The Assistant (2019), de Kitty Green

Nueva York. La asistente del jefe de una empresa de producción cinematográfica llega a la oficina casi de madrugada. Su cara refleja un profundo pesar, algo que no puede ser atribuido únicamente al sueño. Le espera un día de llamadas, organización de viajes, gestión de visitas, limpieza, orden…

Un modo diferente, austero, seco, incluso tedioso, de acercarse al escándalo de los abusos en la industria del cine. La guionista y directora Kitty Green, autora hasta el momento de tres documentales, hace una potente denuncia de la situación, pero lo hace con tal sobriedad en la planificación y en la iluminación que transmite una enorme sensación de pesadez, de densidad, a lo cual se une el ritmo lento que imprime a la historia. La tristeza aquí se adueña de todo. Toma la cineasta además dos decisiones originales. La primera de ellas es que el verdadero protagonista, el jefe de la asistente, no aparece en pantalla, pues sus intervenciones siempre son vocales o están fuera de campo. Por supuesto, no hay que ser muy avispado para intuir detrás del personaje a Harvey Weinstein, principal diana del movimiento #MeToo, aunque jamás se pronuncie su nombre (de hecho, creo que no se pronuncia ningún nombre durante la película). La segunda decisión audaz es que la historia transcurra durante un solo día, una jornada laboral normal, como cualquier otra. Esto aporta sumo realismo a lo que vemos y, por tanto, también el impacto perdura.

The Assistant destaca por su atmósfera. La cámara sigue constantemente a la joven asistente y consigue la directora transmitir al espectador el ambiente de infección que se vive en esa oficina neoyorquina. La ausencia de alegría, de camaradería, es notoria y a este efecto la puesta en escena es sombría, de tonos siempre apagados, grises. La bufanda y el abrigo de la joven sugieren la metáfora de que allí dentro se vive un perpetuo invierno, las relaciones son frías e incluso ella es tratada por sus compañeros con un llamativo y desagradable desdén. Hasta dar gracias está fuera de lugar. Hay muchos momentos sin diálogos, en donde vemos las tareas cotidianas de la asistente, una mujer para todo: secretaria, limpiadora, “recogelotodo”, que también tiene que lidiar con los marrones de su jefe, con las llamadas destempladas de su mujer… Aunque la joven lleva tan sólo dos meses en la empresa, su olfato y los pequeños detalles pronto le hacen percibir las horribles cosas que suceden alrededor, pero si quiere prosperar deberá transigir y pedir perdón por escrito si tiene algún ramalazo de desaprobación, casi como una rutina enfermiza. Decisiones que todos los trabajadores parecen haber tomado previamente.

El trabajo de Julia Garner, la famosa Ruth Langmore de Ozark, es enorme, inconmensurable. Interiormente desecha, se debate entre la denuncia o adoptar la actitud muda de todos los demás trabajadores (qué dura resulta la declaración de la mujer del ascensor, hacia el final de la película). La mejor escena es con claridad la visita al abogado, donde la situación queda por fin expuesta. La conversación entrecortada de plano y contraplano resulta angustiosa y deprimente, y la intervención de un gran Matthew Macfadyen produce terror.