Si antes de ver Top Gun: Maverick revisaste la película original te habrás dado cuenta de que casi cada secuencia de la secuela rima con otra de su predecesora… hasta que llega la última escena de la película que no encuentra ningún referente previo. Como puedes imaginar hay un motivo para ello. Para entenderlo tenemos que remontarnos a la primera secuencia de Top Gun: Maverick.

La película comienza como un film clásico de Hollywood con una puerta que se abre al desierto del Mojave. Allí encontramos a Tom Cruise dando los últimos retoques al prototipo de un avión de combate ultrasónico de última tecnología. Lo más de lo más. O no. Porque el Almirante de Ed Harris quiere dar carpetazo al proyecto. Los aviones tripulados son cosa del pasado, dice, y los pilotos como Maverick, que comen, van al baño y desobedecen órdenes, también. El ejército de drones los ha vuelto tan obsoletos como el CGI a los actores y especialistas del cine de acción. ¿Quién necesita a Maverick o a Ethan Hunt teniendo superhéroes? Por supuesto que ni Cruise ni Maverick están de acuerdo con ello, faltaría más, y lo demostrarán en una brillante primera secuencia.

Al igual que en el Top Gun de 1986 la secuencia de apertura poco o nada tiene que ver con el resto de la historia. Es, como en James Bond, una introduccióna los personajes y al reto que tendrán que afrontar -aquí las insoportables fuerzas G-, y es también una excusa para que envíen a nuestro héroe de regreso a la escuela Top Gun, esta vez como instructor de una nueva generación de pilotos que incluye al hijo de su viejo amigo Goose.

En esta ocasión, sin embargo, la apertura incluye un nuevo elemento que será fundamental en la trama y en el final de la película: la reivindicación de las personas frente a la máquina. A lo largo de la película lo escucharemos una y otra vez: “es el piloto, no el avión”. Y tanto, como que un viejo y nostálgico F-14 puede enfrentarse a dos aviones de última generación si tiene a Cruise a los mandos.

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Con Maverick en la escuela de élite para pilotos la película aterriza al fin en el conflicto principal, que es doble. Por un lado la misión -destruir con unas acrobacias aéreas dignas de Luke Skywalker la planta de refinamiento de uranio de un país indeterminado-, por otro el drama. Maverick no quiere que el hijo de Goose, Rooster (Miles Teller), muera pilotando un avión como su padre pero tampoco quiere perder a su ahijado por impedirle cumplir sus sueños y frustrar su carrera.

Entre medias encontramos el romance de Tom Cruise con Jennifer Connelly, que ha reemplazado a Kelly McGillis como el interés romántico del protagonista. Una trama que apuesta por la intimidad, la redención y la melancolía antes que por la tórrida energía adolescente de 1986, pero es que Cruise va a cumplir ya 60 años. Qué queréis. La película no iba a desaprovechar la oportunidad de poner a prueba si los años y las cirugías que han pasado por Cruise le han dejado obsoleto para las secuencias de acción y de cama. Spoilers: por supuesto que no. Igual que los guionistas tampoco han dejado pasar un emotivo reencuentro entre Val Kilmer y Tom Cruise.

El final de Top Gun: Maverick cierra todas estas tramas con una fidelidad fuera de toda duda a la primera película. Primero, Maverick y Rooster aterrizan en el portaaviones con la misión cumplida. Todos les aplauden y ellos dos se abrazan con sus diferencias resueltas. Igual que hace 36 años. La película incluso rehace el arco de una rivalidad transformada en amistad como la de Iceman y Maverick con los personajes de Miles Teller y Glen Powell, el Val Kilmer de esta nueva generación.

Después, Tom Cruise reaparece en el bar de Penny, The Hard Deck, con la mirada melancólica de un héroe que regresa con la misión cumplida y su soledad a cuestas. Vuelve a ser una referencia a la última escena de Top Gun pero esta vez Maverick no busca a Kelly McGillis, sino a Jennifer Connelly. No la encuentra, pues Penny se ha llevado a su hija de vacaciones, quizás temiendo que Maverick no regresara vivo de la misión. En 1986 la película terminaba aquí, con el reencuentro de Maverick y ‘Charlie’. Un “y tuvieron muchos pilotos y fueron felices y comieron perdices” (aunque ahora sabemos que no fue exactamente así), pero Top Gun: Maverick mantiene el reencuentro en suspenso para continuar hacia el verdadero final, que hace totalmente innecesaria una escena poscréditos.

top gun maverick
Paramount

Mientras esto sucede comienza a sonar en la banda sonora la canción de Lady Gaga, el ‘Hold My Hand’ que ha venido a reemplazar el tema de Berlin en la secuela, y con esta música llegamos a la última escena. Volvemos a estar en un aeródromo como al principio de todo, pero ahora Maverick y Rooster están juntos entre aviones pilotados en el tablón de fotos junto a Goose. Es entonces cuando llega Penny en un Porsche 911 S de 1973 en busca de Maverick (McGillis conducía otro Porsche de 1958; Top Gun: Maverick está atento a todos los detalles). Penny se baja del coche y ella y Maverick se montan en una avioneta, echan a volar y estalla ‘Hold My Hand’ en los altavoces antes de que salten los créditos.

No vuelan en un caza de última tecnología, ni siquiera un viejo F-14, sino en una avioneta de las de toda la vida. Si algo ha venido a demostrar Top Gun: Maverick es que lo importante es el piloto, no el avión. Incluso Rooster logró bombardear con éxito la base de uranio a pesar del fallo técnico de su láser, a ver cómo iba a hacer eso un dron.

Que Maverick y Penny terminen volando un avioneta después de todo esto significa que Tom Cruise sigue siendo un héroe de acción que pilota por sí mismo sus aviones, que no necesita de dobles para filmar sus escenas por más que ahora todo puedan hacerse con efectos digitales y que aún posee un atractivo que desarma a cualquiera; y significa, también, que el cine de acción inspirado en las películas de los 80 sigue vivo y con futuro.

El final de Top Gun: Maverick significa, en fin, que Ed Harris tendrá que seguir esperando. La tecnología no hace obsoletos a los humanos. Chúpate esa, Almirante.