Críticas de Y Dios creó a la mujer (1956) - FilmAffinity
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Y Dios creó a la mujer

Drama. Romance En St. Tropez, Juliette Hardy es una chica huérfana de dieciocho años, sexualmente muy precoz y activa. Eric Carradine, un hombre rico y maduro, se siente muy atraído por ella. Pero está enamorada de Antoine Tardieu, un joven que trabaja en Toulon y es el hijo mayor de una familia humilde que posee un pequeño astillero. El problema es que Antoine sólo quiere tener una breve aventura con ella. Cuando los padres adoptivos de Juliette ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
22 de enero de 2006
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vadim debuta en la dirección en una obra pensada para la proyección de su esposa a la categoría de sex-symbol europeo e internacional, en competencia con Marylin Monroe. Rodada en escenarios naturales de Saint Tropez se estrenó el 28-XI-1956.

La acción tiene lugar en Sant Tropez y alrededores en 1956. Narra la historia de Juliette Hardy (BB), de 18 años (menor de edad), huérfana, criada en un orfanato, tomada en adopción por los padres de 3 varones, de 20 a 25 años, trabaja en el quiosco/librería de la familia. Enamorada del hijo mayor, Antoine Tardieu (Christian Marquand), se casa por despecho con el hermano menor, Michel (J. L. Trintignant).

La película, destinada a la exaltación de la protagonista, crea un personaje muy alejado de los cánones europeos e internacionales que se imponen a partir de la revolución sexual y cultural de los 60. Su figura incorpora una personalidad exageramente infantil e ingenuamente sensual, dependiente de la madre, del capricho de los hermanos y de la iniciativa de los hombres. Sin aspiraciones laborales y desprovista de afanes de construirse un futuro autónomo e independiente, busca en el matrimonio, aunque no en la fidelidad, las soluciones de presente y de futuro. No aspira a la igualdad: se siente cómoda y satisfecha con su atractivo natural, por el que es admirada y cortejada como objeto de deseo. Por el impacto que tuvieron, son memorables el desnudo fugaz entre las sábanas tras la colada y el baile sobre una mesa. Christian Marquand, compañero de reparto, se inspiró en la figura de Juliette en su obra "Candy". Bardot obtuvo un éxito clamoroso, pero no alcanzó la elegancia, la sutileza, la distinción y el halo de magia de Marylin.

La música, de Paul Misraki, colaborador de Yves Allégret, Buñuel, Welles ("Míster Arkadin"), Chabrol y otros, aporta una bonita combinación de melodías de la primera mitad de los 50 y composiciones propias, festivas y brillantes. La fotografía, de Armand Thirard ("Las diabólicas"), muestra la belleza de los paisajes y realza con fuerza plástica la imagen de la protagonista, de la que ofrece los primeros desnudos, parciales y fugaces. El guión cuenta una historia de escasísimo interés. La interpretación de Jean Louis Trintignant es sobria y adecuada. La de Curd Jürgens es correcta. Bardot protagonizó casi 50 películas y trabajó ocasionalente en Hollywood ("Shalako", 1968, Edward Dmytryk) con éxito limitado a causa de las dificultades con el inglés. La dirección obtuvo un éxito superior al deseado, que implicó la ruptura de la relación matrimonial con la actriz, enamorada de Trintignant. Posteriormente repitió la experiencia con Jane Fonda y Catherine Deneuve.

