Quizás, la idea de estar en un hospital y de tener que firmar el papel que autoriza a poner en coma a la chica que te gusta, no sea el gancho más común para el comienzo de una historia de amor hollywoodense. Incluso, así narrado, podría parecer una mentira, o al menos una trama poco verosímil: si no fuera porque la historia es real. Antes de escribir y protagonizar The Big Sick, la comedia romántica acerca de su propia vida, la ahora devenida guionista de cine Emily V. Gordon, era una estudiante de psicología a unos meses de graduarse. Y, su actual esposo, Kumail Nanjiani, un comediante de stand up, de ascendencia pakistaní y criado en Estados Unidos, intentando abrirse paso a duras penas en la ciudad de Chicago. El par había vivido su pequeño idilio de unos días o unos meses. Un romance veinteañero y sin muchos sobresaltos, típico del primer tiempo con alguien que pareciera ir en serio. Todo esto, antes de que la familia musulmana de Nanjiani le exigiera empezar a pensar seriamente en sentar cabeza con un matrimonio arreglado. Y que, inmediatamente después, Gordon cayera súbitamente en el hospital por una enfermedad desconocida. Antes de que hiciese falta internarla, intubarla y ponerla en un coma inducido para salvarle la vida. Y antes de que este incrédulo no-novio, que aun ni había ido a una cena familiar protocolar, tuviera que dar el permiso para hacerle una operación crucial a la chica de la se empezaba a enamorar a espaldas de su familia. 

En The Big Sick, toda la reproducción de esta historia verídica sucede en los primeros veinte  minutos de película y es normal preguntarse: ¿cómo se supone que esto sea una comedia? Pero desde ese momento crítico, esta pareja en la vida real se ha dedicado a trabajar en conjunto de manera bastante prolífica en las artes del humor, creando desde proyectos independientes de sketches de comedia, hasta podcast de videojuegos e historietas, y shows de stand up comedy. Ahora, con esta premisa bien fuera de la común –y de la mano del incansable padrino de la nueva comedia norteamericana, Judd Apatow, como productor– estrenan su primera película como dupla creativa: protagonizada por Zoe Kazan en el papel de Gordon, Nanjiani interpretándose a si mismo y co-escrita por ambos, la película rememora esta improbable historia de amor, que burló las trampas de la enfermedad, de la atención intrahospitalaria y de la tradición, y que ya cumple 10 años de matrimonio y humor incómodo. 

El romance específico

“Kumail siempre fue muy fan de las comedias románticas, y yo no mucho”, explica Gordon. “Me parecía que las chicas siempre eran un accesorio para un tipo y su estúpido mal entendimiento del mundo. Así que cuando trabajamos esto, quisimos asegurarnos de que se entendiera de dónde vienen ambos personajes. Que ambos tienen vidas completas y asuntos relevantes, y que no estaban esperando completarse el uno al otro. Creo que al final, el amor que Kumail le tiene a estas películas y mi irritación por ellas, fue un complemento muy bueno a la hora de escribir”. Quizás, esa sea una consigna clave que forma parte de los nuevos intereses, temáticas y maneras de abordar las relaciones personales que tímidamente, pero cada vez más, las comedias románticas han empezado a explorar desde hace un tiempo para reinventarse. Aunque a menudo se las acuse de estar en estado moribundo o en un loop repetitivo, y que al parecer hayan ido migrando a las series de televisión, nunca han dejado los chispazos de buena salud. No es que estas películas subviertan del todo ningún código genérico, ni menos social –vale decir que Nanjiani siempre tuvo una extraña obsesión con Hugh Grant, al punto de intentar imitar su pomposo peinado, cosa que, por suerte, aparece bien graficado en la película– pero es interesante cómo son cada vez más las voces que nacen desde proyectos independientes y han ido abriendo caminos para desmarcarse de ciertos clichés del género, encontrando maneras de engañar algunas fórmulas demasiado transitadas de la industria aun sin abandonarla totalmente. “Hemos visto un montón de malas comedias románticas y pienso que lo que tienen todas en común es una falta total de especificidad. Nos parecen tan genéricas porque grafican una supuesta concepción que todo el mundo tiene del amor, cuando en realidad la cuestión debería tratarse sobre la percepción y las vivencias de esos personajes en particular. Y sobre cómo el público se conecta con esos personajes desde su propia perspectiva del amor. Así que quisimos que la forma en que estos dos personajes se acercan, además de todo el drama y los obstáculos, se sintiera específica, única. Por ejemplo, un momento muy extraño que logramos improvisando, cuando los chicos no se atreven a decir ‘te amo’ y se dicen: ‘me siento abrumado por vos’. Algo totalmente absurdo si lo decís en voz alta, pero se siente más auténtico, como algo que podría pasar en una relación complicada real”, explica Nanjiani. 

