"Escribo lo que me da la gana": quién es Stephen Dixon, el "escritor de escritores" comparado con Woody Allen
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      “Escribo lo que me da la gana”: quién es Stephen Dixon, el “escritor de escritores” comparado con Woody Allen

      "Gould. Una novela en dos novelas" es el quinto libro de este autor que sale en el país. Cuál es su atractivo para los lectores argentinos.

      "Escribo lo que me da la gana": quién es Stephen Dixon, el "escritor de escritores" comparado con Woody AllenEl escritor estadounidense Stephen Dixon (1936-2019).

      El escritor Stephen Dixon (1936-2019) parecía saber el lugar que ocupaba en el campo literario: “Supongo que se me ha definido como un 'escritor de escritores' porque escribo lo que me da la gana y no lo que los editores, agentes literarios o quien sea esperan que escriba. Escribo en primer lugar para mí mismo; y en segundo lugar, para los lectores. Publico mucho, pero ser publicado carece de importancia para mí”, dijo en 2016.

      Sin embargo, y esto por lo menos referido a la Argentina, su núcleo de acción parece estar ampliándose cada vez más: de ser un escritor de culto, Stephen Dixon ya pasó a ser un nombre recurrente cuando se piensa en una obra que es descubierta (y redescubierta) con placer y deslumbramiento.

      Un secreto a voces que abrió sus puertas para que cualquiera pueda acceder a la buena nueva: una obra que trabaja con las emociones y los miedos que traen las relaciones humanas (de amor y de las otras) pero con un abordaje muy elaborado y riguroso desde la forma (el monólogo interior, el ritmo muy preciso, la circularidad expansiva, el humor, etc.).

      Ahora acaba de publicarse Gould. Una novela en dos novelas (Eterna Cadencia), el quinto libro que sale de Dixon, para confirmar la recepción que está teniendo su ambiciosa apuesta estética.

      "Gould. Una novela en dos novelas", de Stephen Dixon (Eterna Cadencia, $4.200)."Gould. Una novela en dos novelas", de Stephen Dixon (Eterna Cadencia, $4.200).

      Gould nos habla de Gould Bookbinder y sus relaciones de pareja: en la primera parte (Abortos) con el modo de afrontar las interrupciones de embarazos no deseados en distintos vínculos que no prosperan y en la segunda (Evangeline) se mete a fondo con una relación para poder exponer todas las posibilidades de afecto y daño entre dos personas.

      Con Gould, Dixon va a fondo –una vez más– con sus recursos: saltos temporales, neurosis extrema, un diálogo interno que va del drama al humor sin solución de continuidad ni distinción, exhibición sin sutilezas de las bajezas y humanidades varias, desborde en la narración sin visibilizar ningún límite.

      Las cosas no salen bien para Gould Bookbinder. Dixon dijo al respecto: “Mi situación ficcional ideal incluye a dos personas que conversan, por lo general un hombre y una mujer, y el hombre habitualmente está enamorado de la mujer, pero no es tan seguro que la mujer lo esté del hombre”.

      Y también: “El fracaso es más interesante para escribir que el éxito. Muchas de mis historias tienen que ver con anticipar posibles circunstancias dolorosas”.

      Cuál es su atractivo

      Ahora bien: ¿de dónde viene esta voz tan particular y por qué genera un puente de conexión con lectores argentinos?

      Explica Rodrigo Fresán sobre el linaje de este autor: “Dixon viene un poco de Donald Barthelme (que a su vez venía de Samuel Beckett) y su influjo directo o subliminal sobre David Foster Wallace o George Saunders o David Means es más que evidente. Lo suyo está a la altura de Thomas Pynchon, John Barth, William S. Gass y William Gaddis. Dixon escribió hasta el final sin importarle el qué dirán o si lo leerían o no. Le gustaba mucho escribir. Y así su último libro, del 2019, se tituló Writing, Written”.

      Stephen Dixon, que fue periodista y docente de escritura creativa casi toda su vida y publicó su primer libro a los 40 años, aterriza en nuestro país con el volumen de cuentos Calle y otros relatos (2014).

      Cuenta la editora Leonora Djament sobre cómo descubrió a Dixon: “Cuando Eduardo Berti nos contó hace varios años de este escritor secreto, no traducido al castellano todavía, fue amor a primera vista en la editorial. Stephen Dixon es un escritor tan singular y genial que no hay dos personas que lo describan de la misma manera. Una de las características que más nos interesó de su literatura diría que fue cómo Dixon se reinventa de libro a libro y lleva los procedimientos de su máquina de narrar al extremo cada vez. Cada vez. Esto es mucho. Y provoca como resultado que quien lee se quede expectante a ver qué va a hacer Dixon en otro libro".

      "Pero, además –agrega– Dixon desafía: cómo narrar lo que nadie quiere narrar, cómo narrar personajes miserables, cómo narrar lo que en realidad alguien quisiera olvidar para siempre, cómo mantener el sentido del humor aún cuando lo que se cuenta es tristísimo, cómo agotar todas las posibilidades no solo de perspectivas sino, más extremo aún, de maníacas posibilidades perdidas. Afortunadamente con cada nuevo libro Dixon va ganando más y más lectores que se transforman en fans de manera inmediata.”

      Luego vino Ventana y otros relatos (2015). Ahí decía Eduardo Berti en el prólogo: “Hay una serie de adjetivos a los que suele echar mano la crítica para hablar de Stephen Dixon. “Prolífico” es uno de ellos. “Experimental” y “original” son otros dos sambenitos a los que se recurre frente a lo arduo que resulta clasificar su ficción dentro de los conceptos o las corrientes más habituales”.

