El mundo no sería lo que es -el mundo de la cultura popular, al menos- si en 1939 dos estudiantes judíos, hartos de las peroratas antisemitas de Hitler, no hubieran satirizado a Nietzche con un personaje llamado Superman. Porque sí, de hecho, nació como una especie de sátira de Jerry Siegel y Joe Schuster (dibujantes  y escritores aún no profesionales) justo en el momento en el que nacía el negocio del "comic book" o revista de cómics. La conjunción de la Segunda Guerra Mundial, el auge patriótico estadounidense (que también hizo nacer al Capitán América, pero esa es otra historia) y del cómic de aventuras fantásticas hizo del personaje un icono y el padre de muchas cosas. Que, como corresponde, llegó al cine, ese gran "fijador" de mitos. En Max están prácticamente todas las películas realizadas con el personaje (falta una, pero lo diremos) y hay de las buenas, de las regulares y de las otras, muchas incluso en animación realizadas especialmente para video hogareño o plataformas. Es hora de que el papá de los superhéroes sea evaluado.

Antes que nada: Superman no es un personaje demasiado interesante. Sobre todo porque tiene pocas debilidades, casi es un dios si se miden sus poderes (que no siempre están muy claros). Así que lo que sí es interesante -lo dice Bill en Kill Bill 2, la joya de Quentin Tarantino, amante del cómic- es su mitología, lo que lo rodea. Su profesión de periodista, Lois Lane, Lex Luthor, la kryptonita y todo lo que lo rodea. De allí que la interpretación de Christopher Reeve, que combina al torpe Clark -prodigio de comedia, modelado sobre el viejo cine mudo con dos gestos- con el casi angelical Superman, sea perfecta. Las películas con Reeve -seamos piadosos y olvidemos Superman IV- giran alrededor de su relación con los demás. Superman, de 1979, dirigida por Richard Donner, es brillante no sólo porque Marlon Brando hace de papá Jor-el (cobró millones por sólo cinco minutos en pantalla, fue un récord) o por el muy buen Lex Luthor de Gene Hackman o por la perfecta Lois de Margot Kidder, sino porque en su final desarma lo trágico y lo vuelve comedia, subrayando el carácter de juego infantil que tiene todo el asunto. Y sí, en el cine creímos realmente que el hombre volaba.

Súperman II tiene dos versiones. La de Richard Lester (que está ausente de la plataforma) y el corte de Donner que Warner no quiso distribuir (y llamó a Lester para rehacerla). La que podemos ver, casi inédita, es un poco más seria y violenta que la que se estrenó en cines, pero no desmerece el punto central: la elección de Clark/Kal/ Superman de ser un hombre común y enamorado o un héroe al servicio de la Humanidad. Es muy bueno el villano Zod de Terence Stamp, y Reeve hace maravillas con el cuerpo.

Pero la mejor de esta serie es Superman III. No sólo porque se ríe bastante de todo lo que Superman hizo hasta entonces ni por la presencia de Richrd Pryor (entonces el comediante de moda, aunque aquí no está muy aprovechado) sino por su sátira del mundo contemporáneo (los videojuegos, por ejemplo) y porque tiene grandes momentos de humor sardónico (la chica pulposa que lee El Superhombre de Nietzche cuando el Superman "malo" la seduce) que hacen batallar al Hombre de Acero con Clark Kent. Superman "malo" es un personaje hermoso.

Nadie quiere mucho Superman Returns, de Bryan Singer y es una pena, porque la relectura que hace el realizador de X-Men sobre el personaje tiene mucho de interesante. Especialmente, elucidar el lazo que el cómic y su mitología tiene con los cuentos de hadas (la resolución final de la película, con sacrificio y beso de amor, son directamente una referencia al género que dio origen a toda la fantasía literaria, fílmica y etcétera). Brandon Routh no está nada mal, digan lo que digan, aunque las palmas de las lleve el Luthor de Kevin Spacey.

Y ahora, vamos con los problemas. Es evidente que a Zack Snyder le encantan estos personajes. Para muchos, lo que le hizo hacer a Henry Cavill en El hombre de acero es brillante y convirtió al actor en el Superman definitivo (lo negamos: es Reeve, pero no nos vamos a pelear por eso). Pero se nota la impronta del productor Christopher Nolan pidiendo seriedad. De las estrenadas en cine, la mejor es El hombre de acero, que vuelve a contar el origen del personaje con grandísimos momentos "realistas" (el Clark niño asustado por su vista de rayos X, el vagabundeo "a lo Wolverine" del principio, la pelea catastrófica con Zod) que otorgan a Superman una humanidad muy grande.

Del resto, lo mejor es Liga de la Justicia en el corte de Snyder, que no sólo es más larga que la estrenada en salas (remontaje de Joss Whedon, que se había ido de Marvel tras Avengers y Era de Ultrón) sino más épica y, sí, oscura en el sentido elogioso del término. Superman se vuelve allí un ser menos "angelical" y la presencia de Cavill es al mismo tiempo épica e inquietante, algo que nadie había logrado con el personaje.

Y ya que estamos, van dos recomendaciones laterales: la animación Red Son, basada en el cómic homónimo que especula sobre un Kal El criado en la URSS de Stalin, y Brightburn, producida por James Gunn (ahora a cargo del verdadero Superman), que transforma el cuento en una película de terror y hace de Superman un niño monstruoso que usa para el mal su poder (la secuencia post créditos, de paso, es hilarante). Vuelen alto.

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Leonardo D'Espósito

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