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Don Juan condenado: El Burlador de Sevilla

Américo Castro afirma que El Burlador representa la condenación de una clase y de un sistema social.

09 DE NOVIEMBRE DE 2012 · 23:00

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En España han sido muchos los autores que han utilizado el mito de Don Juan. La versión más conocida es la que realizó el fraile Gabriel Téllez, más conocido como Tirso de Molina, a mediados del siglo XVI. Le puso por título EL BURLADOR DE SEVILLA Y CONVIDADO DE PIEDRA. La gran diferencia entre esta versión de Tirso de Molina y la que hizo tres siglos después José de Zorrilla estriba en que Zorrilla salva al personaje del infierno, en tanto que Tirso lo condena. En Tirso Dios pierde su carácter de Padre misericordioso y aparece como juez severo, implacable. Es el Dios del “ojo por ojo, diente por diente”. Aquí, don Gonzalo de Ulloa, Comendador y padre de doña Inés, figura como instrumento de Dios en el castigo final del Tenorio. Desde la eternidad pide a Don Juan: - Dame esa mano; no temas, la mano dame. Responde Don Juan: - ¿Eso dices? ¿Yo temor?(le coge la mano) - ¡Que me abraso! ¡No me abrases con tu fuego! DON GONZALO Este es poco para el fuego que buscaste. Las maravillas de Dios son, don Juan, investigables, y así quiere que tus culpas a manos de un muerto pagues, y si pagas desta suerte, esta es justicia de Dios: “quien tal hace, que tal pague”. DON JUAN ¡Que me abraso, no me aprietes! Con la daga he de matarte. Mas, ¡ay!, que me canso en vano de tirar golpes al aire. A tu hija no ofendí, que vio mis engaños antes. DON GONZALO No importa, que ya pusiste tu intento. DON JUAN Deja que llame quien me confiese y absuelva. DON GONZALO No hay lugar; ya acuerdas tarde. DON JUAN ¡Que me quemo! ¡Que me abraso! ¡Muerto soy! (Cae muerto) Américo Castro afirma que EL BURLADOR representa la condenación de una clase y de un sistema social. Por su parte, la poetisa española Blanca de los Ríos dice que el Don Juan de Tirso de Molina es “un símbolo de maldad y rebeldía creado para mostrar en acción la justicia divina; una parábola romántica surgida del mundo bíblico y hagiográfico, que en el cerebro de un fraile teólogo, que fue el mayor psicólogo de nuestro teatro y un altísimo poeta, se cuajó en un eterno mito de arte”

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