Cuando los cimientos empezaron a tambalear, el Girona se ha encargado de dar un golpe sobre la mesa que ha levantado el polvo propio de los inicios de la temporada. Literal y figuradamente, los de Míchel han salido a dar la cara por la Champions tras una semanas en las que el equipo convenció frente a los suyos, pero no en las excursiones que dejaron un 0 de 15 en las últimas cinco visitas.
La tendencia en el Estadio de Gran Canaria no parecía ser muy diferente, al menos durante los primeros minutos, en los que el equipo amarillo incomodó a los ‘gironins’ con una presión incesante que acabó con un penalti sobre Moleiro que hicieron temblar, de nuevo, las esperanzas de sumar lejos de casa. Más allá del penalti en cuestión, Gazzaniga fue el primero en recoger la frustración de David López para dar, literalmente, la cara por el equipo y detener con el rostro el zapatazo de Sandro desde los once metros.
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Ahí cambió por completo el panorama, con la señal que el arquero argentino disparó a cada uno de los integrantes que a los 8 minutos de juego pisaban el césped canario con la elástica gerundense. Fue entonces cuando la plantilla inició un proceso de maduración hasta el último suspiro de choque, dejando una nueva portería a cero en un constante ejercicio de contrarrestar las intentonas del rival, necesitado por las circunstancias.
El Girona demostró no necesitar su característico estilo de juego para amarrar, ya por una asa, la orejona. Como pocas veces, los hombres dirigidos por el técnico vallecano dejaron de lado la parte más vistosa para dar paso a su versión más seria por los objetivos cuando las cosas no acababan de ponerse de cara fuera de casa. Gracias a ello, los ‘gironins’ saben que la Champions está a un solo paso.