Álvaro Morata, su trauma con María Pombo y el amor por Alice: emociones y calentones
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Álvaro Morata, su trauma con María Pombo y el amor por Alice: emociones y calentones

Álvaro Morata ha sido uno de los protagonistas de la semana por su polémica expulsión después de que un rival le llamara "niño de papá", según sostiene el contrario. Y también porque se encaró con un aficionado. ¿Está de los nervios? ¿Por qué? Siendo en general un futbolista tranquilo, el madrileño ha tenido episodios que han afectado a sus emociones: se dijo que cuando rompió con María Pombo sufrió una depresión, pero no fue por temas de desamor. Además, supone encontrar el camino de la felicidad.

En 2015, Álvaro Morata sufría de ansiedad, estaba deprimido, tuvo que recurrir a Buffon, ese portero leyenda, para intentar salir del trance. Le dio buenos consejos, que no fueron suficientes. Jugaba en la Juventus; bueno, estaba en la Juventus. No jugaba todo lo que quería porque padecía una pubalgia que no trascendió, porque consumió más de un centenar de días sin marcar un gol, porque sus padres pasaban por dificultades, o por cuestiones profesionales, pero no porque acabara de romper con su segunda novia, María Pombo, hoy felizmente casada, igual que él.

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Morata tenía 22 años cuando sufrió mal de amores. En medio de la tempestad apareció en su vida la guapa italiana y también influencer Alice Campello, además de empresaria, hija de Andrea Campello, el rey de los concesionarios de coches. El flechazo caló hondo en los tortolitos, porque fue en las dos direcciones. Y fue precisamente Alice quien ayudó a Álvaro a salir del atolladero. Ella es veneciana, estudiaba Marketing en Milán, y le llamó la atención un like de Morata a una fotografía suya en Instagram. Se conocieron, se enamoraron y la Juve ganó el Scudetto con Morata, que recuperó un lugar en la Selección Española y volvió a encandilar al Real Madrid.

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En junio de 2017 Alice y Álvaro contrajeron matrimonio en Venecia, la tierra natal de la novia. Para entonces ya habían inundado las redes sociales de fotografías y vídeos donde su amor quedaba de manifiesto y todo lo impregnaba, y con se olvidó todo lo demás. Él, de su dos amores anteriores, Carla Barber y María Pombo, también bellezones, también modelos, como si este estereotipo fuera exclusivo entre las novias, amantes o esposas de los futbolistas. Ella, de Alberto Franceschi, de quien guarda mejores recuerdos que Morata de sus primeros amores.

La boda fue un pastelito, no una tarta de siete pisos, como la de Sergio Ramos y Pilar Rubio. Morata y Campello dan continuas muestras de su enamoramiento, que comparten con todo bicho viviente. Álvaro y Alice fueron padres el año pasado de gemelos, Alessandro, Ale, que se parece a papá, y Leonardo, Leo, más parecido a mamá. Es más que probable que a los hermanitos les guste el fútbol; a la señora de Morata, lo justo, o casi nada. Pero celebra los triunfos de su marido, a quien el pasado 7 de junio estaba viendo por televisión, en su casa de La Moraleja, cuando España jugaba en las Islas Feroe, partido clasificatorio para la Eurocopa de 2020.

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El encuentro, sin ser un dechado de virtudes, resultaba entretenido, ganaba España. En éstas, unos ladrones, armados, entraron en la casa. Con Alice y los gemelos estaba una señora del servicio. Al comprobar los delincuentes que había gente en la vivienda, cogieron lo que pudieron –joyas, sobre todo- y a toda prisa pusieron pies en polvorosa antes de que llegara la Policía.

Alice vivió unos momentos terribles que nunca olvidará, temía por sus pequeños. Morata recibió la noticia en Islas Feroe. El incidente los unió aún más, si cabe. Y ha sido el pasado día 5 cuando Álvaro, que esperaba a Alice, que llegaba de Venecia tras unos días de trabajo, la recibió de esta guisa: en el dormitorio, pétalos de rosas rojas por el suelo, entremezclados con diversas cartas de amor, y sobre la cama, un inmenso corazón y un te amo, dibujado todo ello con más pétalos de rosas rojas. Y debajo de la almohada, un regalo. 

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En otra ocasión, en una cena junto al mar, Álvaro le dijo a Alice que mirara hacia su izquierda, hacia un ramo inmenso de rosas blancas, que escondían una sortija de diamantes. Publicaron el vídeo en Instagram, y esta leyenda: "Ésta es mi mujer. Lo sé, es de otro planeta". Así, entre pruebas de amor, achuchones, pétalos de rosa y fotos dulces que te pasas transcurre la vida de esta familia feliz, sin más sobresaltos que aquel incidente aislado de la casa y los sinsabores que el fútbol reserva al jugador.

Morata: ¿inocente, ingenuo o apasionado?

El miércoles pasado el Atlético viajó a Mallorca. Ganaba 0-2 (resultado final) cuando en el minuto 69 Morata entró al campo por Diego Costa. El primer balón que tocó fue en el minuto 74, y Xisco Campos le hizo falta. En el minuto 76 le envió Joao Félix un pase en profundidad. Era el segundo balón que tocaba; Xisco Campos, de nuevo él, apareció, le pegó ligeramente en el tobillo izquierdo, perdió la pelota y el árbitro no señaló ni falta. Morata se revolvió, Xisco y él se enfrentaron, juntaron las cabezas… y vieron sendas tarjetas amarillas. Aún no se había enfriado la jugada cuando Salva Sevilla apareció en escena, tuvo un intercambio de palabras con Álvaro y el árbitro (min 77) le mandó a la caseta. El Atleti se quedó con diez y Morata, cabreado como una mona: dos balones tocó en los 8 minutos que permaneció sobre el césped, tantos como tarjetas amarillas vio.

El jueves, el veterano Salva Sevilla publicaba un twitter donde reconocía lo que le había dicho a Morata: "Niño de papá". El rojiblanco niega que fuera eso lo que le espetó el mallorquinista, y sostiene que fueron palabras más gruesas que él no iba a revelar. Y el hecho es que este futbolista reaccionó, acaso como un niño, pero no es un niño de papá: su padre fue comercial en la Ser y en la Cope.  Pero lo que sí es Motara es un niño enamorado, se ha perdió un derbi que el Atleti tal vez, solo tal vez, podría haber ganada si hubiera estado él. Pero el partido de sanción le impidió estar en el duelo. No puede evitar estar enamorado hasta las trancas de Alice y tal vez deba educar su temperamento cuando juega. Puede que sea un niño enamorado, pero no un niño de papá.

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