Película de escaso valor cinematográfico, famosa por su éxito popular y por haber lanzado al estrellado internacional a BB, elevada a la categoría de mito sexual. La película con el paso de los años ha ganado un valor documental de interés.
Miquel
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24 de febrero de 2008
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Éste debería ser el verdadero título de "Y Dios creó a la mujer", una película realizada exclusivamente para el lucimiento de la - eso sí - arrebatadora Brigitte Bardot. Posiblemente pocas actrices puedan deslumbrar con su belleza, muy erótica para la época pero de una sexualidad tirando a normalita en nuestros días. No obstante, el escándalo que provocó los desnudos de la hoy incondicional defensora de los animales seguro que tuvo su razón de ser en su estreno. Incluso en la actualidad algunas escenas, sin ser del todo explícitas, contienen una carga sensual bastante excitante. Probablemente incluso el propio Vadim disfrutó exhibiendo a su mujer ante todos los espectadores masculinos, presumiendo de estar casado con una "hembra" tan inaccesible para los demás.
Sin embargo, poco más se puede decir de la película desde el punto de vista cinematográfico. La historia aburre, posiblemente por lo mal contada que está. Varios retazos del guión parecen incompletos o atropellados, sin profundizar en ellos. De hecho, el argumento está poco definido, pues se queda a medio camino entre la rivalidad de los hermanos y el negocio especulador del poderoso.
Tampoco la personalidad de Juliette - el personaje de Brigitte Bardot - queda bien definido, si bien quizá con la intención de mostrar su complejidad. Se mueve entre una adolescente devoradora de hombres, con los que le gusta divertirse hasta el límite, y una joven de buen corazón que trata de asentar la cabeza. Pero, para su desgracia, siempre será recordada en el cine como esa pequeña "desvergonzada, maleducada y, además, perezosa". Ello pese a que su comportamiento varía en ocasiones (ese amor a los animales o cómo ayuda a la niña en la librería).
Lo único reseñable para mí es, aparte de la belleza de la sex-symbol francesa, ese simbolismo entre los tres roles principales: Eva (Brigitte Bardot), seducida por la serpiente (Curt Jurgens) y que es una tentación para el pobre Adán (Jean-Louis Trintignant)
Luis Miguel
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12 de febrero de 2008
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido mejor de lo que dice su leyenda, esa que afirma que es una película mediocre pero escandalosa en su momento y que lanzó a Bardot como mito erótico. No obstante, hay que reconocer que tiene detalles increíblemente torpes, como esos primeros planos de inserto de BB, que cantan más que una almeja, pues aunque son supuestamente de exteriores, se nota a la legua que están filmados en estudio y con una mala pintura detrás, como si al director se le hubiera olvidado rodarlos y luego hubiera tenido que arreglar el fallo con una chapuza.

Pero, por otra parte, vista hoy, la película tiene un carisma especial (la música es fabulosa, por ejemplo), y parece casi un milagro que el resultado final saliera tan logrado. Además posee un valor de documento histórico, con esos sugestivos y luminosos escenarios naturales de Saint Tropez, en una época retratada aun predominantemente en blanco y negro y con los ecos de la segunda guerra mundial aun no apagados del todo. Debo decir que ese microcosmos aldeano, tan francés pero cosmopolita a un tiempo, me ha resultado muy atractivo (antes de que el turismo de masas hubiera convertido Saint Tropez en una suerte de abarrotado circo).

Y el argumento de la película tampoco está mal; por lo menos tiene el atractivo del arquetipo, al que se le da, en este caso, un enfoque peculiar, pues en la protagonista encontramos una combinación explosiva e intrigante de mujer y niña, depredadora sexual e ingenua ex estudiante en un internado de monjas, lo que en inglés denominan "sex Kitten" (gatita sexual). Y es que, a diferencia de otras películas suyas, en donde BB aparece algo imperturbable y más bien poco expresiva, aquí, aparte de guapísima y jovencísima, está muy convincente en su papel de mujer-niña poseída por una subterránea pasión e inquietud, así como por una casi demente -y freudiana- lujuria reprimida.

