Desde Polonia nos llega la noticia del comienzo en esta pasada primavera de un proceso de canonización, el de Helena Kmieć, que me ha hecho traer a la memoria algo que dice el Papa Francisco al comienzo de su exhortación apostólica ‘Gaudete et Exultate’. Como sabemos, es el primer documento papal en la historia dedicado totalmente al tema de la santidad (que recomiendo a todos porque lo merece) y ya en el comienzo parte de una afirmación imprescindible: “El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes”. Esto para el Papa lleva a una invitación dirigida a todos: “Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible”.
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He recordado estas frases porque la vida de Helena parece precisamente eso, la respuesta de una joven normal -sin duda una más de entre la inmensa multitud del pueblo de Dios- a esta invitación, y veo en su recorrido terreno, también en su muerte, las consecuencias luminosas de esa respuesta.
Una vida apasionante
Tantas veces en la vida hemos montado en el avión y nos hemos dejado guiar por el personal de a bordo, incluidas las azafatas. Debo reconocer que no se me había ocurrido que entre ellas podría estar tratando con una santa. No es lo que te viene a la cabeza cuando estás en el aire. Tampoco había oído hablar de ellas en la hagiografía popular. Y sin embargo, esta azafata polaca, Helena, camino a los altares nos recuerda que detrás de esa persona que te sirve café y por tu seguridad se preocupa de que te abroches el cinturón, puede haber una vida apasionante como la suya, un auténtico camino de santidad.
Helena Agnieszka Kmieć nació el 9 de febrero de 1991 en Cracovia, unos meses antes que Carlo Acutis, el primer millennial que será canonizado. Pero mientras que el joven italiano falleció en 2006, antes de la llegada de WhatsApp -aunque sí usaba Facebook- Helena ya fue usuaria de dicha aplicación de mensajería instantánea, como recuerdan sus amistades. Ciertamente la santidad hoy en día pasa también a través de estos instrumentos modernos. Es un signo de los tiempos: cuando hoy se examina la compatibilidad de los escritos de los candidatos a la beatificación con las enseñanzas de la Iglesia, se examinan también los mensajes en WhatsApp, Facebook y el resto de la correspondencia electrónica.
Talento intelectual
Su madre falleció pocas semanas después de su nacimiento, y fue criada por su padre y su madrastra, que la trató siempre con amor. Asistió a la escuela en la cercana ciudad de Libiąż, donde fue reconocida como una niña con talento intelectual y hasta le saltaron un año de estudios por su impresionante aprovechamiento. Tras ganar una beca para la Leweston School en Sherborne, una escuela independiente en el suroeste de Inglaterra, y acabar allí la escuela superior, no consiguió ser admitida en la facultad de medicina de la Universidad de Oxford, por lo que se especializó en ingeniería química y tecnología en la Universidad Tecnológica de Silesia en Gliwice, impartida en inglés.
Durante sus estudios, asistía a misa casi a diario, lo que se convirtió en una costumbre hasta el final de su vida, además de ayudar a niños en un centro comunitario de Caritas y participar en las actividades de la capellanía universitaria. A lo largo de su educación, también perfeccionó su talento para el canto. Era incansable, feliz cuando tenía la oportunidad de darse a los demás. Podía cantar y jugar a juegos de mesa con amigos hasta el amanecer, y se la conocía como una maestra en organizar viajes espontáneos. “Contagiaba alegría, estaba llena de vida e ideas, por eso muchos deseaban su compañía y cercanía”, cuentan sus amigos.
Implicación cristiana
Como estudiante, conoció el grupo de Voluntariado Misionero Salvator, dirigido por la Sociedad del Divino Salvador (Salvatorianos) y de inmediato se implicó en las actividades del grupo musical: organizaba conciertos de alabanza, adoraciones comunitarias, participaba en peregrinaciones salvatorianas a Jasna Góra, y se ocupaba de la organización de las misas. También se comprometió en la defensa de la vida de los no nacidos y trabajó en una aplicación móvil para jóvenes sobre la Adopción Espiritual de un Niño por Nacer.
