La mejor defensa es un ataque (2019), de Riley Stearns

Casey es un joven apocado y solitario, no tiene amigos y trabaja de contable en una oficina en donde apenas tiene trato con los demás. Hombre inseguro, una noche en que ha salido a comprar comida para su perro salchicha es asaltado por una banda de moteros y recibe una soberana paliza. Semanas después, ya recuperado, decidirá recibir clases de kárate para autodefensa personal. Pero la escuela en donde ingresa, includio el profesor, no es demasiado ortodoxa.

Película rarita con gente rarita. El texano Riley Stearns escribe y dirige una historia muy peculiar, minoritaria, que comienza como una comedia independiente para deslizarse poco a poco hacia una especie de thriller surrealista en donde no sólo el protagonista sino los demás personajes parecen estar como las maracas de Machín. La evolución del protagonista está lógicamente trampeada, aunque funcione; nunca sabemos cómo es ni las reacciones de las que es capaz. 

La mejor defensa es un ataque no ahorra momentos de violencia, con algún plano desagradable hasta la grima, mientras que la ambientación es de lo más deprimente, perfecta para encajar personajes sin aliciente en la vida, desde la casa del protagonista, hasta el solitario lugar de las clases o la gris oficina de trabajo. El actor Jesse Eisenberg agota un poco con ese personaje tan suyo lleno de patetismo e inseguridad, cercano al desquilibrio mental, mientras que Imogen Poots y Alessandro Nivola no parecen haber disfrutado demasiado con sus respectivos roles.