Texas Lady

Me ha llamado bastante la atención este western algo crepuscular y trasnochado a primera vista pero que esconde un guión nada desdeñable escrito por Horace McCoy. ¿Qué quién es este señor? pues, entre otras cosas, es el autor de la novela que luego se llevaría al cine bajo el título 'Danzad, danzad malditos' y con un oscar a cuestas. La verdad es que este dato lo desconocía, en un primer momento atendí más a la rutilante presencia en el reparto de la gran Claudette Colbert de protagonista en una película del género (para el cine sería su penúltima, antes de que Dalmer Daves la dirigiera en Parrish en 1961). Me intrigaba saber porqué esta gran dama del cine se involucraba en una producción típica de los 50 y con un artesano como Tim Whelan al frente.

La cinta responde a los clichés tradicionales del 'Far West' pero, y esto es lo más estimulante, introduce algunos matices que me gustaría reseñar. Uno es, por supuesto, el papel que interpreta Colbert, una 'power woman' que se enfrenta a los malos consiguiendo restaurar el orden en el pueblo. El guión sugiere que estamos ante una historia con tintes feministas, esta percepción se corrobora en otra secuencia (la describo en el spoiler) que me parece de lo mejor de la película. Cierto es que al avanzar el visionado, empieza a flaquear y el final es del todo previsible, aún así, me quedo con el trabajo de secundarios como Ray Collins, uno de los actores habituales de Orson Welles, que vuelve a demostrar su valía interpretativa como el más villano de todos o Barry Sullivan, que sabe aguantar el tipo aún si su 'partenaire' es una actriz con un oscar y sendas nominaciones a cuestas. De hecho, Sullivan fue un actor de fondo tanto en cine como en televisión, que trabajó en un centenar de películas (se dice pronto) y compartiendo reparto con Joan Crawford o Ava Gardner. Les invito a que vean la película y la disfruten.

Tim Whelan fue un director anodino y gris, cuyo mayor logro artístico es constar como co-director del mítico Ladrón de Bagdad de Michael Powell, si bien es cierto que muchas manos pasaron por ese título. Acabó sus días en la televisión y dirigiendo algún western de escasa relevancia, como éste que nos ocupa. Claudette Colbert (52 años) ya no tenía edad para ir lanzando mohínes y miraditas intencionadas a rufianes de poca monta, pero ella era una señora y eso se nota en todos los planos. Interpreta el papel de una pobre huerfanita, cuyo padre estafador le deja como herencia un periódico en el salvaje Texas de los años 1880. Naturalmente, el pueblo está dominado por los consabidos caciques que se oponen a cualquier intento de modernizar el país y tratan de comprarle el diario. Por suerte, contará con la ayuda de un jugador profesional, a quien ella despluma al principio de la historia, quien no sólo no la odia, sino que está rendido por sus huesos. Todo ello narrado con economía de medios, una bonita foto en colorines del experto Ray Rennahan, y una melodiosa banda sonora del estajanovista Paul Sawtell. Destacar el tímido intento feminista de mostrar a una mujer superando al tahúr más avezado, y la extraña relación que se forma entre ella y el malvado de la función, en que el deseo se debate con la conciencia de que el gañán no la merece. Poquita cosa, pero...

Notable western filmado y firmado por Whelan.
Su dominio en la composición del plano y la concatenación formal de secuencias y escenas queda reflejado en esta pieza, sutil y elegante, orientada al disfrute epicúreo de la misma.
La pericia poética y la sensibilidad estética del autor son las razones y frutos suficientes para consolidar un filme bello, complejo desde su sencillez luminosa diegética.
Colbert y Sullivan están espléndidos, desde una ausencia total de pretensiones melodramáticas y hieratismos formalistas.
La semántica que despliega Whelan es certera y alambicada, posibilitada por el volkgeist y zeitgeist aludido y formalizado poéticamente. Cine vivo para paladares formados y exentos de pretensiones huecas ora formalistas ora "materialistas".
El sentido cromático cristalizado por el autor es más que acertado: colores pálidos o vivos desde una óptica generadora (al modo del Dios de Berkeley) capaz de vivificar el artificio construido, restituyendo el sentido mismo de las significaciones implicadas.

Obra notable sin atisbo de incertidumbre.

8

El argumento no puede ser más pueril. No se lo cree ni el guionista, ni siquiera en un lejano oeste donde el caciquismo mafioso campaba a sus anchas. La incoherencia es tan grande que ni haciendo un tremendo esfuerzo de voluntad imaginativa, como en los cuentos de hadas, se puede evitar el bostezo. Se salva el carisma de Claudette Colbert (ya entrada en años) y la canción de presentación en el más genuino estilo "country". Sólo para nostálgicos del western de consumo años cincuenta.

Extraño e interesante western que comienza con una partida de póquer en el Mississippi y termina a tiros en lo más profundo de Texas.
Mientras aparecen los créditos al comienzo suena una canción, "La dama de Texas ha llegado a la ciudad", y añade "Cumplía con el trabajo de un hombre". Se queda corta la frase porque veremos que es Prudence Webb (Colbert) la que encabeza el levantamiento de un pueblo contra los caciques que lo tienen sojuzgado.
Otra vez la ley del más fuerte, "Aquí se está a favor o en contra de alguien". En Fort Ralston como en otros muchos lugares del Oeste mandan Ralston (Collins) y Winfield (McMahon), dos dinosaurios que controlan más de dos millones de acres de terreno, además del pueblo entero, sheriff y periódico local, "Clarion" (clarín).
Pero otra vez es precisamente la prensa la palanca que moverá la situación. Y es que Prudence ha adquirido el rotativo y desde sus páginas denunciará los abusos de los poderosos. Eso sí, con la ayuda de un viejo abogado, Cass Gober (Bell) y de un atildado jugador, Chris Mooney (Sullivan).
El guion es demasiado ambicioso, quiere tocar muchos temas y algunos quedan superficialmente abordados, el desenlace es muy convencional.
La realización sabe crear momentos de gran tensión dramática "a las cuatro de la tarde", que alternan con otros más distendidos como el "Fandango" o baile popular en el que Prudence luce un vestido blanco que nos recuerda a Vienna en "Johnny Guitar".
Buenos personajes, sobre todo Prudence o Gober. Una lástima no profundizar un poco más en el de Jess Foley (Walcott), seguramente el más interesante de todos. Esbirro de los caciques y frustrado por su analfabetismo, por un momento parece que busca la redención a través del amor. La trama finalmente toma otro rumbo dejándonos la sensación de oportunidad perdida.
Buena ambientación y colorido. Interpretaciones dignas.
Cinta épica sobre "La fuerza del pueblo" frente al inmovilismo que se opone al progreso. Un tema clásico en el género pero tratado con gran originalidad, con una mujer emprendedora, recta, granítica, como motor del cambio.
Una película notable y muy poco conocida que no deben perderse los aficionados al western.