See China and Die [vd: Donación sangrienta/Manhattan Conexión]

 

Título original: See China and Die

Año: 1981 (Estados Unidos)

Director: Larry Cohen

Productor: Larry Cohen

Guionista: Larry Cohen

Fotografía: Paul Glickman

Música: Joey Levine, Chris Palmaro

Intérpretes: Esther Rolle (Momma Sykes), Kene Holiday (sargento Alvin Sykes) (como Kene Holliday), Frank Converse (Tom Hackman), Paul Dooley (Ames Prescott), Andrew Duggan (Edwin Forbes), Laurence Luckinbill (doctor Glickman) (como Lawrence G. Luckinbill), Jean Marsh (Sally Hackman), Fritz Weaver (Poston), Jane Hitchcock (Ruth), Claude Brooks (Jessie Sykes), William Walker II (Andy Sykes)…

Sinopsis: El propietario de uno de los apartamentos de un lujoso edificio aparece muerto en su cama. El cadáver es encontrado por la doncella de color, Momma Sykes, que llama a la policía. El agente encargado del caso será el hijo de aquélla, quien pide a su madre que no se inmiscuya y le deje hacer su trabajo. El antipático conserje del bloque es acusado, una serie de pruebas apuntan hacia él, pero Momma no lo ve claro y empieza a investigar por su cuenta.

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El tema del racismo, ya presente en la ópera prima de Larry Cohen como director, la ignota Bone (1972), y que también se encontraba en su siguiente trabajo, El padrino de Harlem (Black Caesar, 1973) -ésta ya metida de lleno en la moda de la blaxploitation y con respaldo de la AIP, una de las productoras que más reincidió en dicha corriente-, volvía a hacer aparición en See China and Die [vd: Donación sangrienta/Manhattan Conexion, 1981], producción televisiva grabada en 1979 y emitida por primera vez en los USA el nueve de enero de 1981[1]. En la que nos ocupa la cuestión racial se hace palpable principalmente en la relación entre la protagonista, Momma Sykes (Esther Rolle[2]), y demás miembros del servicio con respecto a los ricos propietarios, todos blancos, para quienes trabajan[3].

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Ya desde las primeras imágenes Cohen nos define perfectamente al personaje de Momma y el mundo en el que se desenvuelve: viaja en metro hacia su trabajo mientras lee una novela de Agatha Christie, y antes de llegar al final de la historia sabe quién es el culpable -dice que le pasa siempre, nunca la sorprenden las intrigas de la escritora británica-, y le ofrece el libro a la señora sentada a su lado, una mujer caucásica indignada con la gente (gentuza para ella) que viaja en dicho transporte público y se lamenta que no pudiera ese día llevarla su chófer. Con este arranque, el realizador nos confronta a Mrs. Sykes, la criada negra, con los adinerados y engreídos blancos con los que tiene que tratar en su día a día. Nuestra protagonista es una mujer de mediana edad, trabajadora, llena de vitalidad, inteligente y cordial, frente a los avinagrados ricos que sólo piensan en sí mismos y miran con desagrado a los que no tienen su status -ni son de su raza-.

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Como en muchas blaxploitations de los setenta, los blancos son los personajes negativos[4], en oposición al héroe, en este caso heroína, de color, para quien se reservan las características positivas. Los blancos -ricos- aparecen retratados casi todos como una panda de inútiles o frustrados que sólo buscan el lucro por encima de cualquier cosa, como es el caso del cantante folk -que no conseguía un hit con la música de su agrado- reconvertido a intérprete -a su pesar- de country rock de éxito -y lo mal parada que sale retratada este tipo de música-, pero contento por el dinero que gana –y además con una novia jovencita-. O lo virtuosa que se nos retrata a Momma -trabajadora, pendiente de su familia, buena cocinera, etcétera-, mientras que las mujeres blancas del edificio cuentan con características negativas como que sean alcohólicas -la veterana Jean Marsh-, o jóvenes amantes de tipos maduros -pero con dinero- e incapaces de hacer nada por sí mismas. El tema del racismo (y el clasismo) aparece durante toda la cinta. Mientras que los dueños de los apartamentos del bloque son blancos, el servicio lo componen minorías étnicas: las criadas son negras, el lavandero es chino y el conserje hispano. Precisamente será a éste, González (Miguel Pinero), a quien arresten acusado del asesinato debido a una serie de pruebas incriminatorias que nadie hubiera dejado.

