Operación Fortune: El gran engaño (2022), de Guy Ritchie

Los servicios secretos británicos tienen entre sus agentes al heterodoxo pero eficaz Orson Fortune, que aunque les cuesta precisamente eso, una fortuna, les compensa, pues resuelve situaciones de crisis con contundencia. Ahora alguien ha robado algo, que no se sabe lo que es ni importa, el caso es que el mundo está en peligro, y los empresarios sin escrúpulos de turno han puesto el producto en el mercado, lo que podría provocar una catástrofe global. Haciendo equipo con Sarah Fidel y JJ Davies, deciden usar a la estrella de Hollywood Danny Francesco para acceder al caprichoso millonario Greg Simonds, a quien le hace mucha ilusión conocerle. La idea es que Sarah simule ser la pareja de Francesco, obligado a colaborar so pena de filtrar información privada escandalosa del actor.

Guy Ritchie repite asociación con Ivan Atkinson y Marn Davies, con quienes trabajó en sus anteriores filmes The Gentlemen: Señores de la mafia y Despierta la furia, en una película de acción y agentes secretos con elementos de comedia que parece de otra época, por muchos artilugios informáticos y satélites que se incluyan en la trama para darle un toque de modernidad y estar con los nuevos tiempos. Lo que en parte se agradece, pues no pagan peajes de las ideas en boga, aunque el film, y a pesar de su parafernalia, viene a ser una versión más barata de las cintas de James Bond de antaño, con mucha acción y distintas localizaciones.

La película, entretenida sin más, está rodada eficazmente por Ritchie, aunque con cierta desgana, que se contagia a parte del reparto, incluido uno de sus actores habituales, Jason Statham, que atiza de lo lindo, pero sin demasiada convicción. Tampoco Aubrey Plaza descolla como la chica lista con recursos, y Cary Elwes carece de la gracia de hace tanto tiempo en La princesa prometida. Y desconcierta Josh Hartnett, porque su papel paradójico de estrella que no sabe actuar en la vida real, como les toca hacer a los espías, no desemboca en personaje sólido. El que mejor se lo parece pasar es Hugh Grant, que destila una especie de fina ironía, y que protagoniza los momentos más graciosos del film. Mientras que a Eddie Marsan le basta con estar.