«Pleasure» (2020): el sexo vende, pero no convence | Crítica - Revista Cintilatio

Pleasure
El sexo vende, pero no convence

País: Suecia
Año: 2020
Dirección: Ninja Thyberg
Guion: Ninja Thyberg, Peter Modestij
Título original: Pleasure
Género: Drama
Productora: Plattform Produktion, Film I Väst, Flamboyance Films, Lemming Film, Logical Pictures, Netherlands Film Production Incentive, Svenska Filminstitutet
Fotografía: Sophie Winqvist
Edición: Olivia Neergaard-Holm, Amalie Westerlin Tjellesen
Música: Karl Frid
Reparto: Sofia Kappel, Kasia Szarek, Casey Calvert, Evelyn Claire, Maja Kin, Ester Uddén, Benjamin Schnau, Jason Toler, Yoshi Nurijumi, Bidisha Larsson, Dan Worthington, Pryde Pierce, Sean Stearley, Parker Stuart, Anthony Elias Contreras, Mana Afshar
Duración: 107 minutos

País: Suecia
Año: 2020
Dirección: Ninja Thyberg
Guion: Ninja Thyberg, Peter Modestij
Título original: Pleasure
Género: Drama
Productora: Plattform Produktion, Film I Väst, Flamboyance Films, Lemming Film, Logical Pictures, Netherlands Film Production Incentive, Svenska Filminstitutet
Fotografía: Sophie Winqvist
Edición: Olivia Neergaard-Holm, Amalie Westerlin Tjellesen
Música: Karl Frid
Reparto: Sofia Kappel, Kasia Szarek, Casey Calvert, Evelyn Claire, Maja Kin, Ester Uddén, Benjamin Schnau, Jason Toler, Yoshi Nurijumi, Bidisha Larsson, Dan Worthington, Pryde Pierce, Sean Stearley, Parker Stuart, Anthony Elias Contreras, Mana Afshar
Duración: 107 minutos

La cineasta sueca Ninja Thyberg nos ofrece, en su debut en el largometraje, una película sobre la industria del porno profundamente atrevida en sus escenas de sexo pero lastrada por tópicos y lugares comunes en su aspecto narrativo.

El mundo del trabajo sexual y la pornografía ha sido, desde hace décadas, una fuente inagotable de historias y personajes para el séptimo arte. Con el tiempo, las historias que trataban de prostitutas, actores porno o strippers han ido pasando de ser meras caricaturas realizadas por cineastas que eran en buena medida desconocedores de ese mundo a historias profundas con personajes bien construidos que aspiraban a contar historias ambiciosas dentro de un contexto tan sugerente, siendo algunos de los ejemplos más interesantes la estadounidense Boogie Nights (Paul Thomas Anderson, 1997) o la sueca Lilja Forever (Lilja 4-ever) (Lukas Moodysson, 2002). Precisamente también desde Suecia nos llega la última película en abordar este tema, Pleasure (Ninja Thyberg, 2020). La película sigue la historia de Bella, una joven sueca que viaja a L.A. para convertirse en una estrella porno. Allí se encontrará con una industria muy diferente a la que se imaginaba, en la que tiene la oportunidad de lograr un gran éxito profesional pero a costa de unos crecientes sacrificios personales. Cuando Bella conoce a Spiegler, un famoso e importante productor de cine porno que puede abrirle las puertas de la fama en la industria, la joven decidirá participar en rodajes con prácticas sexuales cada vez más fuertes para hacerse con este objetivo, incluso si por el camino esto supone un daño evidente a su salud mental.

Hablar de Pleasure es hablar de una película que vive en una sorprendente dualidad. Por un lado, asistimos a una cinta que no duda en proponer escenas de contenido sexual de una forma brutal y directa sin ningún tipo de pudor —en consonancia con la premisa temática de la propia película y su intención de denunciar los aspectos más negativos del mundo de la industria pornográfica—. Así, el sexo que se plantea no está en absoluto estilizado ni edulcorado para hacerlo más digerible al espectador, sino que se muestra de una forma cruda y agresiva en total sintonía con el guion. Por otro lado, en cambio, esta puesta en escena tan provocativa no se traslada a una historia que apenas se aleja de su zona de confort narrativo y se ve limitada a recorrer los lugares comunes del género, pasando por todos los tópicos del cine que trata el tema del trabajo sexual y la pornografía de forma correcta pero sin llegar a aportar nada particularmente relevante o que se sienta original. Si bien la historia hace un buen trabajo a la hora de establecer el paralelismo entre el progreso de la protagonista en la industria del porno y su paulatina degradación psicológica a causa de las prácticas cada vez más extremas que tiene que llevar a cabo para conseguir su objetivo, el guion falla a la hora de ir más allá, quedándose en ocasiones en un tono que se aproxima peligrosamente al simple moralismo.

Sofia Kappel ofrece una de las mejores interpretaciones del año.