      Fanático de Chéjov, próximo a John Barth, Richard Yates y John Cheever, Stephen Dixon es alguien con recursos y herramientas propias que con el correr de las lecturas de va volviendo más reconocible.

      En este sentido, la salida de la novela Interestatal (2016) significó un poner al alcance de lectoras una de las cimas en la obra de Dixon: una historia que profundiza hasta las últimas consecuencias el mayor miedo en la vida de un humano como es la muerte de una hija. Pero este escritor nunca es alguien que solo se queda al nivel de la historia: su maestría pasa, además, por el modo de relatarlo.

      De ahí que la utilización del lenguaje que hace Dixon es envolvente, espiralado, que suma capas de sentido mientras cava un pozo cada vez más hondo.

      Rodrigo Fresán señala: “Por momentos me parece que Sergio Chejfec fue el escritor más 'dixiano' que tuvimos o que Stephen Dixon fue el escritor más 'chejfecciano' que tuvieron por allá". Foto Juano TesoneRodrigo Fresán señala: “Por momentos me parece que Sergio Chejfec fue el escritor más 'dixiano' que tuvimos o que Stephen Dixon fue el escritor más 'chejfecciano' que tuvieron por allá". Foto Juano Tesone

      ¿Cómo es traducir esta prosa y hacerla llegar a estas tierras? Ariel Dilon, traductor de los últimos libros de Dixon responde: “Trabajar con la escritura de Dixon es un desafío adictivo, un viaje sin respiro, como el de un arqueólogo obsesivo que, con pico y pala, rasqueta y escobilla, fuera desenterrando y devolviendo a la vida –a una vida nueva en una nueva lengua– las desmesuradas líneas de nazca de las circunvoluciones cerebrales de sus personajes".

      "Es necesario –señala– reinventar la lengua, encontrar una lengua que tenga la suficiente plasticidad para meterse en todos los escondrijos e intersticios de ese pensamiento. Decidí que mantendría el tuteo a pesar de que ante cada nuevo libro me la volví a cuestionar. Intenté situarme en equilibrio entre una percepción y unas preferencias lingüísticas rioplatenses y un español menos marcado, que puedo asociar más fácilmente con lo estadounidense. Es porque no logro creerme a los neoyorkinos o californianos de Dixon diciendo 'esperá, vení'. Construí y puede decirse que negocié conmigo mismo cada palabra, con el oído puesto en que ese equilibrio se sostuviera y me resultara creíble, que me devolviera una vitalidad cercana a la del original”.

      La publicación de la selección Historias tardías (2018), pensar que Dixon tiene publicado más de 500 relatos, y ahora Gould terminan de mostrar una realidad: su voz es una de las más originales que circularon en la mesa de novedades de nuestro país. Por otra parte, a estar altura del almanaque se puede ver este diálogo entre el Dixon novelista y el cuentista.

      Reflexiona Rodrigo Fresán: “Sus novelas funcionan en base a episodios y sus libros de cuentos (varios con personajes en común, como los protagonizados por Will y Magna) acaban funcionando como novelas desarticuladas pero muy armónicas. De hecho, Gould vuelve en el siguiente libro de Dixon 30: Pieces of a Novel".

      Suma: "Me parece interesante que Dixon sea, al mismo tiempo, minimalista y maximalista. Y que de algún modo, con ese tono oral que parece espontáneo pero en realidad está calculado al detalle, conecta directamente con ese otro género literario que es el del monólogo de stand-up comedy. Dixon está muy cerca de Woody Allen, Jerry Seinfeld y Louis C. K. aunque no le preocupe tanto el ser gracioso sino más bien el ser des/gracioso”.

      Llegado a este punto vale la pena retomar la pregunta: ¿por qué Dixon genera un puente de conexión con lectores argentinos?

      Arriesga Dilon: “Hay un neurótico argentino muy afín al neurótico dixoniano, la clase de personaje que se cuestiona todo todo el tiempo, ya sea que haya pasado o no por el diván, tan frecuente por estos pagos psicoanalizados. ¿Quién puede encarnar mejor que un argentino el malestar en la cultura? ¿No surge de esa misma incomodidad raigal la proliferación más renovadora y más rica de la literatura rioplatense (ahí pongo a Saer, a Macedonio, a Di Benedetto, a Cortázar mismo; y pongo sin dudarlo a Levrero, a Armonía Somers, al mismísimo Felisberto Hernández)?”.

      Fresán señala algo interesante al respecto: “Por momentos me parece que Sergio Chejfec fue el escritor más dixiano que tuvimos o que Stephen Dixon fue el escritor más chejfecciano que tuvieron por allá; uno y otro practicaron esa idea de la mirada flâneur mental como trama en sí misma".

      Dixon, como Arlt, proponía la prepotencia de trabajo. Contó en 2016: “Escribo 300 páginas al año. Escribo, eso es todo. No tengo influencias. He estado escribiendo ininterrumpidamente por casi 60 años. He escrito unos 600 cuentos y no paro de escribir. El día que termino un cuento o una novela, comienzo otro”.

      Es decir: tiene muchísimo inédito en castellano. Dixon falleció en el 2019. Pero su obra sigue más viva que nunca.

      PC


      Sobre la firma

      Walter Lezcano

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