Arrigo Sacchi, el gran revolucionario del fútbol italiano

Arrigo Sacchi es uno de esos técnicos que pasó a la historia del fútbol mundial por sus aportes a la evolución del deporte desde puntos de vista teóricos y tácticos. Sin embargo, detrás de la imponente figura del campeón de Europa, también está la del hombre soñador, obsesivo y exitoso, que escribió sus logros con temple. 

Arrigo Sacchi, el gran revolucionario del fútbol italiano
Arrigo Sacchi, el gran revolucionario del fútbol italiano

Nació en 1946 en una Italia todavía revolucionada por los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Su vinculación con el balompié inició vistiéndose en corto como defensa en clubes amateurs o en categorías menores, mientras trabajaba en la empresa de su padre.  “Dejé de jugar al fútbol con 19 años porque enseguida comprendí que nunca sería un campeón”, explicó el propio Sacchi.

Su apellido nunca se estampó en el dorso de la camiseta de un club profesional, lo que en principio, trajo rechazo cuando le tocó asumir el rol de estratega. «Nunca me di cuenta de que para convertirme en un jinete, primero tenía que haber sido un caballo», dijo sobre el tema con su contundencia característica. Así que se dedicó a estudiar, viajar e investigar sobre los principales clubes de Europa.

Más adelante, llegó el momento de sentarse en el banquillo, desarrollando la etapa que lo catapultó a la gloria. En 1979 empezó con las inferiores del Cesena Calcio, alcanzando un título nacional, hasta que en 1982 dirigió al Rimini de la tercera división y luego a las fuerzas básicas de la Fiorentina.

En 1985 logró su primer gran logro: ascender al Parma a la Serie B italiana, lo que le aseguró su estancia durante una temporada más. Pero el futuro le deparó cosas mejores. Corriendo el año 1987, eliminó al Milan de la Copa Italia cuestión que sedujo al presidente de los rossoneri, Silvio Berlusconi, quien lo oficializó como nuevo estratega en julio de ese año, a pesar de no ser tan reconocido.

Foto vía Twitter

Sus aportes tácticos fueron revolucionarios en un momento donde la figura del líbero llevaba la batuta. Ese zaguero más retrasado, libre de marca y el último en los duelos frente a los delanteros, custodiando a su guardameta. En la tierra del fútbol defensivo y en pleno apogeo, Sacchi se atrevió a ser irreverente y eso le dio resultado.

Su esquema fue el 4-4-2 y el marcaje era en zona, cuando en ese entonces la tendencia se inclinaba por el marcaje personal. Además, la línea defensiva presionaba muy arriba y utilizaban la estrategia del fuera de juego. «Cuando llegué al Milan, me encontré un grupo de grandes profesionales que tenían muchas ganas de vencer, pero solo jugando al fútbol más espectacular», señaló el entrenador. Él les dio el brillo que les faltaba.

Sus influencias llegaron desde Holanda. Rinus Michels puso la piedra angular del fútbol total y él, como estratega, tomó parte de esas ideas para quebrar murallas italianas. Sus métodos contribuyeron a la nueva visión de otros entrenadores como Carlo Ancelotti, quien se ha atrevido a decir de él que «cambió por completo el fútbol italiano, la filosofía, los métodos de entrenamiento, la intensidad, la táctica. Los equipos italianos se centraban en defender, pero nuestro equipo defendía atacando y presionando».

Y Ancelotti, que fue uno de sus dirigidos, lo dice con criterio puesto que una de sus innovaciones en las prácticas era realizar partidos sin balón para que los jugadores lo imaginaran y se posicionaran correctamente. Ruud Gullit, Van Basten, Roberto Baggio, Frank Rijkaard, Roberto Donadoni y Mauro Tassotti, fueron algunos de los que también aprendieron de Sacchi muy de cerca.

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Justamente el paso por ‘su’ Milan entre 1987 y 1991 se recuerda como uno de esos grandes equipos de la historia del deporte, a pesar de la corta duración. Dos campeonatos europeos más una Liga, una Supercopa italiana, dos Copas Intercontinentales y dos Supercopas de Europa se sumaron al palmarés de uno de los grandes del país en forma de bota.

Sus jugadores le recuerdan como un perfeccionista que repetía una y otra vez lo que debían hacer, además de exigir al máximo en cada entrenamiento. Su deseo era imponer la «inteligencia colectiva», lo que requería que los «11 jugadores estuviesen activos en cada momento del juego«.

«La obsesión de Sacchi le ocupaba todos los minutos del día. Un día se acercó a Van Basten mientras el jugador almorzaba. Quería precisar un detalle del juego, un problema menor que a Sacchi le parecía inaplazable. Van Basten no aguantó más. Se giró y miró a Sacchi. «Mientras como, no», contestó«, escribió Santiago Segurola en un artículo.

Ponerse en la élite del panorama balompédico a nivel mundial le abrió las puertas de la selección italiana, con quienes fue subcampeón del Mundial de Estados Unidos en 1994, separándoles una tanda de penaltis frente a Brasil de lograr lo que en ese entonces hubiese significado su cuarto título global. Su proyecto había iniciado tres años antes y lo extendió hasta 1996 para la Eurocopa de ese año y el arranque de las Eliminatorias hacia Francia 1998.

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Tras esto, sumó un par de experiencias más desde la raya: la temporada 1996/97 con ‘il Diavolo’ y la 1998/99 con el Atlético Madrid.

Su legado y mencionada trascendencia, la puede disfrutar en vida. Luego de retirarse como entrenador en 2001 junto al Parma, y asumir brevemente el rol de director deportivo del Real Madrid en 2004, actualmente a sus 73 años goza de salud y se dedica a coordinar equipos juveniles en su país y también a la escuadra Sub-21, alternándolo con su puesto como comentarista deportivo.

«Una victoria puede quedarse en el libreto de los récords, pero la manera de lograrlo quedará en las mentes de la gente», reflexionó Sacchi. Hoy su nombre es ejemplo de ello.