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Barbie – Crítica de la película nominada al Óscar

05-03-2024, 11:30:00 AM Por:
Barbie – Crítica de la película nominada al Óscar

La directora Greta Gerwig supera una misión casi imposible al disponer de toda la maquinaria cinematográfica para evocar momentos cercanos a la experiencia de las mujeres. Experiencias que van más allá de vestir de rosa y usar tacones.

Cine PREMIERE: 4.5
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Imagina que tienes una pequeña colección de Barbies y puedes jugar con ellas después de la escuela, antes de que tu mamá te llame a comer. Tienes 6, 7, 8 años y, todavía con el sol del patio de recreo calentando tus mejillas, dispones de un tiempo para distraerte con ellas antes de sentarte con tu familia, escuchar sobre problemas adultos que aún no entiendes, reírte con tu hermana, aguantar algún regaño de tu papá, hacer la tarea y ver caricaturas. Quizá, como yo, juegas a hacerles casitas con cajas de cartón; o como mi prima, a cortarles el cabello y cambiarles el look con ropita cosida con nuestras manos infantiles y zapatitos con rebabas comprados en el tianguis; o como mis amigas de la primaria, a casarlas y hacer que vivan felices para siempre. Barbie puede ser lo que tú quieras que sea… también en una película.

En 2021, la directora Greta Gerwig tomó en sus manos la misión de imaginar su versión de Barbie y contar una historia. Por fortuna, no tuvo que limitarse a construirles hogares con cajas de zapatos, sino que contó con un presupuesto de 145 millones de dólares para pulir cada tono de rosa, cada peinado, cada pieza de ropa en tamaño real, cada miembro de un elenco encabezado por Margot Robbie (también productora) y Ryan Gosling. Para la cineasta, la tarea no era tan sencilla como matar el tiempo antes de comer, sino que había que ayudar a darle vida nueva a la muñeca de proporciones imposibles creada por Ruth Handler en 1959, una de las piezas más icónicas y polarizantes de una compañía de juguetes; un objeto que muchas crecimos atesorando o anhelando, pero que al hacernos mayores vimos como la representación de ideales que nos asfixiaban. A riesgo de hacerle la tarea a uno de los mayores símbolos del capitalismo, la labor parecía hacerse más compleja y contradictoria si se tiene en cuenta que Gerwig, además de tener una trayectoria como actriz de cine independiente, se posicionó como una directora y guionista abiertamente feminista, que en películas como Frances Ha (2013, protagonista y coguionista) Lady Bird (2017) y Mujercitas (2019) explora las ansiedades propias de crecer como mujer: las aspiraciones creativas, la relación con nuestras madres, las ganas de ser la mejor, la angustia de no ser suficiente. Con todos esos antecedentes, peros y expectativas encima, Greta Gerwig entrega Barbie (2023) a las salas de cine y abraza esas contradicciones con la habilidad de hacer parecer sencilla y divertida una tarea que muchos creían irrealizable.

Barbie, película de Greta Gerwig, contó con un presupuesto aproximado de 145 millones de dólares

La película juega a la ligereza y cuenta una historia que a grandes rasgos luce simple: Barbie Estereotípica (Robbie) despierta un día y descubre que la perfección de su vida en Barbieland está sufriendo cambios; en un mundo en el que cada mañana es igual de rosa y cada noche hay pijamada de chicas, su pan tostado se empieza a quemar, la leche de su refrigerador se descompone y, lo más alarmante, sus pies ya no están en punta. Para resolver esto, recurre al consejo de Barbie Rara (Kate McKinnon), quien le da a elegir entre quedarse en su normalidad o ir al mundo de los humanos en busca de su dueña para arreglar el desperfecto. En realidad no hay opción y, aunque Barbie preferiría quedarse en su mundo de plástico rosa, se ve obligada a cruzar montañas y mares de utilería para cumplir su hazaña, restaurar el orden y evitar a toda costa tener celulitis.

Ya en California y acompañada por Ken (Gosling), Barbie conoce un mundo que no es nada perfecto para las mujeres y comienza a experimentar inseguridad y agresiones, mientras que Ken recibe un baño de testosterona y poder, además de descubrir su fascinación por los caballos y la estética del cowboy (figura arquetípica de la virilidad en el imaginario estadounidense). El quiebre de la muñeca llega cuando encuentra a su humana, Sasha (Ariana Greenblatt), y en lugar de recibir aplausos y agradecimientos como esperaba, descubre que para la adolescente Barbie es una figura obsoleta, que engloba los ideales que aplastan a las mujeres. Los empresarios de Mattel aparecen en la cinta como los hombres de traje que intentan contener y regresar a la protagonista a su caja, hasta que Barbie huye de ellos y regresa a su hogar, en el que se han instaurado las bases de un patriarcado liderado por Ken, quien ha invadido su casa y le ha lavado el cerebro a sus amigas.

