Por extensión, el municipio de Valdés es el cuarto más grande de Asturias, pero en la comarca del Occidente costero es el último a la hora de retener población. De Avilés hasta el confín litoral del Oeste, en Castropol, ningún municipio ha perdido tantos habitantes como el municipio valdesano. Los datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei) indican que la sangría demográfica llega al 22% de la población que había en 2001. Hoy cuenta con 11.281 vecinos.

La estadística dice que al concejo valdesano no le está sentando demasiado bien este siglo, como tampoco le sentaron demasiado bien los últimos coletazos del anterior, cuando vio cómo su capitalidad comarcal fue progresivamente oscureciéndose y, si bien mantiene un buen puñado de servicios públicos, el centro económico de la comarca se desplazó más al Occidente, al otro lado del río Barayo, donde empieza el municipio naviego, el oasis industrial del oeste asturiano. Si en Navia, una industria pujante pinta un horizonte tranquilizador para sus habitantes, Valdés asistió al progresivo desmantelamiento de todas las industrias que tuvo a lo largo de la centuria. Desde principios de siglo, el concejo valdesano ha perdido 1.400 empleos, desde los 5.000 puestos de trabajo que sostenía en 2001. Desde los años noventa del pasado siglo la fuerza laboral en Valdés se ha reducido a la mitad: han desaparecido uno de cada dos puestos de trabajo. El sector primario sigue aportando hoy en día el 22% del empleo en el concejo, aunque en dos décadas se ha pasado de 2.300 personas que trabajaban en el campo a 767. También el sector industrial y la construcción, minoritarios en términos de empleo, ha perdido fuelle y los servicios, que sustentan gran parte de la economía local han pasado de 2.082 empleos a 2.185; apenas cien personas más.

Más allá del río Barayo y casi hasta al ría del Eo, a excepción de Castropol, la industria naviega y la autovía (con su poder vitamínico sobre el turismo y las segundas residencias) se han unido para limitar el desplome poblacional. A este lado, en cambio, persiste la sensación de que la autovía quitó más que dio.

Lo que no ha cambiado es la belleza de la villa valdesana, Luarca, donde no obstante se echa en falta un empujón de cirugía urbanística para actualizar un pasado esplendoroso, de casa grande, quizá muy pesado.