Alberto Pozo, que triunfa con Miura, se convierte en el 67º matador de toros de Albacete
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Alberto Pozo, que triunfa con Miura, se convierte en el 67º matador de toros de Albacete

  • Publicado en Toros

Julio Martínez

El 15 de agosto es tradicionalmente el día más taurino del año y hay quien dice que si no toreas el día de la Asunción de la Virgen María no eres torero. Con la Tauromaquia bajo mínimos por los efectos de la pandemia, y no solo de la pandemia, este domingo se celebró una corrida de toros en la localidad conquense de San Lorenzo de la Parrilla. En ella tomó la alternativa el albaceteño Alberto Pozo, que cortó una meritoria oreja ante una corrida de la legendaria ganadería de Miura y que se convierte así en el matador de toros número 67 nacido en Albacete, albaceteño de adopción o alumno de su Escuela de Tauromaquia.

El toro de la ceremonia llevaba por nombre ‘Buhonero’, herrado con el número 5. Con mucha alzada, más alto que el torero cuando se erguía, se encontró con un Alberto Pozo muy decidido de salida, que empezó a torear a la verónica sin probaturas. Lo lidió con su particular estilo, muy eléctrico y llamativo para el público. Apretó el toro en las telas, pero no terminó de centrarse en el caballo en la primera tentativa de puyazo. Pozo lo dejó más largo en el segundo intento y esta vez sí se arrancó con casta y un ritmo sostenido que mantuvo también en un eficaz tercio de banderillas.

Bajo una intermitente lluvia, el diestro charro Javier Castaño le cedió su muleta y su espada al torero de Albacete para doctorarle en Tauromaquia, un sueño por el que Alberto Pozo llevaba luchando muchos años en una sacrificada y larga carrera. Brindó el primer toro de su vida, visiblemente emocionado, a su padre y a su apoderado, que en los últimos cuatro años ha estado bregando en los despachos para abrirle camino en la profesión.

Arrancó la faena al hilo de las tablas, llevando sometido al toro con la muleta. Tanto le bajó la mano que el de Miura se pegó una fuerte voltereta. Sin embargo, esta no mermó sus excelentes condiciones para el toreo fundamental. Empujó el toro con los riñones y colocó la cara con una calidad poco habitual en el hierro que pasta en Zahariche. Acelerado por momentos, Pozo buscó llevarlo siempre embebido en la muleta, sacrificando la calidad y primando la ligazón. ‘Buhonero’ permitía ambas cosas. Fijeza, prontitud, humillación y ritmo fueron las cuatro principales virtudes del toro desde que asomó por chiqueros y que Pozo aprovechó de manera intermitente.

La faena, como el toro, se fue apagando lentamente. Cuando el torero se cambió la muleta de mano ya era tarde. El trasteo bajó en intensidad por el pitón izquierdo, por lo que el manchego recurrió de nuevo al toreo por la diestra en un popurrí de muletazos recortados rodilla en tierra que no terminaron de conectar con los tendidos.

Pasó un apuro con la espada y es que apunto estuvieron de sonar los tres avisos. Por el fallo a espadas, pero sobre todo por un tremendo vendaval con epicentro en el ruedo que imposibilitó la labor del matador y sus peones. De hecho, los 15 minutos reglamentarios se cumplieron, pero el presidente, con buen criterio, hizo la vista gorda.

En sexto lugar se lidió un escobillado y basto toro de nombre ‘Tabernero’, que fue lo opuesto al primer oponente del nuevo matador albaceteño. El saludo capotero al último animal del festejo fue sin duda lo más destacado del mismo. Alberto Pozo le recetó un manojo de verónicas de mucho gusto impregnadas de un concepto muy personal de interpretar el toreo, bajando mucho la mano y dándole profundidad a cada uno de los capotazos.

Se vino arriba el torero y colocó al toro en el caballo por vistosas navarras y con una revolera corriéndole al toro que terminó por conectar a la totalidad de los tendidos con el ruedo. Tras el primer y único encuentro con el caballo, Pozo dejó otro brillante quite por verónicas. En este prólogo de faena se pudo a ver a un torero mucho más metido en la tarde que lo que se vio en el primero, quizá fruto de los nervios y la presión de una tarde de tanta responsabilidad para él.

Empezó directamente toreando por redondo la faena de muleta. En el tercio, con una muleta muy pequeña y con vehemencia en los cites y la gestualidad cara al público. Insistió por el pitón derecho y supo aprovechar la emoción que transmitía el toro en cada una de sus embestidas. No tuvo la calidad ni la franqueza del primero, pero ese trote tan ‘miureño’ llegó más al público. A partir de la tercera tanda el torero se vio sobrepasado por la casta de ‘Tabernero’ y tuvo que utilizar recursos poco ortodoxos para poder lidiar con él.

La disposición fue la base de la faena de Pozo, que pecó de carencias, especialmente en el apartado técnico, algo entendible en un torero que acaba de promocionar de escalafón. Le dio tiempo entre cada tanda y se cruzó con la zurda para dejar muletazos de uno en uno acabados siempre por debajo de la pala del pitón.

Cerró su faena de rodillas con evidentes signos de fatiga, que se hicieron ostensibles en la defectuosa estocada que cobró, muy caída, pero, eso sí, de efectos letales. El coso de Curro Fuentes se llenó de pañuelos para pedir las dos orejas, pero el presidente únicamente concedió una.