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Para hablar de “Doce hombres sin piedad” es necesario remontarse en el tiempo, concretamente hasta 1957, año en el que se estrenó la película. El cine de entonces era completamente distinto al de ahora. Los presupuestos eran infinitamente inferiores y no se contaba con efectos especiales. Por ello, era imprescindible tirar de un buen guion y de buenos actores y es evidente que la película cuenta con ello. Con esta película Sidney Lumet debutaba en el cine y lo hacía a lo grande. Recibió muy buenas críticas por parte de muchos medios y no es de extrañar ya que la trama es sensacional. 

“Doce hombres sin piedad” pone de manifiesto la importancia de estar completamente seguro de tus propios pensamientos antes de poder extrae una conclusión. Y es que, durante la película, doce hombres son encargados de decidir si un adolescente de dieciocho años acusado de asesinar a su padre es culpable o inocente. Al principio parecen estar todos seguros de su culpabilidad. Todos menos uno. El fabuloso actor Henry Monda (el jurado número 8) es quien considera que las pruebas exhibidas en el juicio no son muy convincentes y que los testigos no son muy fiables. De esta forma, expone los motivos por los que considera dudosa la culpabilidad del acusado y convence de ello y de uno en uno al resto de los jurados. 

Definitivamente y como muestra la película, el diálogo es el único camino hacia el entendimiento entre las personas. Las provocaciones y los insultos solo sirven para hacer saltar la chispa y provocar situaciones desagradables e incómodas para todos. Las cosas funcionan mejor cuando las personas llegamos a entendernos. Esto es un hecho y lo podemos observar en nuestro día a día. Sidney Lumet tiene muy presente esto a la hora de dirigir a los diferentes personajes de la trama y por ello completó una fantástica película. Una de esas películas que merece la pena ver y que recomendarías a todo el mundo. 

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