Pronto afloró su vocación misionera, guiada por los religiosos Salvatorianos. En su primera misión, dirigió un campamento de verano para niños en Galgahévíz, Hungría, en 2012; en 2013, trabajó con niños de la calle en Zambia en la Casa de la Salvación de la capital, Lusaka, y también a unos 70 km del centro juvenil Kulanga Bana Farm, en Chamulimba donde donde enseñó inglés, matemáticas y el evangelio a niños de la calle y niños de familias pobres, además de supervisar las necesidades básicas, incluidas las comidas; y en 2014 trabajó con jóvenes en Timișoara, Rumanía.
Ayudar a los demás
Ella misma explicó su motivación para el trabajo misionero. “Se me ha dado la gracia de Dios… y tengo que compartir este don”, escribió. “Todas las habilidades que tengo, las capacidades que adquiero, los talentos que desarrollo, no son para servirme a mí, sino para que yo los use para ayudar a los demás. ¡El mayor regalo es que conozco a Dios y no puedo guardarlo para mí, tengo que difundirlo! Si puedo ayudar a alguien, hacer que alguien sonría, hacerlos más felices, tal vez enseñarles algo, ¡quiero hacerlo!”.
Sus amigos también hablan de los esfuerzos de Helena para prepararse para la misión, tanto espiritual como intelectualmente: “Podía ir a cualquier parte y en cualquier lugar sería un tesoro. Definitivamente la mejor entre nosotros, un modelo de conducta”, cuenta su amiga Magdalena Kaczor, compañera también de voluntariado. Le encantaba abrazar, amaba a los niños y ellos se sentían atraídos hacia ella. Tenía un don misionero y una vocación para servir a los más pequeños. “Repetía que quería mostrar amor a los niños que no lo recibieron”. “Era el tipo de chica que podrías envidiar mucho, pero era tan increíblemente humilde…” añade Magdalena.
Tiempo para los demás
Después de graduarse en 2014, Helena trabajó durante un tiempo como azafata para Wizz Air, una aerolínea de bajo costo húngara, que vuela también en España. Cuando regresaba del trabajo tras una noche sin descansar, le daba pena dedicar tiempo a dormir; prefería pasarlo con amigos, rezar en comunidad o ayudar a alguien. “Dormiré después de la muerte”, solía decir en broma .
Sobre ella leemos entre los testimonios de sus amigos que “atraía la atención de todo el mundo”. “Tenía el hermoso don de fijarse en todo el mundo”, añade el padre Janusz Grodecki, vicario de su parroquia natal. “Si había que hacer algo por una buena causa, en una comunidad o en la iglesia, si había que estar con la gente en momentos importantes para ellos, tristes o alegres, no había imposibles para Helena”, añade Magdalena Kaczor. Practicaba ciclismo, senderismo de montaña, deporte, baile y poesía, y publicaba algunos de sus pensamientos en su blog.
En la JMJ de Cracovia
A la vez del trabajo continuaba su servicio de voluntariado en su parroquia, y concretamente en 2016 fue encargada del comité parroquial para acoger a los peregrinos que asistían a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia.
Helena tenía novio y estaban pensando en contraer matrimonio, pero los planes de Dios iban a ser diferentes, por aquello que el hombre propone y Dios dispone, que en su caso se cumplió de modo evidente. El 8 de enero de 2017, comenzó con una amiga una misión de seis meses en un orfanato dirigido por las Hermanas Siervas de Dębicka (el nombre completo de la congregación es Hermanas Siervas de la Madre de Dios, Virgen Inmaculada Concepción) en Cochabamba, Bolivia central, donde también quería aprovechar para aprender español para futuras misiones.
