Análisis de un fracaso total | Economía nacional e internacional | Cinco Días
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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Análisis de un fracaso total

Xavier Gimbert utiliza las reglas de la gestión empresarial para explicar el desastre de la selección francesa en Sudáfrica 2010, a la que le fallaron la estrategia, el liderazgo y los valores.

El fútbol francés atraviesa la peor crisis de su historia. Su eliminación en primera ronda de Sudáfrica 2010 fue casi una anécdota. El equipo se fue humillado, con insultos en los vestidores, discusiones que casi terminan a golpes y un motín de jugadores. Una catástrofe que excedió ampliamente lo deportivo, un "desastre moral", según la prensa y la afición. El management puede ayudarnos a comprender la debacle. Las reglas empresariales sirven para cualquier organización, incluso para un equipo de fútbol. Lo cierto es que el deporte también necesita planificación, pensamiento estratégico, liderazgo y capacidad de organización. El descalabro de Francia fue, sobre todo, un desastre de gestión.

El primer error fue la falta de estrategia. Esta es la forma en que una compañía consigue sus objetivos, es la manera de ser mejor que los competidores. En el fútbol, es la forma en que un entrenador plantea los partidos. Algunos equipos, como el Barcelona de Josep Guardiola, juegan al ataque y dan espectáculo. Otros, como el Inter, campeón de la Champions 2010, tratan de mantener la portería a cero y ganar con un contraataque aislado. Y existen muchas otras estrategias posibles.

Pero lo que está abocado, sin duda, al fracaso es no tener estrategia. Como en las empresas, los equipos sin estrategia no saben cómo competir, juegan sin sentido y son superados por rivales que, quizá con individualidades inferiores, presentan una clara estructuración en el campo. Y es evidente que Raymond Domenech no dio ninguna orientación a su equipo. Ya ocho meses antes del Mundial 2010 se filtró que Thierry Henry había planteado al técnico que el equipo no sabía cómo jugar, que no tenía ninguna idea directriz, ninguna identidad.

La falta de estrategia se agravó por el estilo de liderazgo de Domenech, que fue narcisista

Si el problema de Francia hubiera sido únicamente la carencia de un estilo de juego, probablemente el fiasco se habría limitado al ámbito deportivo. Pero la falta de estrategia se agravó por el estilo de liderazgo de Domenech. Su comportamiento al frente del equipo fue típico de un liderazgo narcisista. Muchos grandes dirigentes políticos y empresariales presentan rasgos narcisistas de personalidad, como Napoleón Bonaparte, John Rockefeller, Jack Welch y Steve Jobs. Tienen grandes egos y buscan ser admirados. Esto no es necesariamente malo. Ha servido para construir corporaciones como Apple o para reformar General Electric.

Pero el liderazgo narcisista puede volverse destructivo cuando la egomanía del líder se pone por delante de las necesidades de la organización. Este fue el caso de Domenech. A medida que las críticas aumentaban, comenzó a aislarse. La relación con los jugadores se desgastó y sus decisiones se volvieron autoritarias y arrogantes. El defensa Evra confirmó que no había diálogo con el entrenador.

La confianza entre Domenech y los jugadores, que ya era débil antes de Sudáfrica, se dañó irreversiblemente durante la competición. Los graves insultos de Anelka a su entrenador en el descanso del partido contra México fueron la gota que rebasó el vaso. Sobre todo porque Domenech dejó que L'Equipe publicara unos insultos aún más graves de lo que en realidad fueron. Los jugadores estallaron al ver ese comportamiento, se sintieron manipulados. La decisión de la Federación Francesa de Fútbol (FFF) de expulsar al agresor hizo que todo volara por los aires. Se negaron a entrenar. El grupo se fracturó en facciones y casi terminan a golpes.

Domenech no estuvo solo en la desventura. El entrenador formaba parte de la estructura de la FFF, que lo colocó en una posición de poder y lo mantuvo a pesar de todas las señales de alarma emitidas por el público, por la prensa y hasta por los propios jugadores mucho antes de Sudáfrica. La Federación no hizo nada, pero no porque realmente creyera en Domenech. El presidente de la FFF, Jean-Pierre Escalettes, tenía una única preocupación: mantener a un entrenador surgido de dentro de la Federación. Pudo hacerlo porque los representantes del fútbol amateur eran mayoría y tampoco querían como sucesor a Didier Deschamps, el representante propuesto por el fútbol profesional.

En síntesis, la selección francesa se hundió porque su gestión fue un fracaso total. Pero lo que finalmente convirtió la derrota deportiva en un desastre moral fue la falta de valores. Las organizaciones excelentes se definen normalmente por valores como la ética, el respeto y el trabajo en equipo. Todo lo contrario de la imagen que dejó el seleccionador francés en Sudáfrica. Si los valores no son sólidos, el más mínimo problema puede derrumbar todo el edificio, como finalmente ocurrió.

El fracaso fue de tal calibre que se dispararon múltiples iniciativas de cambio, incluso desde lo más alto del poder político. En un mundo donde los cambios se producen a gran velocidad, eso es un mensaje esperanzador. Al fin y al cabo, como dice el viejo refrán, el fútbol siempre da la revancha. Francia aún puede estar entre las favoritas para ganar el próximo Mundial...

Xavier Gimbert. Profesor de Esade

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