Me gustaría, por último, señalar que en una época de "vampiresas" cinematográficas hollywoodienses con el pelo cuidadosamente peinado y lacado, las sex symbols europeas -ahí podríamos incluir también a Sofía Loren o Silvana Mangano- nos proponen una versión de la mujer fatal mucho más terrenal. Ese cabello maravillosamente tupido, larguísimo, y despeinado de la casi adolescente Bardot (tenía 21 años) debió ser una autentica revolución en su momento.
alex
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16 de julio de 2010
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de catapultar al estrellato a Brigitte Bardot, el revuelo causado por la irregular ópera prima de Roger Vadim sirvió para mostrar al mundo una nueva y refrescante imagen de la juventud francesa, a través del aspecto de una joven irremediablemente atractiva, emancipada y desinhibida.
Y aunque la película se haya convertido en objeto de culto con el paso de los años, cinematográficamente no aporta grandes innovaciones que puedan incluirla, ni mucho menos, dentro del grupo de la “nouvelle vague”, por aquel entonces maldiciendo el cine de “qualité” de la época desde “Cahiers du cinéma” . Sin embargo, la agitación que produjo la cinta allá en 1956, y es reconocido por historiadores del cine (en concreto por Michel Marie en su libro “Nouvelle vague”), fue uno de los detonantes del surgimiento de una nueva imagen de la joven francesa, exportable al resto del mundo. Lo cual dio pie a una encuesta sociológica sobre los fenómenos generacionales, lanzada y popularizada por una serie de artículos de Françoise Giroud publicados en el semanario “L’Express”, en 1957. Ahí se habla de un nuevo tipo de juventud, de los futuros médicos, abogados e ingenieros y de un nuevo tipo de prensa. Entre octubre y diciembre de ese año se publicaron los resultados bajo el eslogan: « ¡La nouvelle vague llega ! », representado por el rostro de una joven que sonríe. Ésa será la primera vez que aparezca el término en los medios para referirse a un movimiento de ruptura y a la modernidad en la sociedad. Y fue a raíz de ese eslogan, que fue bien exprimido por el semanario, cómo las películas de la nueva generación de cineastas franceses que irrumpieron con fuerza en Cannes dos años después (“Los 400 golpes” e “Hiroshima, mon amour”), fueron prácticamente de primeras encasilladas con ese nombre por estar en sintonía con las tesis que se argumentaban en los artículos de “L’Express”.
Por ello, algo se le debe a la primera película de Roger Vadim de cara a la aparición, no ya sólo del término “nouvelle vague”, sino también en cuanto a los planteamientos estético generacionales que se establecieron a lo largo de los años 60’. Pese a que las instancias católicas de Lake Placid, Nueva York, se ocuparan en su día de comprar todas las entradas de los cines y de amenazar con excomulgar a quien viera la película. Si más de medio siglo después estoy hablando de todo esto, creo que no hace falta decir que los esfuerzos fueron en vano.
hpbordon
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10 de agosto de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesado en conocer la cultura sexual francesa de los 50 busco en Google: “sexualidad”, “Francia”, “1956” y obtengo (en primeros lugares) Brigitte Bardot y Dios creó a la mujer. Es un resultado tan esclarecedor que sobra cualquier discurso sobre licencias y liberalidades en el período “precreativo”. Las masas, dormidas en la sociedad francesa y aceporradas allende los Pirineos (o séase aquí), empiezan a despertar en el 1955 con el rock and roll y en el 1956 con B.B. De aquí al 68 van 12 años pero tan sólo un paso.

Roger Vadim se estrena cinematográficamente con esta película donde - “no hay nada más lindo que la familia unida”- promociona a su señora esposa, una francesita con todo en su sitio y muy bien puesto, llamada a convertirse en uno de los mitos eróticos del siglo XX, probablemente el mayor junto a Marilyn Monroe. Sin embargo los contoneos de Marilyn arrastraban cierta entidad interpretativa, cierta madera de actriz, mientras que las provocaciones de Brigitte sirvieron para poco más que para incendiar las represiones ancestrales arrastradas per sécula seculorum amén.

Seguro que no les descubro el argumento: Jovencita de buen ver y mejor tocar, provocativa al máximo se contonea con los pies descalzos entre un misógino, un ingenuo y un millonario. Un, dos, tres, al escondite francés y los cuernos al poder. Descalza por la librería, con la cara del amante en los talones y mambo “sur la table”. Momentos que abren la caja de las represiones y que permiten que empiece a entrar en la sociedad francesa es aire renovador y precursor del futuro mayo del 1968. Todo ello en las formas y en el cuerpo del mito B.B., que no en el fondo de un film cuyo argumento se reduce a la mínima expresión y a una gran cornamenta incapaz de atravesar puerta alguna.

Dios creó a la mujer y Vadim la recreó , en la suya propia, para deleite de propios y extraños y para indignación de los antireplicantes guardianes de la moralidad. En la Bardot había, incluso sobraba, materia prima. Roger Vadim lo sabía, ambos lo sabían. De ahí al mito, solo restaba un paso y se dio: Esta película.
FATHER CAPRIO
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