Cómo perdió el actor William Holden la cabeza

Audrey Hepburn

Cómo perdió el actor William Holden la cabeza

El protagonista de “Sabrina” o “El crepúsculo de los dioses” murió en tristes circunstancias provocando no pocas especulaciones sobre su final

Audrey Hepburn y William Holden en una escena de "Sabrina"
Audrey Hepburn y William Holden en una escena de "Sabrina"dvdbash.wordpress.comdvdbash.wordpress.com

En los últimos años de su vida, el actor William Holden se pasó los días viajando a África para defender a la fauna que estaba en peligro de desaparecer. “Estuvo protegiendo a los animales en vías de extinción sin darse cuenta que era él quien estaba en vías de extinción”, dijo de Holden su amigo Billy Wilder cuando supo de su muerte.

El final del protagonista de “Sabrina” o “El crepúsculo de los dioses” es uno de esos episodios sórdidos de la historia de Hollywood, en un primer momento oscuro hasta el punto de que en un primer momento se rumoreó que Holden había sido víctima de un asesinato, tal vez un ajuste de cuentas por su fama de mujeriego o de alguna banda dedicada al tráfico de animales. Nada de eso. Vamos a acercarnos a un apartamento en el número 535 de un bloque de apartamentos en Ocean Avenue, en Santa Mónica. Esa es la dirección de la llamada Shorecliff Tower, de las que Holden era uno de los propietarios, un tipo reservado que prácticamente no tenía contacto alguno con sus vecinos, pese a ser el inquilino en la cuarta planta de la vivienda número 43.

Es el 16 de noviembre de 1981 y al director del edificio, Bill Martin, le puede la curiosidad. Hace muchos días que no ve al residente más famoso de ese bloque de apartamentos. Sabe que no le gusta que lo molesten, que es habitual que desaparezca durante días, pero es que ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que lo vio. ¿Y si le hubiera pasado algo? Holden, ganador de un Oscar por su interpretación en “Traidor en el infierno” de Billy Wilder en 1954, no es un tipo fácil. A nadie se le escapa que es un huraño, muy amigo de sus amigos, pero esquivo con los demás. Rehúye la fama que le ha dado la gran pantalla y para él la felicidad es poder disfrutar de los pequeños placeres de la vida, como una copa o, mejor dicho, más de una aunque sea solo. Su carrera, plagada de éxitos, no está en su mejor momento en ese año. Aún hay ofertas, pero no tienen nada que ver con aquella época gloriosa en la que Holden brillaba en la pantalla, como cuando protagonizó “Picnic” o “El puente sobre el río Kwai”. Su rostro, envejecido y endurecido por el paso del tiempo, así como por algunos excesos, tiene esa imagen crepuscular de ese Hollywood que se ha ido y del que ha sacado buen partido en “Grupo salvaje” o “Network”.

En aquellos días Holden debía pensar en que a lo mejor era el momento de retirarse y de vivir de las rentas. El hombre del peinado perfecto y que había sido el cadáver que contaba su historia en “El crepúsculo de los dioses” mantenía una relación sentimental con Stefanie Powers, una actriz más conocida por sus papeles en televisión que en el cine, y con la que lo unía una especial fascinación por salvar animales en peligro. Ella fue precisamente la última persona que habló con Holden el 12 de noviembre de 1981. Fue por teléfono y o notó nada raro en el actor, salvo que, como en alguna ocasión anterior, estaba chispeante por el alcohol.

Volvamos a cuatro días después de esa llamada. Nos habíamos quedado en el momento en el que Bill Martin está a punto de abrir la puerta del apartamento de William Holden. Sabe que si él está allí descansando, se enfadará mucho con el director del edificio. Siempre ha querido intimidad y no tolera que lo molesten. Pero Martin está muy preocupado, así que usa su llave maestra y entra en la vivienda. Allí todo está tranquilo, demasiado tranquilo. No parece que haya pasado nada, Todo está a oscuras, salvo una televisor que se quedó encendido. Tal vez Holden está de viaje y, como siempre, se ha ido sin decir nada. Por si acaso, el bueno de Bill Martin revisa cada una de las habitaciones hasta llegar al dormitorio.

Es allí donde encuentra, vestido con bata y camisa, el cuerpo de William Holden en avanzado estado de descomposición. A su alrededor un gran charco de sangre seca sobre la alfombra, así como en las mantas de la cama. Se tuvo que llamar al dentista del actor para poder ayudar a identificar lo que quedaba del actor. ¿Qué había pasado? Su médico personal, ayudando a la policía, supuso que su paciente había vomitado sangre. Holden, con 63 años, llevaba cuatro días muerto.

Fue el forense Thomas Noguchi quien se encargó de arrojar luz sobre el suceso. Noguchi, conocido como “el forense de las estrellas” al haber indagado en los cuerpos de Marilyn Monroe, Robert Kennedy o Sharon Tate, descubrió que en la sangre del difunto había alcohol, demasiado alcohol. ¿Recuerdan que su novia Stefanie Powers lo encontró “chispeante”? Pues era mucho más. En ese estados había tropezado con la alfombra del dormitorio perdiendo el equilibrio y tropezando con la mesita de noche, hecho que provocó que se golpeara la cabeza. La herida hizo que empezara a brotar sangre que Holden trató de frenar con servilletas de papel. Noguchi sostuvo en su informe que si el protagonista de “Fedora” no hubiera estado borracho, seguramente habría sido lo suficientemente sensato como para llamar a urgencias y salvar la vida. No lo hizo. No pudo hacerlo. El forense asegura que tardó un cuarto de hora en morir. La policía descubrió en el apartamento varias botellas de vodka y cerveza vacías y parcialmente llenas.

Cuando se abrió el testamento de William Holden se supo que había dejado a su pareja 250.000 dólares que ella destinó a la creación de la William Holden Wildlife Foundation. El nombre no puede ser más adecuado para una institución de alguien que vivió salvajemente hasta beberse la vida.