Un oso llamado Winnie (2004), de John Kent Harrison

Desde su llegada al zoo de Londres al final de la Primera Guerra Mundial, el oso negro Winnie cautivó a sus visitantes, de modo especial a los niños. No es de extrañar que inspirara al escritor de libros infantiles A.A. Milne con su serie “Winnie the Pooh”. Este telefilm canadiense, pone el foco en los orígenes del popular plantígrado, a partir de un relato de Simon Vaughan, también productor, y que años después respaldó Adiós, Christopher Robin.

Un oso llamado Winnie cuenta los orígenes del animal, cuando es un osezno al que un cazador canadiense se ve incapaz de disparar. Se lo lleva a casa, aunque no sabe muy bien que hacer; y capta la atención de Harry Colebourn, veterinario militar que logra que el animal sea adoptado como mascota no oficial de su destacamento, que se prepara para viajar a Europa y combatir en la Gran Guerra. Se gana el aprecio de los soldados, e incluso del coronel Barret, al principio reticente a que tengan con ellos al animal. En cambio el veleidoso general Hallholland lleva de cabeza a los soldados y a Coleburn con su “original” modo de ejercer el mando.

John Kent Harrison es un correcto director televisivo, y entrega una cinta que cumple con su cometido, aunque un pelín sosa, falta algo de dramatismo y sobran los ángulos caprichosos de algunos planos. De todos modos atrapa la historia de cómo un animal despierta los mejores sentimientos de unos hombres curtidos que se preparan para el combate. Está bien el reparto donde destaca la presencia de Michael Fassbender, junto a buenos secundarios, Gil Bellows, David Suchet y Stephen Fry.