Resulta imposible no comparar esta película con otras obras que tratan el tema del trabajo sexual o la prostitución y, a pesar de todas sus innegables virtudes, es en esta comparación donde la obra que nos ocupa sale perdiendo. Películas como la ya mencionada Boogie Nights o series como The Deuce (David Simon, 2017) lograron tratar este tema con mucha mayor profundidad y originalidad, dotando de una serie de matices éticos tanto a sus personajes como a sus historias que en la película de Thyberg se echan demasiado en falta. Así mismo, cuestiones como la relación entre el trabajo sexual y las personas que lo practican también se exploraron mejor en otras obras, como Joven y bonita (François Ozon, 2013) o la serie The Girlfriend Experience (Lodge Kerrigan, Amy Seimetz, 2016) en las cuales vemos a personajes que a través del trabajo sexual exploran su propia libertad sexual y refuerzan su autoestima a través de su contacto con el erotismo mientras se enfrentan a las secuelas tanto sociales como personales de tal actividad. En comparación, Pleasure tiende a sentirse demasiado maniquea, siempre telegrafiando al espectador qué es lo bueno y lo malo de una forma tan clara y evidente que hace imposible que no se entienda el mensaje, pero también cercena cualquier posibilidad de ambigüedad o disyuntiva. Al final la impresión que deja Pleasure es la de una película con una gran capacidad de impactar al espectador con el shock value de sus escenas de sexo pero con un músculo narrativo correcto pero discreto. La directora Ninja Thyberg muestra tener en este, su primer largometraje, un pulso sólido, creando escenas que gracias a su seca representación del sexo harán sentir una profunda incomodidad al espectador —en particular las secuencias en que vemos a Bella realizando actos sexuales en los que no se siente cómoda y que rozan o incluso parecen sobrepasar los límites del consentimiento— y que se compaginan con otras secuencias más intimistas y quizá menos aprovechadas desde el punto de vista narrativo en las que nuestra protagonista se muestra emocionalmente vulnerable y su personaje de desarrolla. El corazón de la película, sin embargo, recae en la enorme actuación de Sofia Kappel, la cual ofrece una interpretación del personaje principal que logra alcanzar una complejidad dramática absolutamente sorprendente para una actriz debutante. En ciertos tramos parece incluso que es la propia Kappel la que lleva sobre sus hombros el peso de la película, haciendo que gracias a una interpretación que encuentra el balance perfecto entre la frialdad y la emotividad, conectemos con su personaje.

Una película que logra hacer varias cosas bien, pero ninguna de ellas de manera particularmente brillante, lo que al final reduce a este largometraje a ser un producto correcto y disfrutable pero nunca excelente.

Si, tal como hemos dicho, es fácil para el espectador empatizar con el personaje de Bella gracias a un guion que le da suficiente tiempo para desarrollarse y a la portentosa actuación de Kappel, no se puede decir lo mismo del resto de personajes, los cuales están escritos de una forma profundamente esquemática que hace que queden reducidos a poco más que los arquetipos que uno esperaría encontrarse en una película con esta premisa. Es así que si bien la película es exitosa a la hora de contar una historia que mantiene el interés del espectador en todo momento, fracasa a la hora de crear a su alrededor un universo narrativo coherente con personajes que vayan más allá de lo superficial o que tengan motivaciones mínimamente complejas. No ayuda en este sentido el hecho de que gran parte del reparto esté compuesto por actores que provienen del mundo del cine para adultos y que, si bien aportan autenticidad al conjunto, hacen que en algunas ocasiones el nivel interpretativo se resienta. Precisamente hablando de autenticidad, es imposible pasar por alto la gran baza de esta película, esto es, su reflejo sin ornamentos del mundo de la pornografía. La crítica a la industria del cine para adultos es evidente a lo largo de todo el metraje y si bien es loable que la directora decida poner esta temática frente de su película, a lo largo de los minutos esta termina llegando a sentirse condescendiente. Al igual que le pasara a otros directores con anterioridad que también abordaron la cuestión del trabajo sexual como Fernando León de Aranoa en Princesas (2005), en algún momento es posible tener la sensación de que Thyberg cruza la linea entre querer reflejar de forma honesta la realidad de la industria del sexo y pretender, en tono condescendiente y paternalista, recrearse en los aspectos más negativos para aparentar saber lo que les conviene a las actrices porno mejor que las propias actrices porno. En este sentido, y si se revisan los pleitos recientes en la industria del cine pornográfico, el realismo con el que esta película se presenta parece tener determinadas lagunas.

La película destaca por sus atrevidas escenas de sexo explícito.

Y es que, si bien la película pone el acento en la presión a las que se somete a las actrices para realizar determinadas prácticas, la realidad indica que los enfrentamientos más relevantes en el contexto de la industria pornográfica han tenido que ver más bien, al menos en los últimos años, con cuestiones de carácter monetario y de reparto de beneficios —como cuando la actriz porno Mia Khalifa criticó a los productores de sus primeras películas por quedarse con la mayor parte de los beneficios de sus vídeos y poco después continuó rodando material pornográfico, pero esta vez a través de plataformas como Onlyfans para así quedarse con todos los ingresos derivados de su trabajo— o de condiciones de trabajo, como cuando en 2016 gran parte de los trabajadores del porno se revelaron contra los productores para exigir una ley que obligara al uso de condones en los rodajes —ley que por desgracia no fue aprobada—. En otras palabras, para una película que basa su identidad en su carácter de casi documental y de denuncia sobre los abusos de la industria del porno, adolece de cierta torpeza a la hora de entender la realidad de los conflictos y tensiones reales de dicha industria, lo que al final del visionado termina dándole al espectador la impresión de haber visto una película sobre el mundo de la pornografía hecha por alguien ajeno al mismo. En suma, Pleasure es una película que logra hacer varias cosas bien, pero ninguna de ellas de manera particularmente brillante, lo que al final reduce a este largometraje a ser un producto correcto y disfrutable pero nunca excelente. La brutal contundencia de sus fortísimas escenas de sexo explícito, la sobresaliente interpretación de Sofia Kappel y su enérgica denuncia de los abusos del mundo del cine porno se ven lastrados por una historia maniquea y con un tono emocionalmente monocorde y redundante y unos personajes secundarios hipersimplificados y superficiales.

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