“¿Qué es el anuncio de Cristo, que no es ni proselitismo ni publicidad ni marketing, y cómo describirlo? Se trata, en primer lugar, de ser enviado, pero no como el jefe de una empresa que busca nuevos socios, sino como enviado a la misión. Y el signo propio de que se es enviado a la misión es cuando se pone en juego la propia vida: el apóstol, el enviado, que lleva a cabo el anuncio de Jesucristo lo hace a condición de poner en juego su vida, su tiempo, sus intereses y su carne. La cuestión es ponerse en juego pues este viaje de ir a proclamar el anuncio de la salvación, arriesgando mi vida, -porque me juego la vida, mi carne - este viaje sólo tiene el billete de ida, sin billete de regreso. Claudicar es apostasía. Por eso, un anuncio de Jesucristo con un testimonio coherente -lo que digo lo hago- implica necesariamente poner en juego la vida”.