Siendo reduccionistas, podríamos resumir la cinta al viaje del héroe (heroína en este caso) y a una historia de pez fuera del agua y de buenos contra malos; después de todo, la película sigue estructuras narrativas clásicas y tropos recurrentes en el cine popular. Pero habría que ser muy corto de vista para no vislumbrar que, a través de elementos aparentemente simples y hasta básicos, Gerwig entrega una cantidad inmensa de detalles, capas y posibles lecturas. Como si se tratara de la bolsita en la que guardábamos los cambios de ropa de nuestras Barbies, la directora saca sombrero tras sombrero, botas, zapatos, y todos aquellos accesorios que se vendían por separado en forma de chistes sobre el patriarcado, críticas a los mandatos de la feminidad y reflexiones sobre nuestras experiencias en el mundo de carne y hueso.

barbie america ferrera

Una de las cosas que como mujeres aprendemos a temprana edad es a decir las cosas con gracia. Evitar el franco enojo y en su lugar atrapar moscas con miel es una de las enseñanzas que se nos han inculcado de muchísimas formas. En lugar de recurrir al regaño o a la solemnidad como ABC del feminismo, Greta hace uso de un humor que no por presentarse como burdo carece de inteligencia; al contrario, la cineasta bebe de su paso por el movimiento de cine mumblecore (que, entre otras cosas, empleaba diálogos ágiles, irónicos y en apariencia improvisados) y toma prestados elementos de la comedia física (o slapstick) y de los musicales para lanzar comentarios mordaces, cínicos y frontales sobre el heteropatriarcado desde distintos ángulos: ahí están los personajes codificados como queer (Allan y Barbie Rara), siendo constantemente desplazados; los hombres del mundo real que saben que siguen al mando, pero ahora lo disimulan mejor; los Kens que creen que nos morimos por escucharlos cantar con su guitarra, o que piensan que pueden ocupar el puesto que sea, aún sin la preparación necesaria. Incluso vemos la estrategia de ceder un poco al mansplainning para ganar las batallas importantes (parodiando de paso a escenas llevadas a la gloria de la masculinidad, como las de 300 y otras películas del cine bélico).

La cinta procura blindarse haciendo gala del Self-Awareness y la autorreferencia, burlándose de sí misma, y pone sobre la mesa su lugar de enunciación; después de todo, la propia Gerwig es consciente de ser una mujer blanca con privilegios en un mundo binario, por lo que su versión de Barbie también lo es y así lo expresa, desde el hecho mismo de asumir que su protagonista es “Barbie Estereotípica”, la rubia en la que piensas cuando alguien menciona a la famosa muñeca. Lo hace con los límites y alcances que ello implica, incluido el cumplir con la encomienda de la productora (Mattel) y al mismo tiempo ser fiel a su esencia como artista, otra forma de ceder un poco para ganar una batalla mayor. Esas ansiedades son palpables en la película, en la que se percibe una necesidad por abarcarlo todo y no dejar fuera a nadie, sin lograrlo al cien (¿cómo podría?) y divagando un poco. Greta Gerwig no le habla únicamente a sus espectadoras de siempre, que quizá no encontrarán en esta cinta un salto cuántico respecto a sus películas anteriores; la intención en esta obra era hablarle también a un público más amplio, al que literalmente había que explicarle con muñequitos y chistes lo limitante de ser mujer y crecer como accesorios, lo violento de salir al mundo a vivir acoso y hostilidad. Pero incluso así, la directora no desaprovecha la oportunidad de tomar la cámara como juguete (y el presupuesto de la empresa) con menciones a El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972), influencias visuales de cintas como Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964) y su reelaboración de una de las secuencias más representativas (y parodiadas) de 2001: odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), sin dejar fuera referencias tan pop y noventeras como la banda ‘NSync.

Pasado el juego, la directora hace espacio para el corazón y la calma. El lado humano (y diverso) en la película lo introduce Gloria (America Ferrara), la madre de Sasha, y verdadera responsable de los cambios en el mundo de la muñeca. Aunque la misión del juguete era la de hacer sentir a las mujeres del mundo real que podían ser todo lo que quisieran, la de Gloria es enseñarle a Barbie lo complejo que es ser una humana y vivir en constante cambio.

monólogo barbie

Tengo grabada en la memoria una experiencia que probablemente comparto con muchas otras mujeres, el momento en el que vi a mi mejor amiga de la adolescencia llorar porque alguien no la quería y las preguntas en torno a esa no reciprocidad: “¿no soy bonita?”, “¿no soy divertida?”, “¿no soy interesante?”. La escena se ha repetido con amigas en mi edad adulta, todas ellas mujeres hermosas en todos los sentidos. Mi sensación sigue siendo la misma, sigo deseando ser capaz de prestarles mis ojos para que se vean con toda la luminosidad que yo veo en ellas. Al igual que Gloria frente a una Barbie que llora porque ya no se siente bella, ni capaz, ni inteligente, me mata que no vean lo hermosas e inteligentes que son. La genialidad y el alma de esta cinta está en disponer de toda la maquinaria cinematográfica (incluido el monólogo sentimental que ya es un elemento recurrente en las películas de Gerwig, pero que continúa siendo efectivo) para hacernos evocar momentos así de humanos y cercanos a la experiencia femenina que, por supuesto, es mucho más que vestirnos de un color o ponernos tacones, aunque tampoco nos impide disfrutar de ello.

Lo que comienza como un viaje que pinta de rosa chicle un universo de falsas certezas y perfección bidimensional, se transforma en un fondo blanco con rumbo a un destino desconocido. Barbie es una invitación a tomar de la mano la incertidumbre, disfrutar lo vainilla, lo ordinario; ya no lo brillante de Barbieland, sino la opacidad de lo que no entendemos aún. Ya no exigirnos ser las mejores en todo a todas horas, las diosas de las pasarelas, las reinas del hogar, la escritora más sagaz, la actriz más talentosa, la cineasta pionera, la directora más feminista, sino permitirnos un respiro similar al que sentimos cuando llegamos a casa, nos cambiamos los zapatos y nos quitamos el bra. Imaginemos ser lo que queramos, sabiendo que lo que elijamos será más que suficiente.

¿Dónde ver Barbie?

Barbie está disponible en el catálogo de Max.

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autor Periodista y crítica de cine. Le interesa la diversidad de miradas en películas y series. Habla y escribe sobre cine hecho por mujeres, por cineastas indígenas y latinoamericanos.
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