Eddie, un veterano de guerra de 83 años lleva una vida que piensa que no le pertenece. Pasa sus días de rutina cuidando las atracciones de un parque temático, Ruby Pier, Eddie pone todo su empeño para que el parque de atracciones funcione, pero sabe que está cerca de su fin. Una mañana deviene un accidente en una de las atraciones y se da cuenta que está en peligro una niña pequeña. Frente a una muchedumbre horrorizada, Eddie intenta salvar su vida. Lo último que él ve es la cara de la niña asustada envuelta en dolor y lágrimas. Lo último que siente son las manos de la niña en él. Eddie despierta en un desconocido lugar llamado Cielo. Pero no está sólo. Cinco personas le esperan para conocerle y mostrarle a Eddie el sentido de la vida, no sólo la suya sino la de ellos que han formado parte de su camino del que nunca sospechó.
Ninguna vida es un desperdicio
La película comienza por el final y desde este a partir de una retrospectiva por algunos de los momentos vitales más significativos para el protagonista nos descubre el sentido de lo que a él le parecía vanal. Tras su muerte accidental en el Cielo enccuentra a cinco seres que le ayudan a encontrar su significación: «Todas las cosas en nuestra vida tienen un sentido, todos los finales son también comienzos. Lo que pasa es que no lo sabemos en un momento…»
Su Cielo no es para nada el lugar descrito en todas las tradiciones, o en la iconografía de raíz cristiana. En realidad es un espacio simbólico moldeado para cada uno de los seres que le explican su devenir. Todos los pesonajes que encuentra tienen como nexo de unión precisamente haber cambiado el discurso de su trayectoria vital.
Más allá de la moraleja: no nos disgustemos con nuestra existencia, aunque las apariencias parezcan engañar, la historia tiene visiones que invitan a la reflexión en la vida de cada uno. Es sin duda un ejercicio interesante. ¿Quién no ha tenido problemas con su padre o madre?. Si es así, ¿los ha perdonado?. No se trata de estar en el maniqueismo «estar, para el bien y para el mal». Cada vivencia posee una urdimbre secreta, que sólo se hará legible al final de la vida. Este es también la reflexión implícita en la historia.
La sensación que podemos tener en algún momento de nuestras vidas de estar en espacios que creemos que no nos corresponden es quizás el semáforo que nos alerta que allí tenemos algo que desde la incertidumbre podemos profundizar: «Ninguna historia encaja por sí sola. A veces las historias se tocan en los bordes y otras veces se tapan completamente una a otra, como piedras debajo de un río».
Es una película sensible, algo larga, pero poblada de buenos sentimientos. Puede parecer a algunos una historia edulcurada y quizás con una excesiva crítica a la guerra y a que lo único que permanece es el amor. Sin embargo, no se puede negar que el libro fue un éxito internacional de ventas, tal vez porque invoca a lo desconocido del azar, a las emociones, a la repercusión de nuestros actos. En definitiva, una historia para comprender que muchos de nuestros momentos vitales son para reconciliarnos con los otros para comprender simplemente, quiénes somos. Una maravillosa fábula acerca del sentido de la vida y el insospechado valor de nuestros actos cotidianos.
El autor del libro
Mitch Albom es sin duda uno de los autores contemporáneos de autoayuda más influyentes. Nacido en Nueva Jersey en 1958, Albom empezó su vida profesional como músico antes de interesarse por el periodismo. En 1995, se reencontró con Morrie Schwartz, un antiguo profesor suyo aquejado de una grave enfermedad. De sus conversaciones con Morrie, nació Martes con mi viejo profesor, un libro inolvidable que catapultó a Mitch Albom al estrellato literario. Luego vino Las cinco personas que encontrarás en el cielo, libro cuyo éxito propició que se adquiriesen sus derechos para hacer la película. Con más de cuarenta millones de ejemplares vendidos en el mundo y traducido a cuarenta y dos idiomas, es un autor superventas. Destaca su original talento y su facilidad para acceder al corazón de lectores del mundo entero