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Nuestra heroína sabe que es imposible que el bedel sea el culpable. Ella, tan aficionada a las novelas de whodunit, ha empezado a ver pistas a su alrededor que se le escapan a los polis. Se lo comunica al sargento encargado del caso, precisamente su hijo Alvin (Kene Holiday), quien le pide que se vaya a casa y le deje hacer su trabajo, siguiendo el protocolo. En la comisaria todos la conocen -indicando que no es ni de lejos la primera vez que aparece por ahí-, y saben bien lo cansina y metomentodo que puede llegar a ser. Como no le prestan atención, Momma seguirá investigando por su cuenta, poniendo en peligro su vida y viendo cómo los demás propietarios del edificio la toman con ella y le piden que deje de husmear en lo que no le interesa, llegando a amenazarla. Al igual que en las conclusiones de los relatos de la madre literaria de Hércules Poirot, reunirá -aunque de forma un tanto engañosa- a los sospechosos al final para, uniendo las distintas pistas que ha ido encontrando, señalar al culpable y el modo en que cometió el crimen.

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Una vez más, la película está escrita, producida y dirigida –sobra decir que en Nueva York- por Larry Cohen en su afán de que no se le escape ningún aspecto de la misma. Como el malogrado director admitía: “Soy un loco del control en mis filmes. Escribo, produzco y dirijo todo[5]. Técnicamente este trabajo es un producto televisivo propio de su época, con los habituales zooms de acercamiento y demás, si bien no abusa de los frecuentes cliffhangers y al tener una buena cantidad de localizaciones hace el ritmo más límpido. Los personajes son, por lo general, bastante unidimensionales y la resolución de la trama resulta un tanto precipitada y forzada. Contiene bastante humor y todo parece enfocado para una audiencia familiar y de color.

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La intención de Cohen era que See China and Die fuera el capítulo piloto de una serie protagonizada por el personaje de Momma Sykes, pero no lo consiguió. No sería de extrañar que debido a prejuicios raciales, pues tan sólo tres años después la CBS daba luz verde a la primera temporada de Se ha escrito un crimen (Murder, She Wrote, 1984-1996). En ella Angela Lansbury interpreta a Jessica Fletcher, un personaje que, aunque inspirado en la Miss Marple de Agatha Christie[6], guarda no pocos parecidos con la protagonista del telefilm que aquí tratamos. La señora Fletcher es una profesora de inglés que, tras jubilarse y ante la muerte de su marido, se mete a escritora de novelas de misterio con éxito a la vez que hace de detective aficionada, pues tiene el handycap que allá donde va hay un asesinato y culpan a algún inocente, frecuentemente un sobrino suyo -numerosa la familia de esta mujer-. Cambiando que en lugar de aficionada a las novelas de intriga, el personaje de la Lansbury es escritora de las mismas, ésta viene a ser una versión blanca y más pudiente -antigua profesora en lugar de criada- de la señora Sykes. Y si bien ambas se miran en el espejo de Miss Marple, no puede uno dejar de ver ciertos parecidos.

Alfonso & Miguel Romero

[1] En España fue editada para el magnetoscopio bajo el título de Donación sangrienta por dos distribuidoras: Estela Video, S.A. y Topacio Home Video. Esta segunda también la comercializó como Manhattan conexión, aprovechando el tirón de Contra el imperio de la droga (The French Connection, 1972) de William Friedkin, aunque no guarde ninguna semejanza. Un chanchullo comercial que en este caso no podemos achacar a Cohen.

[2] Esther Rolle era muy conocida para el público norteamericano por su rol televisivo como Florida Evans en dos sitcoms de los setenta. El personaje surge como el ama de llaves de Maude Findlay en la serie Maude (1972-1974), y pasó después a protagonizar Good Times (1974-1979). Rolle fue nominada en 1975 al Globo de Oro como mejor actriz en categoría musical o comedia precisamente por su rol de Florida Evans en Good Times.

[3] Encontramos aquí otra conexión con la filmografía anterior de Cohen: en El padrino de Harlem, Mamá Gibbs (Minnie Gentry), la madre de Tommy Gibbs (Fred Williamson), también era una criada de color al servicio de gente blanca y rica.

[4] No todos los blancos, de acuerdo, sino los enriquecidos propietarios de los apartamentos. Otros, como el agente de policía que interpreta el habitual de Cohen James Dixon, carecen de connotaciones peyorativas.

[5] Citado en la web Broken Horror Fan: https://brokehorrorfan.com/post/164452252043/interview-larry-cohen-king-cohen

[6] Angela Lansbury había interpretado a Miss Marple unos años antes en El espejo roto (The Mirror Crack’d, 1980) de Guy Hamilton.

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