La fiesta de las salchichas (2016)

En un centro comercial los alimentos (salchichas, frutas, galletas, salsas, etc.) y otros productos de consumo esperan a ser elegidos por los clientes. Se acerca la gran fiesta del 4 de julio y las expectativas de cruzar las puertas del supermercado y marchar al Gran Más Allá, como ellos lo llaman, se acerca. Entre ellos están una salchicha llamada Frank y su enamorada Brenda, un bollito de pan. Ambos sueñan en convertir su amor en un perrito caliente... Sin embargo, cuando se enteran de que fuera del centro comercial lo que les espera es la destrucción pondrán en marcha un plan para impedirlo.

Conviene avisar: película para adultos. No se dejen engañar los espectadores por los dibujos animados y su aire de comedia familiar, porque La fiesta de las salchichas es una película no apta para todos los públicos, totalmente gamberra, muy grosera en lo sexual y con un explícito mensaje antirreligioso. Detrás de tal proyecto figuran como productores y guionistas los cómicos Jonah Hill y Seth Rogen, y el director Evan Goldberg (The Interview), todos ellos alumnos aventajados de la factoría de Judd Apatow, mientras que en la dirección están Greg Tiernan y Conrad Vernon, especialistas en dibujos animados. El resultado de tal mejunje sorprende verdaderamente por su atrevido y cargante planteamiento, su humor descacharrante y su lenguaje desvergonzado.

Los mimbres de la historia tienen su originalidad, qué duda cabe. Eso de que los alimentos creen que la elección de los humanos supone por fin acceder a la felicidad que siempre han anhelado, funciona, así como su razonable rebelión al saber que en realidad su fin es ser devorados. Pero los guionistas convierten tal planteamiento en una metáfora de la vida humana, increíblemente desacertada. Resulta que los humanos son los dioses para los alimentos, de modo que, al saber éstos la verdad sobre su destino, sus creencias y su fe desaparecen: los humanos representarían entonces la mentira de las religiones, de la moralidad, que durante generaciones han obligado a vivir esperando en la recompensa del más allá. Pero después de esta vida sólo espera la muerte, así que los dioses y la religión serían sinónimos de la esclavitud que nos impide dar rienda suelta a los bajos instintos, al desmadre absoluto, al todo vale. Si quieres algo, si sientes algo (la ideología de género otra vez), hazlo ahora, porque no hay otra vida. La fiesta de las salchichas se harta de repetir una y otra vez que el más allá prometido es una mentira, un cuento con el que nos han engañado durante generaciones. Increíble que una comedia de dibujos animados hable de esto, pero es tal cual.

Y este iconoclasta e irreverente mensaje es entregado con una fuerte carga sexual, en diálogos de gran procacidad y con imágenes muy obscenas que los ilustradores se apañan de diseñar (aunque los protagonistas sean simples alimentos dibujados). Es cierto que el ritmo de la película es bueno y la mera acción, sobre todo en su último tramo, tiene su gracia, así como ciertas referencias cinéfilas, como la que emula el bombardeo de la playa de Omaha de Salvar al soldado Ryan o la que hace referencia a Terminator. Pero esas virtudes saben a poco, porque La fiesta de las salchichas no deja de ser lo que es ni por un momento: una película altamente malsana e irresponsable.