regreg – Rabat y Salé – y sintiéndose ya seguros de su posición, dejan de pagar el 10% de las presas al Sultán y matan al Caíd, su representante en la kasbah.
Nace así la Republica de Salé, o «de las dos orillas». Un consejo o Diván de 14 hornacheros llevarán el gobierno de la republica corsaria. Llegarán a tener una flota de 40 barcos, la mayoría de construcción propia a la «holandesa», y su propio pabellón.
La actividad corsaria será principalmente en la zona del estrecho. El tráfico marítimo de Ceuta y la flota de Indias serán de sus víctimas favoritas. Algunos llegarán a aventurarse hasta el canal de San Jorge, entre Inglaterra e Irlanda, o la misma Islandia.
La situación en la Republica, sin embargo, no es fácil. Los moriscos no hornacheros y los andalusíes empiezan a exigir el poder tomar parte en las decisiones del gobierno. Terminarán entrando en el Diván o Consejo. Será una tensión constante.
El castellano era la lengua dominante entre los hornacheros. De hecho, escribían en castellano aljamiado (en caracteres árabes). El líder militar recibía el nombre de «capitán general de la fortalesa». Para el resto de marroquíes, los hornacheros eran «cristianos castellanos», a pesar de ser moriscos expulsados.
Los hornacheros miraban a España continuamente. Ya en 1625 habían entrado en contacto con un enviado inglés, que buscaba reclutar moriscos para formar un ejército que invadiese España una vez la flota inglesa tomase Cádiz. Dicha intento de la flota inglesa fracasó.
En 1631 los hornacheros entran en contacto, por medio de un enviado, con el Duque de Medina Sidonia para presentarle una propuesta inverosímil: entregarán la República a Felipe IV si se les deja retornar a Hornachos.
El proyecto de tratado ofrecía lo siguiente: entregar la kasbah a un contingente de cien soldados españoles, indemnizar a todos los vecinos de Hornachos que los habían reemplazado en sus tierras. Y pedían el reconocimiento de los privilegios multiseculares de que habían gozado antes de la expulsión. También pedían una moratoria de 20 años frente al tribunal de la Inquisición, tiempo suficiente para educar a la joven generación de hornacheros nacida en los 20 años de exilio en las costumbres castellanas. Y para ello pedían la presencia de un sacerdote que los instruyese en la fe católica…
Y la más desgarradora de las peticiones: el reencuentro con los hijos de los que habían sido desposeídos antes de marchar. Y es que a algunos moriscos les habían quitado sus hijos más pequeños para ser educados como cristianos en España sin la influencia de sus padres, mientras el resto de la familia era expulsada.
En Sevilla entregarían al rey toda su flota, así como toda la documentación generada en la República de sus tratos con Inglaterra y Holanda. Firmaban dicho proyecto de tratado Mahamet Abdelkader, Bejer Brahín de Bargas, Mumamet Blanco y Musa Santiago. En dicho documento le aseguraban al Rey que no habían dejado de llorar ningún día anhelando volver a España.
No llegó a materializarse dicho pacto, pero consta por medio del embajador inglés en España que en 1633 se hacían preparativos en Cádiz para la repatriación, al menos parcial. El Duque de Medina Sidonia mantuvo contactos con el Diván de la República durante los años siguientes, llegando a socorrer con víveres a la ciudad en 1637, mientras estaba sometida a un asedio por tierra.
Y es que los ingleses, a pesar de su fracaso en Cádiz, no querían perder la baza de un frente activo contra España desde el sur, y desde la fachada atlántica. Poco a poco veían que los hornacheros giraban su lealtad hacia el rey de España, así que decidieron intervenir apoyando la facción andalusí primero, y luego la de un clérigo radical local, un santón o «morabito» para hacerse con el control de la República.
Para 1640, los hornacheros tienen que empezar a compartir su poder con los andalusíes, y poco a poco su identidad como colectivo se empieza a disolver. Será en 1668 cuando la República sea anexada por el Sultanato de Marruecos.
¿Qué ha quedado de los hornacheros? Apellidos en Marruecos como Bargash (Vargas), Mulina (Molina), Baes (Pérez y Báez), Piro (Pedro) o Balafrej (¡Palafox!). Y una ciudad, Rabat, que en el corazón de sus moradores llegó a concebirse como la moneda de cambio para volver a casa.
Como curiosidad literaria, Daniel Defoe hace pasar a Robinson Crusoe cautiverio entre los corsarios de Salé.
Bonus Track: cuadro de Zurbarán sobre la defensa de Cádiz contra los ingleses y holandeses en 1625.
En primer término, sentado, Fernando Girón, comandante de la plaza. El hombre estaba enfermo, pero a pesar de todo se mantuvo al frente de la resistencia de la ciudad. De pie, frente a él, el Teniente de Maestre de Campo Diego Ruiz. La escena de fondo reproduce los combates de la flota anglo-holandesa frente al Puntal.
Desde Jérez, donde estaba su cuartel general, Don Manuel Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia, coordinaría toda la defensa como capitán general de Andalucía. Con su habilidad logró abortar la ocupación de Cádiz, y por tanto el ulterior desembarco morisco, para el cual habían sido sondeados los hornacheros por medio de un agente inglés.