Dialogando con la vida (2022), de Christophe Honoré

La vida del adolescente homosexual Lucas da un vuelco cuando su padre muere en un accidente de automóvil. Tiene algo de irreal que le despierten en medio de la noche en su internado, para comunicarle que algo ha pasado, verse acompañado de su hermano mayor Quentin, ver los rostros tristes de todos los familiares hasta abrazar a su madre Isabelle. En vez de regresar inmediatamente al internado, se va con Quentin a su apartamento en París, donde conoce a su compañero y amigo Lilio, que le atrae. En su dar tumbos, puede entrar en una iglesia e inquirir a un cura acerca de la resurrección, pero también vender favores sexuales, soltar a su madre la idea de que tal vez lo del progenitor no fue un accidente, o autoinfligirse daño, tal es la dimensión de su crisis existencial.

Drama escrito y dirigido por Christophe Honoré, quien también asume el papel actoral del padre, algo muy personal debe haber ahí, pues el film se lo dedica a su propio padre. Se trata de una historia conscientemente incómoda, con una estructura narrativa algo extraña, con Lucas como relator cuando se dispone con su madre a acudir al punto donde ocurrió el accidente a rezar y depositar unas flores, para volver a otro viaje, con el progenitor, en que estuvieron a punto de colisionar, una especie de premonición para el desenlace fatal al volante unas horas más tarde, con él ya sólo. En el último tramo será la madre Isabelle la que hablará a cámara, encarándose con su marido muerto, y asumiendo su fallecimiento.

El tono es plomizo, a veces con música chirriante de violines, y con escenas homoeróticas demasiado gráficas de la vida sentimental del protagonista. Paul Kircher dando vida a Lucas fue premiado en el Festival de San Sebastián por su interpretación, aunque si alguien sobresale actoralmente, ésa es Juliette Binoche, que casi sin despeinarse compone a una Isabelle muy creíble, yo diría que la película sería muy inferior sin ella.

Aunque Honoré es un cineasta hábil, con buen sentido narrativo y de composición del plano, la película se resiente de su desorientación vital. Está claro que pinta con sólidos trazos la relación madre-hijo, padre-hijo, y entre hermanos, pero la confusión y trayectoria errática del protagonista, y sus intereses amorosos, no están bien perfilados. Quiere dejar puertas abiertas a la esperanza y a la trascendencia, lo que se agradece, pero las aristas y la parsimonia no ayudan, demasiados cabos sueltos o huecos que rellenar.