Misión posible…
Aprovechando el titulo de la pelicula “Misión imposible”, escribió justo antes de su partida a Bolivia en Facebook: “Por increíble que parezca, ¡esta Misión es posible!”. “Saludos desde Cochabamba, que será nuestro hogar durante los próximos seis meses”, añadió un mes después, el 9 de enero de 2016, el día de su llegada al lugar junto con Anita Szuwald, la otra joven polaca misionera con ella. Desde el momento en que llegaron al lugar, se dedicaron a preparar el orfanato recién renovado para su inauguración, pintando, limpiando y lavando ventanas. Posteriormente, debían ayudar a las hermanas en el cuidado de los niños.
Pero la noche anterior a la inauguración, a pesar del muro de pinchos que rodeaba las instalaciones y de las rejas en las ventanas, dos hombres irrumpieron en la guardería. Accedieron por el tejado al patio donde se encontraban las habitaciones de los voluntarios y uno de ellos atacó a Helena con un cuchillo, infligiéndole 14 golpes. A pesar de la ayuda prestada, la joven murió a causa de un shock hipovolémico y una hemorragia interna y externa en la región del tórax. También presentó heridas en los brazos, manos y cuello. Tenía 28 años.
Diversos delitos
Poco después, a pocas manzanas de distancia, la policía detuvo a ambos hombres. Según el padre Andrzej Borowiec, salesiano que trabaja en Bolivia, uno de ellos probablemente asistió a la escuela dirigida por las hermanas en los años 90 y, por tanto, conocía bien su entorno. El asesino principal afirmó estar bajo los efectos de las drogas. Originario del norte de Bolivia, había sido condenado anteriormente por diversos delitos. Había llegado a Cochabamba unos dos años antes y dos semanas antes de la tragedia se había trasladado al distrito donde se encuentra la misión de las monjas. Este asesino fue condenado a 30 años de prisión, el otro como cómplice tuvo una pena diferente, mostraba además problemas psicológicos importantes. Pero el motivo no tuvo nada que ver con la fe, fue sencillamente un robo, por lo que claramente Helena no fue martir.
Aún dos días antes del trágico evento, Helena publicó en Facebook otra alegre noticia sobre la vida de la misión y compartió fotos del orfanato renovado, preparado para recibir a los niños. “Ahora comienzas una nueva misión”, escribieron después de su muerte los internautas. Contaron cómo su muerte les causó una profunda impresión. “¡Helena, para nosotros ya eres una santa! Canta con los ángeles, abraza como siempre y cuida de nosotros, Amiga”, escribieron en su página de Facebook sus amigos del Voluntariado Misionero Salvator en Trzebinia.
Rezar ante la tumba
El cardenal Stanisław Dziwisz celebró la misa fúnebre de Helena el 19 de febrero de 2017, con una grandísima participación de gente de todas las edades, y fue enterrada en el cementerio de Libiąż, donde muchas personas acuden espontáneamente a rezar a la tumba de Helena, lo que la iglesia local interpreta como un signo del creciente reconocimiento popular de su santidad. La localidad donde creció, Libiąż, le concedió la ciudadanía de honor, y le dió su nombre a una calle.
Además, fue galardonada póstumamente con la Cruz de Oro al Mérito de Polonia (“Złoty Krzyż Zasługi” en polaco), se trata de una condecoración civil otorgada por el presidente de Polonia a personas que han realizado servicios destacados para la nación o la sociedad en diversas áreas. Fue establecida en 1923 y tiene tres niveles: la Cruz de Oro, la Cruz de Plata y la Cruz de Bronce. Esta condecoración se concede por actos de valentía, logros excepcionales en el ámbito profesional, contribuciones significativas a la cultura, las ciencias, el desarrollo económico, el bienestar social, la salud pública, la educación, y otras áreas de importancia social. La Cruz de Oro es el grado más alto dentro de este reconocimiento.
Más allá de las condecoraciones, la verdadera grandeza de esta joven sencilla —quizás también simbolizada en esa Cruz de Oro— reside en recordarnos que, si somos capaces de responder a la invitación del Papa Francisco (“Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad”), nuestras vidas, de un modo u otro, se transformarán en un bien para muchos, incluso para toda la humanidad. El testimonio de Helena Kmieć me lleva a concluir con otras palabras preciosas de dicho documento papal: “Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da”.