La película, que se estrena este jueves en Argentina, tuvo su primera presentación el año pasado en Sundance de forma independiente y, después de una pelea campal de distribuidoras, comprada por Amazon por un monto millonario que excede, por ejemplo, al que desembolsó últimamente por la ganadora del Oscar Manchester by the Sea, lo que confirma cierto interés renovado por las potencialidades de estas nuevas voces. 

La comedia llega sola

Igual que en un puñado de las comedias más recordadas de los últimos años, todo empezó cuando Judd Apatow le dijo a Nanjiani: tenemos que hablar. Lo mismo que antes ha hecho con Paul Rust, Lena Dunham o Kirsten Wiig. Además de integrar un podcast sobre humor con Apatow, ser comediante de stand up y guionista de televisión, Kumail Nanjiani ya venía consolidándose como uno de los secundarios más queridos de Silicon Valley, la exitosa serie de Mike Judge trasmitida por HBO. En la misma –que está por estrenar su quinta temporada– interpreta a Dinesh, un incómodo y nerd programador, dupla cómica del genial Martin Starr, otro de los actores pequeños que sostiene varias grandes comedias. Dirigida por Michael Showalter, responsable de series de televisión como la original de Netflix Wet Hot American Summer o The State, The Big Sick, es una de estas propuestas que deciden anclarse en historias reales, extremadamente particulares, o manifiestamente actuales y conscientes de su contexto. Y, de alguna manera, intentan hacer el proceso inverso, el de des-generalizar el amor, y sacarlo de esta especie de espacio atemporal donde chico y chica indefectiblemente terminan juntos para siempre. Lo bueno es que además de esta particular historia real, incluye un cast muy imponente y a la manera de Apatow: una especie de resurrección de Ray Romano, que tiene espacio para lucirse y –seguramente la verdadera estrella de la película– Holly Hunter, como padre y madre de Emily, los comediantes Aidy Bryant, Bo Burnham y Kurt Braunohler como compañeros de stand up, y Zenobia Shroff y Anupam Kher, como los padres de Nanjiani. Lo malo es que ante semejante casting, el protagonista, que ya se había consolidado como actor de series de televisión, no hace demasiada justicia al rol de su propia historia. Aunque menos arrebatada, la película además se enmarca en la línea de producciones como Love, la serie de Netflix producida por Apatow, escrita por los comediantes que también son pareja en la vida real Paul Rust y Lesley Arfin, donde las risas se desatan en situaciones muchas veces verídicas, que parecen demasiado dramáticas o incómodas como para ser divertidas y sin embargo, lo logran. “Judd dice, ‘no se preocupen por la comedia. La comedia llega sola’. Y la verdad que así fue” dice Gordon. “Algo importante que aprendimos es que todo es sobre las historias. Las historias tienen que ser enredadas, emocionalmente complicadas y el punto de vista de cualquier espectador tiene que darles sentido. La comedia va de última. Tienes que desarrollar a los personajes, al punto de que no siempre pueda haber resoluciones limpias. Debería haber momentos donde el conflicto no necesariamente se resuelva”, explica Nanjiani.

Aunque quizás es lo menos logrado de la película, por su gran potencialidad discursiva pero su poco tesón en explorarla realmente más allá de varios estereotipos ya repasados por las películas mainstream, este romance opera como excusa para hablar del conflicto cultural y familiar de Nanjiani. Y su manera de vivir entre dos mundos que por momentos parecen irreconciliables. Nacido en Pakistán –en una ciudad que la BBC apodó: la ciudad de las pesadillas–, de familia musulmana y mudada a Chicago durante su adolescencia, la película es un retrato también de su vida personal. No solo en cuanto a las exigencias religiosas y tradicionales de su familia, sino de su vida como ciudadano en Estados Unidos, ante la incomprensión de un Occidente que la mayoría del tiempo parece sordo. “Creo que muchas personas conectaron con esta situación, donde estás constantemente negociando con la cultura de donde eres originalmente y la cultura en donde vives. La forma en que estás obligado a forjar una identidad que funcione para ambas. Especialmente cuando la cultura donde estás, no sólo no valora tu cultura originaria, sino que la demoniza activamente. Creo que eso ha sido uno de los desafíos reales de mi vida”, dice Nanjiani. La película se enmarca en una corriente de nuevos actores que tematizan la inmigración, el racismo y el choque cultural de las primeras generaciones nacidas o crecidas en Estados Unidos, y que, cada vez más en la comedia, con mayor o menor éxito, se han puesto por primera vez al frente de sus propios shows y sus propias películas de manera reivindicativa, burlándose constantemente de los lugares que antes les eran relegados a los secundarios. “Cuando veo la película me doy cuenta de mi error en ese momento. Pensando y exigiendo lo que culturalmente tenía sentido para mi, algo así como: pero decile a tus padres cómo te sentís conmigo. Son tu familia, te van a entender de inmediato, te aman. No entendiendo en absoluto ni la punta del iceberg de lo complicado que es este asunto”, dice Gordon. “Y la verdad es que es una suerte que esto sea una comedia, porque si fuera una película de terror, yo ya habría muerto yendo a buscar al gato”, remata Nanjiani.